miércoles, 21 de julio de 2010
Los atracadores
Mis relaciones con los ladrones han sido siempre bastante buenas. Seguramente por mi proverbial despiste, que hace que a veces no me dé cuenta de lo que realmente está pasando. Recuerdo que yo, hace muchos años, cuando trabajaba en la Oficina de Turismo de Palma (después pasé a la del Aeropuerto), un día que volvía a casa a eso de las tres y las calles estaban desiertas, al enfilar yo el paseo de La Rambla caminito de casa, me abordaron tres sujetos de aspecto patibulario.
-¡Qué pintas, madre mía!- me dije...(Señal de que tampoco estaba tan despistada). Y es que yo voy por la calle sin ver a nadie, voy a mi bola, pensando en mis cosas. Se dieron varios casos de cruzarme con mi padre y no saludarlo, porque ni lo veía. Voy ensimismada y hay gente que dice "que soy muy orgullosa". No sé que tiene que ver el orgullo con esto. Valiente majadería. Bueno, pues sigo con mi aventura.
Los tres tipos se me acercan y me rodean.Y yo tan tranquila.
-Mire usté, señora, que no tenemos dinero para...(aquì no recuerdo lo que me dijeron).Si usté nos puede ayudar un poquillo...
-Claro, por supuesto.
Abro el bolso, saco la cartera y les doy 300 pesetas.
Los tres me miran maravillados, supongo porque no estaban acostumbrados a una reacción así.
-Sí,la vida está difícil- comento yo. Muy dura, sí.
-¡No lo sabe usté bien, señora...!- me contesta el que parecía ser el jefe.
-Bueno, anden con Dios.
-¡Gracias. señora!- me suelta el jefe, haciendo una reverencia y como si tuviese el sombrero de D'Artagnan en la mano.
-De nada, de nada. Buenas tardes.
Yo me fuí a casa y no volví a pensar en el asunto, Algún tiempo después sí pensé, y me dí perfecta cuenta de que me había librado, por mi actitud y el darles conversación, de un atraco en toda regla. Me hubieran podido quitar el reloj, una pulsera de oro, el bolso con llaves, etc... y salí por 300 ptas.. y además porque al principio, y así de bote pronto, me dieron penita.
Otra vez me pasó que estando yo también en la Oficina de Palma, un sábado por la tarde, en invierno, y que no entraba ni un alma, estando yo embelesada en la lectura, me veo entrar por la puerta tres tipos también con una pinta de lo más inquietante. (Se ve que van de tres en tres). No me dicen nada, y empiezan a subir la escalera que llevaba directamente al despacho de mi jefe. Este no dejaba nunca dinero, pero me cabreó mucho que pasaran de mí tan estrepitosamente. Furiosa, me fuí tras ellos por la escalera (insensata) y les grité desde la puerta del despacho, que estaban inspeccionando pot todos lados:
-¡Fuera de aquí!. ¿Pero qué se han creído?. ¡Aquí no hay dinero!¡Hagan el favor de marcharse!
Al cabo de un ratito de mirarlo todo y yo achuchándoles para que se fuesen, se dieron cuenta de que decía la verdad y se marcharon, sin decir ni pío.
A mí me duró en enfado como una hora.
Luego pensé que me podrían haber dado un porrazo, o matarme, pero es que cuando veo rojo no pienso en estas cosas.
Insensata que es una.
Luego, en mis visitas a la cárcel trabé amistad con muchos ladrones, algunos muy guapos, y a los que recuerdo con cariño.
Me parece que si un día me roban de verdad, no me hará ninguna gracia.
Debo de tener un ángel de la Guarda muy eficiente. Siempre lo he dicho.
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