miércoles, 14 de julio de 2010
Anécdotas históricas
Cuando en 1789 los desórdenes en París estaban a la orden del día, en un teatro lanzaron fruta contra los palcos de la nobleza. La duquesa de Biron envió a día siguiente una manzana al general La Fayette con un billete que decía: "Permitidme que os ofrezca el primer fruto de la Revolución que ha llegado a mis manos".
A ese fruto siguieron otros no tan dulces.
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William Miller, que fué acalde de Londres, recibió la nota de gastos del entierro de su esposa.
-¡Cómo? ¿seiscientas libras esterlinas?
- Es lo justo, señor. Magníficas libreas, seis carruajes, doce caballos, diez llorones... Hoy día todo está caro... no podemos rebajar ni un céntimo...
-Bueno, bueno. Que quede así. Al fin y al cabo, mi mujer hubiera pagado el doble para que me enterrasen a mí... no qiero quedar mal.
Y pagó.
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Guillaume Budé, célebre filólogo francés, se hallaba trabajando en su habitación cuando entró un criado gritando:
-¡Señor, está ardiendo la casa!!
Y Budé, malhumorado y sin dejar de trabajar:
-¿La casa?. Las cosas de la casa contádselas a mi mujer, yo no me ocupo de asuntos domésticos.
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