miércoles, 28 de enero de 2009

MIS MEMORIAS o Madre no hay más que una (a Dios gracias)

Estas van a ser mis memorias, pues siempre me ha gustado escribir como un desahogo. Están a cachos, pues mezclo cosas que yo recuerdo, otras que escribí en su día y las cartas que escribía a mi psiquiatra, pues entre visita y visita me pasaban cosas que me dolían o me alegraban. Así, cuando llegaba a la consulta, le largaba el folio negro por las dos caras al toubib y se quedaba estupefacto. Me preguntaba:-¿pero esto lo has escrito tú, de una sola tacada?-y yo le respondía que sí,y que podía haber puesto más cosas. Me aconsejaba que las publicase, pero estando viva mi madre me daba un pánico que aunque me hubiesen dado millones no hubiera podido hacerlo. Yo estaba completamente dominada por ella, no hacía nada sin preguntarle antes, y si tenía alguna idea propia, que no me hubiera imbuído ella, enseguida me preguntaba:-¿y a tí quién te ha dicho eso?-.Porque no quería que tuviese ideas propias, y además me menospreciaba hasta tal punto que no podía imaginar que yo pudiera tener una idea personal y propia.Yo la odiaba por eso.Además, nunca me abrazaba ni besaba, como las otras madres.Por eso me aficioné tanto a los animales, pues ellos te dan cariño sin pedir nada a cambio. Tuve un gato cuando aún estaba en la cuna que se llamaba el "Chinito", que una criada que tuvimos, Isabel, lo envenenó porque decía que ensuciaba las paredes. Mis padres sacaron al animal al balcón para que muriese allí, pero Isabel no recibió ninguna reprimenda. Ella tenía un novio y por la noche al despedirse en la entrada de la casa ella le hacía pajas contra la pared, y ésta estaba llena de churretones. Fué descubierta y los vecinos se lo dijeron a mis padres. Ellos, defensores de la virtud, la echaron a la calle. Pero por el Chinito, el único amigo que tenía yo,y que dormía conmigo en la cuna, no pasó nada. Total, un gato...
Nací en Zaragoza, calle Baltasar Gracián 6, (me parece que ya no existe) y allí pasé los tres primeros años de mi vida, jugando con la hija de la portera y sin problemas. Entonces era una niña saludable, llena de vida, que cuando soplaba el gélido viento del Moncayo mis padres me decían que cerrase la boca, que me iba a constipar, pero yo la abría más, me gustaba "tragármelo" y nunca tuve un resfriado. Vivíamos con mis padres y mi abuela materna, que era viuda de un magistrado de la Audiencia de Barcelona, Alberto Cortey. Siewmpre he pensado que la desgracia de la vida de mi madre y la mía fué que este hombre, que era campechano, inteligente y amigo de sus amigos, muriese de un infarto en Gerona a los 49 años. Siempre he pensado que él hubiera educado bien a mi madre. Pero al morir ella tenía 7 años. Mi abuela se desentendió de todo, se vistió de viuda y se dedicó a ir a misa y a tomar el té con sus amigas francesas, que vivían enfrente, en la Rambla.También se pasaba la mayor parte del día leyendo el Trisagio, oraciones larguísimas que no sé para qué demonios servirían, y dejando a las criadas y la cocinera la educación de mi madre. Mi abuela era muy guapa, y como aun era joven tuvo después más pretendientes, pero ella no quiso casarse más, dijo "que su querido Albert era el hombre de su vida". ues muy bien, pero que hizo que mi madre creciera como cabra sin cencerro, mandando a las criadas y a todo el mundo desde su poca altura. Nunca fué al colegio no sé por qué,tenía `prpofesores particulars y una fe inquebrantable, que siempre me decía que se la había imbuído su prosor de religión, el Padre Rovira, de quien hablaba con unción.

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