sábado, 7 de noviembre de 2009

Gente que vive en los aeropuertos



Es una extraña fauna, digna de estudio. Suelen ser seres desarraigados, tanto hombres como mujeres, que viven durante mucho tiempo, años, en la terminal de salidas de un Aeropuerto. Yo he conocido a varios, pues he trabajado durante mucho tiempo en el de Son San Juan, de Palma de Mallorca. Son parecidos a los indigentes que habitan plazas y duermen en cabinas telefonicas, pero como más a lo fino. Desde luego, tontos no son. No suelen tener familia, están solos en la vida, y han descubierto que yendo más o menos bien vestidos podían sobrevivir, y bastante bien, en una terminal aeroportuaria. Como no cometen ningún delito y van limpios, la Policía no puede nada contra ellos. En un carrito llevan sus maletas, mantas y algun que otro objeto como un transistor... A veces tambi
en un perro o un gato. En invierno están calentitos y en verano no pasan calor. Duermen en los bastante cómodos bancos de la terminal de salida (los de la de Palma lo son; una vez que se retrasó mucho mi avión me acosté y me eché una siestecita, y puedo dar fe que no se duerme mal.)
Estos extraños especímenes humanos tampoco pasan hambre, pues la gente que come en las cafeterías esperando su avión deja gran cantidad de comida en los platos, alguna sin tocar.Porque no les apetece o porque llaman por su vuelo y lo tienen que abandonar todo. Entonces es cuando el squatter de turno va y se pone las botas. A los camareros y barmanes les dan pena. Les conocen, y siempre les regalan bocatas. O sea, que hambre no pasan tampoco. Se lavan en los grandes y cómodos aseos de los minusválidos y suelen ir limpios. Acaban formando parte del paisaje.
Desde luego, no es tan mal modo de ser un indigente. En una terminal tienen de todo, hasta servicios médicos, si se ponen enfermos. Conversación con la gente de las tiendas y ayuda. La poli hace la vista gorda porque no hacen nada delictivo.Y así pasan la vida. No es envidiable, pero siempre he pensado que son muy listos, pues su forma de existenca es infinitamente mejor que la de un sin techo en una ciudad, pasando frío y hambre y durmiendo en un cajero o en un banco y expuesto a mil peligros.
Pobrecillos, me dan pena y hasta un pelín de admiración me provocan.

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