miércoles, 12 de mayo de 2010
Hija de las estrellas
Yo no quiero ser. Una vez un amigo mío ateo me llamó así, cuando hablábamos de nuestro destino después de la muerte. Yo le dije que pensaba que existía otra forma de existencia, pues había tenido algunas experiencias con familiares muertos, pero él piensa, como Paco , que todos somos hijos de las estrellas. Los ateos suelen ser panteístas, como los budistas. Creen que somos un todo con el Universo, y que cuando morimos volvemos a él, eso de la gotita de agua que vuelve al mar. Que nos reconvertimos en árbol, roca, luna o estrella. Yo no quiero ser hija de las estrellas. Yo quiero ser hija de Dios. Yo quiero que sea verdad el Paraíso musulmán, un jardín con arroyos, hierba, árboles y flores maravillosas. Yo quiero poder acariciar al león y montar sobre el tigre. Yo quiero volver a tener en mis brazos a los animales de mi vida, mis gatos, perros, pájaros… los que vivieron bien y los que recogí moribundos en las cunetas. Quiero mecerlos, besarlos, estar siempre con ellos. No me interesa vivir en una casa de oro ni vestir preciosas prendas. Ni comer hasta hartarme. Bueno, quizás un poco sí. El Paraíso del Profeta es un edén hecho a medida del hombre del desierto, del beduíno, que promete agua cristalina y mujeres hermosas para toda la eternidad. Yo prefiero eso, que me parece imposible, a un paraíso más , no sé como llamarlo…más factible, más posible. Ser una hija de las estrellas que vuelve al universo infinito no me alegra nada. Yo no aspìro a tanto. Prefiero los arroyos del Paraíso, las casas de oro, si son inevitables, y el convertirme en hurí que tampoco está nada mal. Pero con mis gatos, mis perros, mis pájaros y mis leones. Quiero rascar a un león o a un tigre detrás de la oreja y oírle ronronear. Señor del Universo, ¿es tanto pedir?. Yo no te pido verte cara a cara, como decía San Pablo –ahora vemos como en un espejo, después veremos cara a cara-, no es un desprecio, Señor de los Mundos, pero yo prefiero, yo me conformo con tu amor, con saber que te tengo para mí cuando yo quiera, como ya te tuve una vez durante unos minutos, pero yo lo que quiero de veras es poder dormir con todos los gatos y perros de mi vida y rascar al león tras las orejas, y luego dormirme sobre su lomo, Señor de las Estrellas.
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