lunes, 31 de enero de 2011
Auschwitz
Dicen que la muerte es el mayor espectáculo del mundo. La población de Oświęcim (nombre polaco de Auschwitz) está a unos 60 km de Cracovia. Las carreteras polacas son estrechas y el tráfico es lento. En todas las guías turísticas figura con la máxima calificación –tres estrellas en la Michelin, por ejemplo–, como la torre Eiffel o las cataratas del Niágara.
Hay, además, razones familiares, históricas y políticas para que muchas personas quieran visitar los campos -KL Auschwitz I y KL Auschwitz II-Birkenau, en la terminología nazi. La favorable cotización del zloty polaco respecto del euro (4 a 1) y los moderados precios de alojamientos, restaurantes y transportes incrementa notablemente la cantidad de visitantes al país y a sus ciudades y atracciones turísticas.
Así, pues, al llegar a Auschwitz uno se encuentra una multitud en la entrada del campo principal deambulando en torno de guías que dividían a los visitantes según el idioma que hablaran: inglés, alemán, español, ruso o francés, pero puede ser que hubiera otro. No sólo murieron udíos en los campos, sino gitanos, españoles, polacos, rusos, etc.
Sobre la puerta de entrada, hay un letrero que está en todos los campos de concentración nazis: "Arbeit macht frei" (el trabajo hace libre), lo que es una cruel ironía. Yo estuve hace años en el de Matthausen, en Austria, y también está el letrerito de marras. En éste es en donde más españoles hubo, y fuera de las altas murallas hay docenas de monumentos, uno por cada una de las nacionalidades que allí perecieron.
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