lunes, 3 de enero de 2011

La ruta submarina del polo norte



La aventura de conquistar el Polo Norte siempre ha formado parte de la ambición humana por superar retos que parecen imposibles. Ya lo había logrado Robert Peary cuando en 1909 se convirtió en el primero en alcanzar este punto de la Tierra, o en sus antípodas, Roald Amundsen cuando en el año 1911 llevó a cabo la conquista del Polo Sur.

Años después, en plena Guerra Fría, la zona situada en el Ártico se convirtió en el lugar perfecto para espiar y trasladarse de Estados Unidos a la por entonces URSS y viceversa, en lo que fue una auténtica guerra oculta que utilizaba este océano situado entre ambas superpotencias. Se contaba para ello con los submarinos nucleares pero con el importante obstáculo de los hielos polares.

Se hacía necesario encontrar una ruta submarina bajo los casquetes polares, y así muchos exploradores comenzaron a fijarse un nuevo objetivo.

Sir Huber Wilkins fue el primero en intentarlo. A bordo de un submarino, su intención era navegar bajo el hielo y aprovechar las polynyas (las zonas más delgadas del hielo) para salir a la superficie, utilizando para ello un espolón que había instalado en el submarino. Su gran error fue pensar que bajo la capa de hielo, la superficie era de un grosor continuo y homogéneo y que no tendría problemas para salir a la superficie. Nada más lejos de la realidad, pues bajo la superficie el hielo presenta irregularidades que obstaculizan un acercamiento normal de un submarino a su superficie.

Finalmente, la expedición terminó por abortar la operación, agobiados por las penurias.

La Segunda Guerra Mundial reimpulsó de nuevo las ganas de encontrar esa ruta submarina. Los alemanes incluso llegaron a esconder sus submarinos bajo los hielos cuando eran atacados en aquellas zonas árticas. Y fue la aparición de nuevos aparatos los que permitieron la navegación: brújulas y sonares más precisos, y sobre todo, la aparición del submarino atómico, clave en esta nueva conquista.

Fue el comandante William Anderson, el 3 de agosto de 1958, a bordo del submarino atómico norteamericano “Nautilus” el que consiguió, por primera vez, la hazaña de pasar bajo los casquetes del Polo Norte, atravesando el Ártico desde el Pacífico al Atlántico. Se había descubierto así la ruta submarina del Polo Norte y por ende, una puerta trasera contra el enemigo.

USS Nautilus

Tanto fue así que rusos y estadounidenses convirtieron el Ártico en un tablero de juegos de guerra donde la estrategia era vital para conocer y espiar a su enemigo. En poco tiempo, el Ártico, bajo sus hielos, se llenó de submarinos atómicos y fue tal la importancia política de esta zona que ahora el conocimiento de su fondo marino es muy alto gracias a los numerosos estudios que se hicieron y a la multitud de mapas que se trazaron.
Curiosamente, hoy día, aún los submarinos tanto de Rusia como de EEUU siguen circulando la ruta aunque ahora, supuestamente, en tareas meramente defensivas y de guardia.
Por cierto, aquel submarino “Nautilus” se puede visitar en el museo Submarine Force Library & Museum, en Groton, en Connecticut.

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