jueves, 7 de octubre de 2010
Cómo suicidarse sin hacer el ridículo
Tengo la costumbre -no sé si buena o no- de leer cada día el periódico. Estos días que he estado en Francia compraba cualquiera que no fuese Le Figaro para enterarme algo de lo que pasaba en el mundo éste tan vil y despreciable. Yo al periódico lo leo de cabo a rabo; empiezo por la portada, sigo por los artículos de fondo, los sucesos (nunca he entendido por qué a éstos los franceses los llaman "faits divers"???), las politiquerías locales, nacionales y mundiales, la meteo y hasta las esquelas. En tantos años de esta práctica he notado que, después de las mujeres asesinadas por sus esposos o compañeros, lo que más abunda en el capítulo sucesos son los suicidios. Y es que los hay de todo tipo.Lo más corriente es el tirarse al asfalto desde cierta altura, o abrir la llave del gas. Pero hay muchos otros métodos. Yo pasé una horrible y larga temporaba sufriendo unas depresiones de caballo, salpimentadas con unos ataques de angustia, de lo que no me libraba nada la cantidad de pastillas que me recetaba mi psiquiatra. Y es que cuando una depre da a lo bestia, no hay pastilla que valga. Yo pensé muchas veces en quitarme de enmedio, pues aquella situación se eternizaba y yo pensaba que estaría así toda la vida, cosa insoportable.Yo no soy chapucera en ninguna de mis manifestaciones, así que preparé mi suicidio cuidadosamente. Tengo la suerte de vivir en un ático, con lo que un salto al asfalto desde esa caída me garantizaba un despachurre completo. Pero como estaba versada en suicidios fallidos, sabía que si caía encima de un coche, a lo peor no me moría, sino que me quedaba parapléjica para siempre, y la verdad, hubiera sido peor. Paralítica, depresiva y atacada. ¡Qué horror!. Yo nunca pensé en tragarme una noche todos los tranquis, antidepres y somníferos de los que disponía, y que eran para tumbar a una manada de elefantes, pues temía que me cogieran a tiempo, me hicieran un lavado de estómago(que es terribemente desagradable) y me devolviesen a mi penosa existencia, haciendo además el ridículo. Era demasiado. Fuera pastillas. Lo mismo para la llave del gas.Esto del gas me recuerda un suicidio vivido por mí de cerca.
Una chica conocida mía, hace muchos años, se separó del marido. Tenían dos hijas pequeñas. El día en que él, que aún conservaba la llave del piso, tenía que ir a recoger sus últimas cosas, la mujer decidió vengarse del abandono (se había liado con otra). No tuvo mejor idea que, una media hora antes de la hora en que sabía que él iba a venir, se encerró con sus niñas en la cocina, abrió la llave del gas y las tres murieron. El hombre, cuando entró en casa y vió aquel panorama, se volvió loco. Tuvo que estar años en un psiquiátrico, y ahora que ya ha salido, no ha vuelto a ser el mismo. Yo a esta mujer no la comprendo. Pues no debía querer mucho a sus hijas, cuando su orgullo herido estaba por encima de todo. Pero es que hay gente pa tó.
Siguiendo con mis tendencias suicidiarias, un día estaba tan mal que cogí una silla, la puse al borde de la baranda de la terraza,me subí y me puse a mirar hacia abajo. Como dije, había una buena caída, como para que no me salvase ni la paz ni la caridad. Y no había coches aparcados debajo, ni cables, ni peatones, ni nada. La oportunidad perfecta. Puse un pie en la baranda y pensé:"-Si vas a tener una vida asquerosa, termina ya de una vez. Dolerá mucho, pero durará poco y se acabara el tormento".
Entonces oigo detrás de mí un "miau" imperioso. Era mi gata Chenta, que reclamaba su comida. La miré, y pensé para mis adentros: "Eres una cobarde". Bajé de la silla pensando que los suicidas son muy valientes, aunque haya gente que diga lo contrario, porque no tienen el valor de enfrentarse a la vida, y chorradas por el estilo. Bueno, el caso es que pensé que no podía dejar huérfana a mi gata (no pensé en mis padres, ni en Paco; soy un monstruo). Le dí su paté a mi gatota y entonces oí cánticos y risas en el piso de arriba, donde viven los vecinos gitanos que toda la escalera odia, porque son expertos en dejarse los grifos abiertos, no quitar las cacas que su perro deja en los descansillos y cosas así. Pero tuve como una inspiración, y fuí a llamar a su puerta. Hay que decir que ese día Paco se había ido con los moteros, porque era sábado, y no tenía que volver hasta media tarde. Pues yo llamo a los gitanos, me abren, y yo hecha una magdalena, les digo si me dejan pasar, que estoy muy malita, que me he querido tirar, que me encuentro muy mal.¡BUAAAAAAAAAA!!!. Yo que no soy llorica, entonces me salió toda la tensión acumulada y les conté todo. Me abrazaron, me besaron, me ofrecieron comida y bebida; en fin, se portaron estupendamente conmigo. Y dejaron verde al pobre Paco, que no tenía culpa de nada. "-¡Pero qué sinvergüenza de hombre!"-decían.- La deja así, a la pobre...". Yo le defendía, porque la verdad es que bastante hacía con aguantarme mis neuras, pero nada, que desde entonces le miran como si fuese Landrú o Jack el Destripador.
Y así terminó mi conato de suicidio, que por suerte no llevé a cabo. Le debo la vida a una gata y a una familia gitana catalana. Cuando los vecinos hablan mal de ellos, a veces con razón, yo siempre dijo: "Sí, pero conmigo se han portado muy bien..."
Al César lo que es del César.
Lo que yo quiero que quede claro de este rollo autocompasivo que acabo de escribir,es que si me lee algún presunto suicida, o que lo pueda ser algún día, no lo haga, pues siempre vienen tiempos mejores.Yo no lo creía, y sin embargo, aquello tan largo y terrible pasó, como pasa todo.Aunque os suicidéis bien y conforme a las normas, estáis cometiendo un error. Y si lo haceis mal y poniéndoos en ridículo, también.Una buena muerte puede redimir una mala vida. (o estúpida). Mirad al rey Luis XVI,por ejemplo, que fué un cornudo, tonto, débil, apático y no poseía ninguna cualidad visible. Pues fué a la guillotina con tanto estoicismo que se ganó el respeto hasta de sus enemigos. Yo siempre he pensado que fué porque era uno de esos tipos a quienes le pinchas y no le sacas sangre, pero en un caso como éste, más vale así.
¡Pero de suicidarse nada, ¿eh?. Que de asesinarnos ya se encarga muy bien la vida!.
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