jueves, 13 de enero de 2011

Historia de la laca de uñas



La costumbre de pintarse las uñas y los dedos con alheña era común en Egipto hacia 3.000 a.C.Sin embargo, se cree que la pintura en su forma actual se originó en China, donde el color de las uñas de la persona indicaba su rango social.
En el tercer milenio a.C., los chinos combinaban ya goma arábiga, clara de huevo, gelatina y cera de abejas pata preparar barnices, esmaltes y lacas. Segín un manuscrito Ming del s. XV, durante siglos los colores reales para las uñas fueron el negro y el rojo, aunque en tiempos anteriores,durante la dinastía Chou (600 a.C.)el oro y la plata fueron prerrogativa real.
También entre los egipcios el color de las uñas reflejaba el rango social, y se pintaban con matices rojizos en las puntas. La reina Nefertiti, esposa del rey hereje Ikhnaton, se pintaba las uñas de las manos y los pies de un rojo rubí, y Cleopatra era partidaria de un rojo oscuro de óxido. A las mujeres de rango inferior solo se les permitían tonalidades pálidas, y a ninguna se le hubiera ocurrido imitar el color lucido por la reina... o el rey, puesto que también los hombres se pintaban las uñas.
Esta costumbre la observaban sobre todo los guerreros de alto rango. Antes de una batalla, los jefes militares egipcios y babilonios, así como los romanos en una primera época, pasaban horas enteras haciéndose lacar y rizar los cabellos, y pintándose las uñas con el mismo tono que los labios.
Estos cuidados prestados desde antiguos a las uñas de manos y pies sugiere a los historiadores de la cosmética que la manicura era ya un arte bien arraigado, y esta creencia se ve apoyada por numerosos artefactos. Las excavaciones practicadas en las tumbas reales de Ur, en el sur de Babilonia, revelaron un juego de manicura que contenía numerosas piezas de oro macizo, propiedad sin duda de un próspero noble babilonio que vivió hace unos 4.000 años. Unas uñas bien cuidadas se convirtieron en un símbolo de cultura y de civilización y en medio para distinguir al miembro del pueblo llano, acostumbrado a trabajar, del ocioso aristócrata.

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