domingo, 17 de octubre de 2010
Sócrates y sus cosas
El más grande filósofo de la antigüedad no escribió nunca ni un solo libro. Se dice que no sabía ni siquiera leer ni escribir, pero pese a ello sus discípulos, y tuvo muchos, han dejado para la posteridad el relato de sus doctrinas.
Era hijo de un escultor y una comadrona y afirmaba que de su madre había recibido la misión de ayudar a parir, ya que no hijos, sí ideas. Mediante preguntas y más preguntas en un severo y ordenado diálogo , Sócrates llevaba a sus oyentes a descubrir las grandes verdades de la filosofía. Uno de sus discípulos, Platón, escribió:
-Doy gracias a los dioses de haber nacido griego y no bárbaro, hombre y no mujer, libre y no esclavo, pero, sobre todo, les agradezco haber nacido en el siglo de Sócrates.
No es éste el lugar adecuado para hablar de la filosofia socrática, esto se puede encontrar en la Wikipedia o en cualquier libro sobre filosofía occidental. Pero Sócrates es una mina de muy buenas anecdotas. Algunas están extraídas de los libros de Platón y Jenofonte, que fueron discípulos suyos; otras, en cambio, proceden de Diógenes Laercio, Plutarco y otros autores de la antigüedad.
Sócrates dijo un día a sus amigos:
-En mi vida he tenido que luchar contra tres grandes males: La oratoria, la pobreza y una mujer. Pero la reflexión me salvó de la primera, la fortuna de la segunda. En cuanto a la tercera, desgraciadamente, el matrimonio me tiene ligado a ella.(En aquel tiempo podían ser muy sabios, pero eran muy misóginos también. Y muy demócratas, pero conservaban la esclavitud. Gracia inventó la democracia, pero a su manera...)
La esposa de Sócrates se llamaba Jantipa, mujer de áspero carácter y muy irritable. Sócrates decía que la había tomado por esposa precisamente por ello, pues, conociendo su carácter, se había habituado a tolerarla pacientemente con la idea de llegar a la perfección en el dominio de sí mismo y saber tratar con cualquier persona de difícil carácter.
Un día, cansado de la bronca interminable que le dedicaba Jantipa, para no oírla más salió de su casa y se sentó en un escalón de la puerta, pero Jantipa, irritada por no haber podido desahogarse con su marido, se vengó vaciando un orinal sobre su cabeza. Sócrates no dijo más que:
-Después de tanto tronar no es extraño que ahora llueva.
Su discípulo Alcibíades le preguntó si no se cansaba de aguantar siempre los gritos de su mujer, a lo que respondió:
-Estoy tan habituado a ello que sus gritos no me hacen mayor efecto que los chirridos de la rueda de un carro.
Un día que el filósofo estaba comiendo con uno de sus amigos, Jantipa, que tenía uno de sus días malos, que eran casi todos, tiró por el suelo todos los platos y vasos que estaban sobre la mesa. El amigo, indignado, se levantó e hizo ademán de marcharse, pero Sócrates lo tomó por el brazo diciéndole:
-¿Por qué te indignas?. Ayer, cuando estaba comiendo en tu casa, una de tus gallinas se subió a la mesa y derribó los vasos y los platos con la comida. ¿No nos reímos todos?. Pues rie también ahora,pues la cosa es la misma.
Quizá por ello, cuando se le preguntó si era buena cosa el casarse, el filósofo respondió:
-Te cases o no te cases, te arrepentirás lo mismo.
Un día Alcibíades tenía que pronunciar un discurso en la Asamblea y estaba nervioso y tenía miedo de enfrentarse con el público. Sócrates le dijo:
-Oye, Alcibíades, ¿tendrías miedo de hablar con el carpintero Aristón o con el zapatero Leandro?
-Claro que no.
-Entonces, ¿por qué te preocupa hablarles cuando están juntos?
Sócrates había empezado por ser escultor como su padre y parece que no se le daba mal, pero lo dejó pronto diciendo:
-Me parece una gran tontería que un hombre pierda tanto tiempo para dar a un pedazo de piedra forma humana cuando la mayor parte de los hombres hacen todo lo posible para parecer trozos de piedra.
Puso el mayor cuidado en vencer los impulsos de la ira. Una vez un esclavo le irritó y el filósofo le dijo:
-Si no estuviese irritado y colérico te pegaría.
Un día encontró un joven que por su fisonomía le parecio inteligente, bueno y modesto.Le paro, y según su costumbre , empezó a interrogarle:
-¿Dónde se encuentran las cosas para el sostenimiento de la vida?
-En el mercado.
-Muy bien, pero ¿dónde se aprende a ser bueno y virtuoso?
-No lo sé.
-Pues bien, de las dos cosas que te he preguntado, la segunda es más importante que la primera. Ven conmigo y te lo enseñaré.
El joven, que se llamaba Jenofonte, le hizo caso y le siguió. Fué uno de los más grandes discípulos de Sócrates y después de la muerte del filósofo escribió su Apología y unos Recuerdos de Sócrates que han llegado hasta nuestros días.
Un día, mientras estaba hablando con sus discípulos, Platón le dijo:
-Maestro, ayer obraste mal riñendo a un siervo en presencia de todos. ¿No hubiese sido mejor reñirle a solas?
-Es verdad, y tú hubieses obrado mejor diciéndome esto a solas.
Cuando le hablaban del amor a la Patria, el gran filósofo respondía:
-Yo soy ciudadano del Universo.
El fílósofo Antístenes hacía gala de su pobreza y su desprecio por las riquezas.Sócrates se dió un dia cuenta de que Antístenes se colocaba de tal forma la ropa para que quedasen bien a la vista sus agujeros y desgarrones. Sócrates, sonriendo, le dijo:
-Antístenes, a través de los agujeros de tu capa se ve tu orgullo.
Sus discípulos cierta vez se irritaron porque un individuo a quien Sócrates había saludado no había respondido al saludo.
-¿Por qué or irritáis al ver que vuestro maestro es más educado que él?
Alguien preguntó a Sócrates por qué cada día caminaba tanto.
-Así preparo la mejor salsa para mis comidas, es decir, el apetito.
Como se ve, la vida privada de Sócrates era un ejemplo de sabiduría. En aquella epoca en que pululaban los sofistas que se creían poseedores de la filosofía- Sofos en griego significa sabiduría- Sócrates preparó el camino para los que, más modestamente, se llamaban filósofos, es decir, simplemente, amigos de la sabiduría.
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