viernes, 30 de enero de 2009
de "Mis memorias, o madre no hay más que una, gracias a Dios"
EL AMOR DEL AVIADOR
El 18 de julio de 1936, cuando empezó la guerra con el golpe de Estado del general Franco, mi madre y mi abuela maternas se encontraban, como cada verano, pasando el verano en el balneario de Sant Hilari Sacalm, donde sale el agua de La Font Vella, del cual era propietario el padre de mi abuela.Toda mi familia materna eran unos beatos, carcas hasta la médula, y clasistas a más no poder. Dividían el mundo entre la “gente bien” y la “gente baja”. A esta última nunca la llamaron proletarios, pues les hacía daño a los oídos, sino “trabajadores”. Cuando yo era mocita y en edad de merecer (ja!) , un día mi madre me dijo con toda seriedad que el día que me casase ella no iba a admitir que le trajese a casa a “un trabajador”. Cuando me iba a trabajar yo al Aeropuerto de Son Bonet, al laboratorio de explosivos, que ibamos con un autobús alemán de aquellos MAN, despacito pero seguro, pues si yo decía la frase “me voy a trabajar”, mi abuela se escandalizaba y me reprochaba-“ay, no digas eso, que suena mas mal…”. Mi padre, que no era nada clasista, le contestaba que qué mal tenía que yo dijera eso, pues es a lo que iba. Mi abuela no se quedaba nada convencida. Decía que dijera: “Me voy al laboratorio, a la oficina”, o algo por el estilo, pero la palabra trabajar le resultaba como blasfematoria.Y es que en su familia, como es costumbre, todo lo heredaba el hermano mayor, el “hereu”, y el resto de los hermanos estudiaban carreras o se metían a curas. Las mujeres, casi todas se metían a monjas o se casaban. Mi abuela era la menor de 5 hermanas (mujeres) y fue la única que se casó, pero las otras eran unos fetos y se casaron con Dios. Desde luego, Dios, si existe, debe tener un harén de mamarrachos…Perdón por la digresión, Cuando el día 19 salieron en coche hacia Gerona, llegaron sin problemas y pasaron todos los controles.Se establecieron en su piso normal, que estaba en la Rambla, y tenía un balcón larguísimo, que rodeaba casi toda la casa. Mi madre carecía de convicciones u opiniones político-sociales de cualquier tipo, solamente tenía muy claro que el mundo estaba dividido en los señores y los trabajadores, y entre ellos existía una barrera, un abismo infranqueable. Como era como los corchos, y siempre iba al lado del ganador, y entonces Gerona y toda Cataluña era más roja que la sangre, ella, para que no la molestasen- esto me dijo en palabras textuales-, sacó del fondo de un baúl un vestido viejo que no servía mi para estar por casa y, no contenta con ese aire proletario, se compró unas espardenyas y se afilió a la CNT-FAI. Nunca se le ocurrió pensar que pudieran tener razón, ni se interesó jamás por el anarquismo ni ninguna otra ideología de izquierdas, cosa de gente baja, ni asistía a las reuniones de “su” partido. Y así se pasó la guerra, con esta pinta. Tenía un novio aviador que se llamaba Ramón, al que adoraba, pero tuvo la mala suerte de estrellarse. A mí me contaba muchas cosas, pues mi madre tenía una verborrea impresionante, y me contó que, una vez los franquistas ya tomaron Cataluña, ella se aburguesó, dejó los harapos en el baúl por si acaso, y se convirtió una una chica pretopolino. Entonces es cuando conoció a mi padre, pero sin poder olvidar en toda su vida a Ramón. A mí esto, que debía tener unos 12 años, me fastidiaba horrores que me lo contara, por mi padre, al que yo adoraba, y pensaba que le hacía de menos. Pues en un baile se conocieron y ella se lo metió en un bolsillo a las primeras de cambio. Tenía mucho éxito con los hombres, pues era lo que vulgarmente se llama una calientapollas (más tarde me explicaba cómo se hacía, como si me preparase para ser una cortesana de altos vuelos, a lo “Gigi”,) cosa que no pegaba con su beatería . Más tarde contaré lo de la urna. Pues yo que soy una malpensada, pienso que se casó tan deprisa con mi padre porque como estaba en los archivos de la FAI, casándose con un militar franquista estaba a salvo de cualquier eventualidad. Antes de casarse, de la CNT se pasó a Falange, donde era Regidora Provincial de Cultura de la provincia. Vamos, que dio un giro de 180 grados. Todas las fotos de la época, que eran muchas, antes de su muerte las rompió. Y así nací yo, tres meses después de casarse, o sea, de penalti, y en las fotos de la boda hay solo una docena de personas, los más allegados. Mi madre lleva un traje blanco de satén y un enorme ramo de flores, para ocultar mi presencia. ¡Qué ramo, madre mía!.Era tan o más grande que esas enormes coles que se encuentran a veces. Y con el ramo de flores por muleta, la señorita bien se casó, con gran vergüenza de la familia de mi abuelo, a quien no le gustó nada que se casase con “un castellano, y encima andaluz”. Mi madre se pasó toda la vida renegando de los andaluces, eso cuando ya entró en su faceta aperturista y progre (de cara a la galería), y recuerdo que un día que se puso demasiado borde, mi padre le contestó “que no hablase tan mal de los militares, porque gracias a ellos comía”.Y era verdad. Mi madre no pegó un palo al agua en su vida. Ni fue al colegio. Tenía profesores en casa. Una buena paliza era lo que se merecía, aunque ahora esté tan mal visto, pero a lo mejor si su padre le hubiera dado una buena regañina como se merecía, no hubiera tenido luego que pagar yo por todo este desquiciamiento.
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