jueves, 19 de agosto de 2010
Los hombres, especie incomprendida
Un día, un carpintero estaba cortando una rama de un árbol debajo de un río y su hacha se le cayó al agua.
El infeliz carpintero le rogó a Dios, y Dios se le apareció preguntándole:
- ¿Por qué estás llorando?
El carpintero le respondió que su hacha se le había caído al río.
Entonces, Dios se metió a la corriente y sacó un hacha de oro. Luego le preguntó:
- ¿Es esta tu hacha?
El noble carpintero respondió negativamente. Dios entró de nuevo al río sacando una hacha de plata.
- Y ésta, ¿es la tuya?
De nuevo el carpintero negó. Dios volvió al río y sacó una hacha de madera, y repitió la pregunta:
- ¿Es esta tu hacha?
El carpintero, lleno de contento, le responde:
- ¡Sí!
Dios estaba tan contento con la sinceridad del carpintero que le dejo las tres hachas y mandó al carpintero a su casa. Un día en el campo paseaban el carpintero y su esposa. Ésta tropezó y cayó al río.
El infeliz carpintero rogó a Dios, que se le apareció y le preguntó:
- ¿Por qué estas llorando?
El carpintero le contó el accidente, luego de lo cual Dios se metió al río y sacó a Jennifer López y pregunta
- ¿Es esta tu esposa?
- ¡Sí, sí! --contestó el carpintero.
Dios se enfureció:
- ¡¡¡Eres un mentiroso!!!, ¡¡¡un rufián!!!
El carpintero contestó:
- Dios, perdóname. Ha sido un malentendido, porque si te hubiera dicho que no es Jennifer López, después hubieras sacado a Catherine Zeta-Jones; luego, si digo que tampoco es ella, sacarías a mi esposa y yo tendría que decir que sí es ella, y entonces tú me dejarías con las tres. Dios, compréndeme, soy un humilde carpintero y no podría mantenerlas a las tres. Sólo por eso dije sí la primera vez.
Moraleja: los hombres sólo mentimos por causas honorables y siempre con las mejores intenciones.
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