sábado, 7 de marzo de 2009

Caray con el fray



A mí no me gustan ni los curas ni los polacos, pero ante Maximilien Kolbe hay que descubrirse. Este hombre era un fraile franciscano preso en el campo de concentración de Auschwitz, que en el barracon donde estaba preso animaba a la gente que con él estaba allí sufriendo, sin mirar si eran judíos, cristianos o de cualquier religión o raza. En aquellas espantosas condiciones, con la gente muriéndose de hambre, recibiendo palizas, torturas de todo tipo y con un frío de miedo, Kolbe consiguió que la gente elevara su ánimo. Su muerte fué ejemplar. De vez en cuando los nazis, que para los campos ya elegían a los más sádicos , pues un hombre normal no hubiera podido soportar aquello, pues como decía, de vez en cuando cogían a un grupo de prisioneros, y para divertirse oyendo sus lamentos, los metian en un agujero-mazmorra hasta que murieran de hambre y sed. Una vez que hicieron una selección de éstas, un hombre judío se desesperó, pues decía que él tenía mujer e hijos, y que tenía que vivir para ellos. El Kolbe no se lo pensó dos veces y le dijo al nazi de turno que él se presentaba voluntario para ser canjeado por aquel desgraciado con familia, pues él, le dijo, no la tenía. Al nazi le debió hacer gracia la cosa y aceptó. Y el fray consiguió que toda aquella gente que estaba con él en el agujero no muriera desesperada, sino alegre, en plan primeros cristianos en el circo. Desde luego, se necesita estar hecho de un material muy especial para conseguir ésto, pero hasta los nazis estaban asombrados. Murieron todos y al Kolbe le hicieron santo. Este sí se lo merece, y no al sinvergüenza fascista de Escrivá de Balaguer.

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