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Pieles NO

jueves, 6 de octubre de 2016

María Válewska

María Válewska


María Walewska fue una de las mujeres más utilizada y humillada de la historia. Su vida podría haber sido tranquila y discreta, pero en vez de esto, se convirtió en el centro de la comidilla de media Europa, recibiendo el injusto apelativo de “la puta polaca”. 

María nació en Polonia en el año 1789, coincidiendo con la Revolución Francesa. Hija de una humilde familia de burgueses, consiguió gracia al esfuerzo de sus padres y a su gran belleza física, entrar en los círculos de la nobleza. Parecía que le había tocado la lotería cuando se anunció su compromiso con el Conde Walewskii. Era el premio a su esfuerzo, tan solo había un inconveniente: El Conde era un anciano, y ella apenas tenía 18 años. A pesar de esto la boda se llevó a cabo, y por todas las fuentes consultadas, parece que su amor era real, en ella imaginamos habría una fuerte mezcla de admiración agradecimiento y amor hacia aquel hombre, pero es también cierto que atracción física.... es menos probable.
Se casaron y todo era perfecto hasta que entró en sus vidas el hombre más poderoso de Europa: Napoleón Bonaparte. Fueron presentados en una fiesta con motivo de la presencia del emperador Francia en Polonia, y para desgracia de María, Napoleón se encaprichó de ella. Se propuso conquistar a la que era considerada la mujer más bella de Polonia. Solo había un problema: María no le hacía ni caso. A pesar de su resistencia, la paciencia del emperador parecía infinita. Le pidió repetidas veces una entrevista a solas, incluso le hizo una promesa política: aseguró que querría más a Polonia si ella aceptaba verle. Ante esas insinuaciones, solo cabía aceptar: que pasaría si se negaba: ¿querría menos a Polonia?. Su propio círculo de amistades le recomendó aceptar, pensando que sería bueno para el país. Por eso aceptó recibirle, y tan elocuente resultó ser, que terminó por enamorar a una joven condesa, que repetimos, estaba casada con un anciano nada apuesto. 

Pasó el tiempo y juntos tuvieron un hijo, motivo por el que muchos pensaron que pondría a María en el trono de Francia y nombraría a su hijo heredero, pero nada más lejos. Esto sí provocó que la emperatriz Josefina fuera repudiada “por estéril”, pero en vez de casarse con María, lo hizo con una princesa de sangre real, con el objetivo de dar legitimidad a su futura dinastía. Condenaba así a María a la condición de ramera y a su hijo a la de bastardo. Con ello llegó el declive en picado: su marido se divorció, sus antiguos amigos le abandonaron, sin acordarse de que prácticamente ellos le empujaron a sus brazos. Aunque Napoleón rechazó a María, eso no prueba que no la quisiera, de hecho, siempre esperaba lo mejor hacia ella, pero nunca quiso sacrificar ni un minuto sus planes imperiales por ella. 


No así, María le fue fiel el resto de su vida, incluso cuando la estrella de emperador se apagaba, ella estuvo siempre presente. Fue una de las pocas personas que fue a visitarle a su destierro de la isla de Elba. Allí tuvo lugar su último encuentro y como siempre, ella lo ofrecía todo y él, cobardemente prefirió esperar a que su esposa “oficial” se acordara de él y fuera a visitarlo, cosa que nunca ocurrió. 

La derrota definitiva de Napoleón en 1816 es el golpe de gracia para la delicada salud de María, la cual muere prematuramente en el año 1817, a la edad de 28 años, sin poder ir a ver a su amado. 


 

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