viernes, 24 de septiembre de 2010

Las cosas de Alejandro



Un mendigo, llamado Bías, pidió limosna a Alejandro Magno y éste le regaló una ciudad entera, pobladísima y rica. El pobre hombre se creyó que el emperador se burlaba de él.
-No, no, no es verdad. No pienses en tí que pides, piensa que es Alejandro quien te da.

Tenia cosas raras: Su caballo preferido, Bucéfalo, murió, y Alejandro se mostro inconsolable. Y como Apeles había hecho del animal un retrato parecidísimo, Alejandro dio orden de que se le llevase el pienso que acostumbraba a comer, como si Bucéfalo viviese todavía.

Un día sus cortesanos le incitaban contra un hombre que había dicho mal de él, y Alejandro no quiso castigarle, diciendo:
-Ser criticado, tal es la suerte de los poderosos que, aunque obren bien, siempre hay alguien que dice de ellos mal.

Se había enomorado de una mujer llamada Campaspe y quiso que Apeles la retratase, pero dándose cuenta de que el pintor, a medida que la pintaba, se enamoraba cada vez más de ella, tuvo la generosidad de cedérsela.
(¿y alguien pidió a la chica a quién prefería?. Todos machistas, como siempre...)

Encontrandose en Atenas quiso conocer a Diógenes, y, rodeado de su espléndida corte, se dirigió hacia el tonel donde vivía el filósofo, preguntándole qué podía hacer por él.
-Que te apartes y no me tapes el sol.
Los cortesanos se indignaron ante esta respuesta, pero Alejandro, admirado, dijo:
-Si no fuese Alejandro querría ser Diógenes.

Creidito que se lo tenía el muchacho.

Por cierto, nunca he entendido como se llama "síndrome de Diógenes", a la manía de algunos ancianos de acumular basura y porquerías en su casa. Porque Diógenes, en un simple tonel, poca cosa podría guardar...

No hay comentarios:

Publicar un comentario