martes, 4 de mayo de 2010

LA PANTALLA DE PIEL DE JUDÍO

A mí me parece que esto ya lo he escrito tropecientas veces antes, pero como es un episodio de mi vida que no deja de asombrarme cada vez que lo recuerdo, lo vuelvo a poner, por si acaso. Cuando ocurrió a nadie en mi casa le parecio raro, pero es que entonces se tenía otra mentalidad.
Cuando terminó la II Guerra Mundial con la derrota de los alemanes, muchos militares de esta nacionalidad fueron acogidos por el ejército español. Mi padre, que era piloto de Aviación, tenía compañeros que se llamaban Müller, Kaltenbrünnen, y apellidos así. También había italianos, como Bari, y rumanos, como Eviricu, que tenía una soga con nudos para subir desde el suelo a su balcón en el Pabellon de Oficiales. Se iba a hacer largos en la piscina, y luego, con el bañador, se subía por la cuerda a su habitación. A mí me fascinaba verle hacer aquello. Parecía Tarzán.
En la España de la posguerra por partida doble había objetos fabricados en Alemania e Italia. De los primeros,.por ejemplo, eran muchos de los autobuses y coches de Aviación, entre ellos un bus destartalado con el cual iba yo a mi laboratorio en Son Bonet, donde ahora está el Aeroclub. También eran italianas las ametralladoras de marca Breda, con las que mi padre me enseñó a disparar, y las pistolas marca Beretta. Pero lo que ya era más rarito, era una pantalla de mesilla de noche que mi madre tenía en la suya, hecha en Alemania nada menos que con piel de judío. A mí me parecía de lo más normal, como si me hubieran dicho que era de piel de búfalo de las estepas nepalíes. Era de un pergamino muy duro, y cuando yo jugaba con ella hacía un ruido ¡clac, clac!, bastante fuerte. Duró bastante en casa, hasta que mi madre un día decidió deshacerse del trasto y lo tiró a la basura.
Tiempo después he pensado mucho en esto. Los alemanes lo aprovechaban todo. Yo sabía que con grasa de judío también hacían jabón, pues después de la guerra se habían quedado muy pobres, y todo me parecía tan normal.Entonces no se hablaba de holocaustos ni nada parecido. Esto vino después.
Luego me he dado cuenta que tener aquello en casa era una barbaridad, y también me he dado cuenta que no estaba nada bien gasear judíos en los campos de concentración. Pero como los jodíos judíos son tan ricos y saben hacerse la propaganda tan bien, todo el mundo se cree que solo murieron ellos en los campos, cuando la cascaron allí cientos de nacionalidades “inferiores”, como gitanos, españoles republicanos que Franco no quiso rescatar y mucha otra gente más.
Una vez, estando yo en la sede del Partido Comunista en Palma, se me ocurrió contar un chiste: Helo aquí:
“¿Sabeis que Hitler no se suicidó, sino que se murió de un infarto cuando recibió la factura del gas?”
Desde luego, mi chiste era de escaso gusto, y una chica me dijo que ya lo sabía, y que se lo había contado a una amiga judía, la cual no le volvió a dirigir la palabra. Un poco exagerado me parece. Y es que estos judíos no tienen sentido del humor…Se quejan mucho del racismo, pero ahora son los más racistas del mundo, pues están haciendo un verdadero genocidio con los palestinos, más inhumano y continuado que el que Hitler hizo con ellos. No les tengo ninguna simpatía aunque mi apellido sea judío sefardita. Los judíos sefarditas, de todos modos, son mis preferidos.
Yo estuve cuando tenía unos 20 años en Mauthausen, y allí es impresionante,. Se conserva el campo como en tiempo nazi con su letrero de: “Arbeit macht frei” (el trabajo hace libre), sus barracones, su lugar para macabros experimentos, sus hornos crematorios (como los de cocer pan)y todo el folklore. Pero lo que más me gustó fueron los numerosísimos monumentos que había fuera de las murallas de esa prisión tan bien construída, y que cada uno de ellos era en recuerdo de una de las nacionalidades que allí murieron. Había muchísimos de estos memoriales: Polacos, rusos, españoles, franceses, rumanos, etc. etc. Llevábamos con nosotros a un viejo comunista que había estado en la guerra y que recogía flores silvestres para ponerlas en el monumento dedicado “A los republicanos españoles que murieron por la Libertad”. El hombre lloraba y yo me emocioné también.
¡Ay, señor, y qué relativo es todo!

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