jueves, 29 de octubre de 2009

Sermoncito


El otro día salí con una amiga de mis quintas, la cual se mostró bastante abatida por el hecho de haber cumplido años hacía pocos días. Las que ya empezamos a tener una edad canónica, como decía mi madre, a veces nos deprimimos con estas cosas. Yo, como soy un bicho raro, no me preocupo por esto, y pienso que igual de vieja soy una semana o un mes antes del cumple que después, y que esto del calendario, bien mirado, y como los espejos, es una gran engañifa. Por cierto, hace tiempo que me di cuenta de lo engañosos y mentirosos que son los espejos. Una ve allí lo que quiere o teme ver, ni más ni menos. Por eso las anorexicas se ven gordas. Lo que no miente nunca son las fotos, y cuando quiero saber si he engordado miro antes una foto reciente que me fío del espejo.
Bueno, esto son disquisiciones y un irme por los cerros de Ubeda, tan visitados siempre por mí. Lo que quería decir con este sermoncito es que no hay que tener miedo a cumplir años. Ya se tiene experiencia, no hay que aguantarle nada a nadie y se puede uno divertir muchísimo. No recuerdo qué personaje, decía que su mayor diversión era decir siempre la verdad. Como casi nadie lo hace, si vas por la vida sin decir ni una sola mentira la gente no te cree o se llena de estupor, lo cual es de lo más diver. Cuando se es joven hay que ir con más cuidado, sobre todo si se trabaja, se ha empezado una relación y cosas así. A partir de cierta edad esto está superado y puede uno empezar a pasarlo bien. Lo más jodidillo para mí de envejecer es la posibilidad de quedarse inválido o idiota, por decirlo deprisa y mal. Pero también me he dado cuenta de que lo que más tememos rara vez se cumple, o si se cumple, es para abrirnos un nuevo horizonte. Yo antes pensaba que prefería morirme más bien demasiado joven que demasiado vieja, pero ahora pienso que si estoy en plenitud de facultades (al menos darme cuenta de lo que pasa y no estar completamente gagá) puede ser hasta divertido ver como espectadora lo que pasa en este asco de mundo.
Y respecto a la muerte, si hay Dios, que me parece que sí,- a pesar de lo que diga el Ayuntamiento de Barcelona en sus buses-entonces ya será la pera limonera, pues no tendremos más achaques en el más allá y hasta podremos reunirnos con nuestros perros, gatitos e incluso familiares simpáticos.
O sea, que el que no se consuela es porque no quiere.
Amén, amén.

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