domingo, 26 de abril de 2009

Cuento mío

HISTORIA DE LA HERMOSA MAYLI Y LA CABEZA CORTADA
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Hace muchos, muchísimos años, en un lejano país oriental había un rey que tenía una hija única llamada Mayli, y era tan bella que todos la llamaban La Hermosa Mayli.
Cuando fue tiempo de buscarle un marido, su padre, que la adoraba, mandó llamar a Palacio a los nobles más apuestos, los príncipes más valientes la pidieron en matrimonio y los reyes vecinos enviaron a sus primogénitos con el propósito de hacer una ventajosa alianza. .El rey empero quería que su hija fuese feliz, y decidió que fuese ella misma quien hiciese su elección. Sentada en el trono de oro incrustado de pedrería y vestida con maravillosos trajes de seda que resaltaban si cabe aún más su belleza, Mayli veía inclinarse ante el rey y ella, en el salón de suelo cubierto por entero con alfombras de seda de intrincados dibujos y que habían costado miles de horas de trabajo, a toda una cohorte de pretendientes, unos rubios, otros morenos, todos vestidos lujosamente. Mayli tenía la cabeza echada hacía atrás, apoyada en el respaldo de su trono de oro, con sus ojos negros entornados y su pelo color azabache suelto recubierto por una diadema de esmeraldas ceñida en la frente y que le caía a ambos lados de la cara, lo que a la luz de las lámparas de aceite daba reflejos verdes a su piel morena.
Miraba a todos con indiferencia. A éste lo encontraba vulgar. Al otro, afeminado. Uno era demasiado viejo. Otro parecía un niño. Al siguiente no le encontraba en menor atractivo., impensable para convertirse en marido. Algunos le daban ganas de reír, pues los encontraba ridículos. Otros eran arrogantes y hermosos, pero parecían terriblemente crueles, como aves de presa… Mayli, cansada, no quiso que siguiera aquel desfile. Se retiró a sus habitaciones y no quiso ver a nadie por un tiempo.
Pasaron unos meses. Llegó la primavera. Mayli gustaba de pasear por los jardines de palacio y ver las flores nuevas y los brotes que crecían, vigorosos y verdes. El sol era tibio y olía a azahar y después de la lluvia el aire era tan límpido que todos los colores del jardín eran más vivos y las lejanas y altas montañas parecían estar más cerca, con sus altas cumbres cubiertas de nieve blanca y brillante.
Mayli paseaba escuchando aquí el canto de un pájaro, allí deteniéndose unos minutos ante el rumor del agua de una fuente, viendo cómo el chorro salía con fuerza de la boca de un sapo de piedra y caía en la taza de azulejos verdes, blancos y azules.
Siguió su camino por la estrecha senda de guijarros, y entonces oyó un ruido sordo y acompasado. Ante ella, a menos de un tiro de piedra, un jardinero estaba cavando un arriate. No advirtió su presencia hasta que ella estuvo ante él. Entonces levantó la cabeza , dejó la azada clavada en la tierra y se secó el sudor con el brazo. Era joven y fuerte, y el sudor del esfuerzo corría por sus miembros. Sonrió a Mayli con dientes blancos e iguales y le dijo:
-Voy a plantar rosales.
Mayli no supo que contestar. Nunca había visto a aquel hombre antes y nunca los criados le hablaban sin que antes ella les dirigiera la palabra para ordenarles o preguntarles algo.
Se miraron unos instantes, al cabo de los cuales el muchacho, indiferente, retomó su azada, se volvió a inclinar hacia la tierra, y, separando las piernas, volvió a su trabajo de cavar preparando la plantación.
Mayli dio media vuelta y regresó a sus habitaciones.
Aquella noche hablo con el rey.
-Quiero por marido al jardinero que cava plantando rosales cerca de la fuente del sapo.
Su padre creyó no haber entendido. Quiso saber más detalles, quién era ese hombre, cómo podía haberse fijado en un sirviente, en un hombre de baja condición. Que no olvidase su rango.
-Sólo sé que es un hombre que cava la tierra en el jardín plantando rosales. No sé su nombre ni cuánto tiempo hace que está aquí. Pero sí sé que es con él con quien quiero casarme.
Nadie pudo hacerla cambiar de opinión.Se mandó a buscar al hombre. El rey, algo exasperado, le explicó los deseos de su hija. El jardinero sonrió sin decir nada y Mayli le miraba desde su trono de oro, con su cabeza de pelo negro apoyada en el dorado respaldo, con los ojos entornados.
Se celebraron las bodas con gran fasto. Se vistió al jardinero con ropas de príncipe, y parecía que no hubiera llevado otra clase de vestidos en toda su vida. Eran los dos muy hermosos.
Fueron felices una primavera, un otoño, un invierno y otra primavera. Pero pasado el primer fuego de la pasión, Mayli comparaba a su flamante marido con sus hermanos, con los otros príncipes, y con los reyes entre los cuales se había criado, y le molestaban sus maneras de campesino y su falta de refinamiento. Era incapaz de captar el encanto de la poesía, de apreciar el maravilloso trabajo en seda de una alfombra, de distinguir un diamante de un trozo de vidrio y lo mismo le daba comer el más exquisito y elaborado de los manjares que pan con queso y dátiles.
Sin embargo aún le amaba, y por la noche contaban las estrellas y veían levantarse la luna y empezar a correr por el firmamento, y despertaban el uno en brazos del otro.
Un día, en el banquete que presidía el rey, el marido de La Hermosa Mayli bebió de más, habló de más y todo el mundo se rió de aquel hombre, burlándose de su rudeza. Entonces Mayli se avergonzó y comprendió que se había casado con un estúpido. No eran solo sus modales toscos lo que le molestaba de él, sino que era un hombre simple y vulgar, que tan siquiera se había alegrado del cambio de su fortuna como hubiera hecho cualquier esclavo, que hubiese saltado de júbilo ante la idea de ser su marido y el suegro del rey.
La Hermosa Mayli mandó llamar al capitán de la guardia y le ordenó que apresara a su marido y le cortara la cabeza sin más dilación.
La orden se cumplió con rapidez.La guardia sabía hacer este tipo de trabajos rápida y eficientemente, y la cabeza cortada del príncipe-jardinero le fue presentada a la hija del rey en un plato de oro, hondo y pesado, lleno a medias con la sangre del decapitado.
Entonces Mayli hizo traer un cofre de plata incrustado con lapislázuli y topacios amarillos. Metió dentro la cabeza de aquel hombre a quien tanto había amado, lo cerró con llave, lo llevó a su habitación y lloró.
Lloró durante siete días y siete noches sobre el cofre de plata cerrado, incrustado de topacios y lapislázuli, mirando a las estrellas que tantas veces habían visto juntos desde la alcoba.
Otras muchas veces volvió a pasear entre los arriates llenos de flores escuchando el canto de los pájaros y el murmullo de la fuente del sapo, pero por las noches, los que en la oscuridad pasaban cerca del palacio del rey, y los caravaneros que al despuntar el día cruzaban la ciudad camino de la puerta este.de la muralla hacia el ardiente desierto, oían sollozos desgarradores, y se decían
-Es La Hermosa Mayli, que llora sobre la cabeza cortada de su amor perdido.




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