sábado, 31 de julio de 2010

Las supersticiones


Napoleón temía a los gatos negros y Sócrates al mal de ojo. A Julio César le aterraban los sueños. Enrique VIII aseguraba que la brujería le había inducido a casarse con Ana Bolena. Pedro el Grande experimentaba un terror patológico cuando tenía que cruzar puentes. Samuel Johnson siempre inicaba la entrada o la salida de un edificio con el pie derecho.
Todavía hoy, las supersticiones referentes a la mala suerte impiden a muchas personas pasar por debajo de una escalera, abrir un paraguas en un interior, embarcarse en martes y 13. Por otra parte, estas mismas personas, en pos de la buena suerte, suelen cruzar los dedos o tocar madera.
Dada su índole irracional, las creencias supersticiosas debieran haber menguado con la extensión de la enseñanza y el advenimiento de la ciencia. Sin embargo, todavía hoy, cuando tanto se valoran las pruebas objetivas, pocas son las personas que, interrogadas a fondo, no admiten profesar una o dos supersticiones,o más. En todos los países se venden cada día millares de billetes de diversas loterías, basados en los "números de la suerte", según sus compradores, como si todos no estuvieran en el bombo.
Tal vez todo esto tenga cierta logica, ya que las supersticiones constituyen una parte muy antigua de la herencia humana.
Los arqueólogos identifican al hombre de Neanderthal, que merodeó por Asia occidental hace 50.000 años, como el fundador de la primera creencia supersticiosa (y espiritual): El más allá. En tanto que el anterior homo sapiens abandonaba a los muertos, los neanderthales enterraban a sus difuntos siguiendo un ritual,y sepultaban junto al cadáver alimentos
, armas y carbón vegetal, que habían de ser utilizados en la existencia de ultratumba.
Que la superstición y el nacimiento de la espiritualidad vayan a la par no tiene nada de sorprendente. A lo largo de la historia, la superstición de unos ha sido la religión de otros.El emperador cristiano Constantino calificaba de superstición el paganismo, en tanto que el estadista pagano Tácito consideraba el cristianismo como una creencia perniciosa e irracional. Los protestantes consideraban supersticiosa la veneración católica de santos y reliquias,(idólatres, es lo que son...) mientras que los cristianos en su conjunto veían de modo similar las prácticas de los hindúes. Para un ateo, todas las creencias religiosas son supersticiones.
Hoy no parece tener justificación lógica que un hueso de pechuga de pollo simbolice la buena suerte, y que un espejo roto anuncie lo contrario. Sin embargo, en otros tiempos cada superstición tenía un origen bien determinado, un trasfondo cultural y una explicación práctica.
Las supersticiones surgieron de modo muy directo y contundente. El hombre primitivo, al buscar explicaciones para fenómenos tales como el rayo, el trueno, los eclipses, el nacimiento y la muerte, y carente de conocimientos sobre las leyes de la naturaleza, desarrolló una creencia en los espíritus invisibles. Observó que los animales poseían un sexto sentido que les advertia del peligro e imaginaron que los espíritus les alertaban secretamente. Por otra parte, el milagro de que un árbol se desarrollase a partir de una semilla, o la aparición de una rana a partir de un renacuajo, señalaba una intervención ultraterrena. Con una existencia cotidiana llena de peligros y aventuras, llegó a la conclusión de que el mundo estaba poblado por unos espíritus vengativos que superaban en número a los benéficos.(Por consiguiente, entre las creencias supersticiosas que hemos heredado tienen preponderancia los medios destinados a protegernos contra el mal).
Para protegerse enmedio del que parecía ser un mundo sin orden ni concierto, el hombre primitivo desarrolló costumbres tales como llevar consigo una pata de conejo, decidir la suerte arrojando al aire una moneda o buscando un trébol de cuatro hojas, en un intento destinado a imponer la voluntad humana sobre el caos. Y cuando fallaba un amuleto, probaba otro, y después otro. De este modo, millares de objetos ordinarios, de expresiones y encantamientos, asumieron un significado mágico.
En cierta manera, hoy hacemos lo mismo. Un estudiante escribe un trabajo con el que aspira a un premio, sirviéndose de una determinada pluma, y si recibe el galardón, esa pluma se convierte en la "pluma de la suerte". Un jugador en las carreras de caballos consigue buenos resultados en un día lluvioso, y a consecuencia de ello atribuye al tiempo el éxito en sus apuestas. Convertimos lo ordinario en extraordinario. En realidad, rara es la cosa, en nuestro entorno, a la que una cultura u otra no haya adjudicado propiedades supersticiosas: El muérdago, el ajo, las manzanas, las herraduras, los paraguas, el hipo, un traspiés, cruzar los dedos, el arco iris...Y esto es tan solo el comienzo.
Aunque ahora poseamos explicaciones científicas para fenómenos en otros tiempos misteriosos, la vida cotidiana todavia contiene suficientes elementos inprevisibles como para que, especialmente en tiempos de infortunio, recurramos a la superstición para explicar lo inexplicable y para imponer nuestros deseos sobre las vicisitudes del mundo.
A mí, como musulmana, todas estas manías (que es lo que pienso que son) me parecen vergonzosas,y no puedo entender como gente inteligente pueda creer en estas boborrocheces.Hay cosas inexplicables en las que sí creo, pero no es este el sitio ni el momento para exponerlas.

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