miércoles, 23 de febrero de 2011

Gente maniática





Yo he consultado antes de escribir esto con amigos y amiguetas, investigando si habían conocido a alguien con manías bizarras. Y me he asombrado al ver que los que decían que sí, me hablaban de fobias corrientes a más no poder, como la claustrofobia, la agorafobia (miedo a los espacios abiertos) y cosas resabidas por todo el mundo. Como yo he conocido un número así como exagerado para una sola vida -la mía- de gente maniática de las cosas más insospechadas, me ha dejado pensativa y he llegado a la conclusión de que Dios los cría y ellos se juntan (yo incluída), y que como tengo fama de un poco majara, yo también los atraigo, a toda clase de chiflados.
Por ejemplo, he conocido a DOS personas, DOS, con una fobia y un horror incontrolable a las aceitunas. Uno era un chico con el que salí algún tiempo, y otro un empresario de hostelería, que no podía ir a ningún bar, porque si veía al vecino comer aceitunas tenía que salirse fuera, y sobre todo, si veía los huesitos ya mondos, era capaz de tener un ataque de angustia tremendo. El novio ese mío raro, además de horrorizarse ante la vista de unas olivillas verdes y brillantes (que a mí me parecen de los más apetecible), también se ponía enfermo cuando veía un tomate. El hecho de cortar un tomate y ver las pepitas le hacía salir huyendo. Yo le decía que tampoco me apetecía comerme las pepitas y la pulpa de dentro, pero las tiraba y asunto solucionado. Pero no, el no podía ver un honesto tomate sin ponerse histérico. Yo creo que el hecho de haber conocido a dos personas con una fobia tan rara como es la de las aceitunas, ya descalabra todas las estadísticas, pero una pen-pal inglesa (eso de pen-pal es una manera cursi de referirse a una amistad por correo, antes que existieran los e-mails y demás), con la que me estuve escribiendo durante un par de años sin conocernos, en una de sus primeras cartas me dijo que, por favor, NUNCA, JAMÁS, se me ocurriera mandarle ninguna foto de un pájaro. Ni siquiera que pusiera en la carta un sello en que hubiera algún ave de cualquier tamaño y especie. Esta es la fobia más rara que he conocido, y no me atreví a preguntarle de qué le venía, que si de niña chica había visto, por ejemplo, la peli de Hitchcock "Los pájaros", y le había impactado en demasía, o que hubiera tenido algún episodio tremendo con algún aguila imperial, que de ella siendo bebé, se la habría querido llevar a su nido tomándola por un conejo. Hay que decir que la señora pajarofóbica vivía en el campo, en un pueblecito del sur de Inglaterra, con lo que lo debía pasar francamente mal.
Conocí también a un chico joven, que trabajaba en una agencia de viajes en el Aeropuerto, que odiaba a las flores. Yo no me lo creía cuando me lo dijo por primera vez. Por lo visto, su madre era una forofa de la jardinería, y debía tener un jardín precioso, pero el hijo odiaba las flores de su madre. Parece que aún lo estoy oyendo:
-¡Flores!¡qué asco, qué horror...!¡¡FLORES POR TODAS PARTES!!. ¡¡No lo soportoooo!!!
El hombre estaba consternado, pues era primavera y sufría mucho viendo tanto horror junto, y además en el jardín de su casa... Yo le preguntaba que por qué las odiaba de ese modo, pues eran bonitas y adornaban, es que no lo podía entender. Y me contestaba que no sabía explicarme, pero que las miraba y se ponía muy nervioso y le daban ganas de pisotearlas a todas. Yo le dije que si aún le tocara cavarlas, abonarlas, etc. lo comprendería, pero estas cosas las hacía como hobby su madre... pero era superior a él.No se puede razonar con un fóbico.
Yo puedo comprender la fobia a las serpientes o a las hormigas, aunque no las comparto, pero la fobia a las flores y a los pájaros la verad es que no.
Yo tenía una compañera de oficina que alardeaba de que detestaba el campo, que ella era "animal de asfalto". Pues qué bien. Y que le gustaba tanto el ruido y los olores de una gran ciudad. Tampoco quería saber nada de hierba, flores, pajaros y demás horrores con los que nos tortura la Naturaleza...
Hay fobias normalitas, por ejemplo, mi madre se la tenía al mar, que a mí tanto me gusta aunque una vez estuve a punto de ahogarme, por ser imprudente. Pues mi madre no lo podía ver, y solo iba a sitios en donde no lo había, y cuanto más tierra adentro, mejor.Decía que el mar estaba lleno de muertos, afirmación curiosa donde las haya, pues yo le contestaba que en la tierra había muchos más, pero no parecia convencida. Nunca aprendió a nadar. También hay bastante gente que tiene miedo a eso, "porque debajo nunca se sabe lo que hay, toda suerte de bicharracos peligrosos y horribles...". Pues yo cuando nado nunca pienso eso, además, si lo pienso, me digo que ellos van a lo suyo y yo a lo mío, y no nos molestamos nada. La única vez que me asusté fué nadando en Cuba, en la playa de Varadero, de aguas límpidas. Ya lo he contado, que estuve nadando, y cuando salí, en el mismo sitio donde estaba yo un minuto antes, ví una aleta de un tiburón de considerables dimensiones, y no volví a meterme en esas aguas...Pero yo tenía motivo, que los otros fóbicos no.En Mallorca hay años en que hay bastantes medusas en las playas, pero yo cuando lo sé, nado mirando hacia adelante, y si veo alguna la dejo pasar, le hago un quiebro, y en toda la vida jamás me ha picado nunguna. De chica casi le piso el rabo a una raya, y me podría haber producido una descarga eléctrica, pero como tengo unos ángeles custodios muy eficientes, nunca me pasó nada.
Y es que la gente no tiene fe, caray.
Desde luego, es que hay gente pa tó.

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