martes, 1 de marzo de 2011
Por qué me convertí al Islam
Yo sé distinguir bien entre religión y Dios. La religión y sus representantes son a veces hacedores de atroces barbaridades. Cuánta gente inocente ha muerto en las hogueras de la Inquisición, y también en atentados terroristas de extremistas islámicos. Ni el Cristianismo ni el Islam aprueban estas barbaridades, pero dan mala fama a las religiones que representan. Yo tuve que soportar oír un montón de estupideces de parte de curas catolicos y de las Teresianas cuando iba al colegio. Ahora me doy cuenta de que todo eran patrañas, pero cuando era una niña chica me lo creía todo, y me asustaron tanto que me echaron a perder la niñez. Unos años en que pudiera haber sido tan feliz, los pasé, entre mis enfermedades y el terror que aquellos malditos curas y monjas me metieron en el cuerpo,aterrorizada. Además para ellos solo había un Gran Pecado: La Lujuria.También se nos decía, asi como de paso, que no había que robar, y los demás,mas como que ya nos hacían aprender de memoria los 10 Mandamientos que recibió Moisés en el Sinaí,y los 7 pecados capitales: Soberbia, avaricia, lujuria,ira, pereza,gula y avaricia, se suponía que nos dábamos por enteradas.
Nunca se nos dijo, por ejemplo, que estaba mal criticar, poner verde al prójim@, mentir... Hasta nos enseñaban a mentir sin pecar, practicando lo que ellas llamaban "restricción mental", que consistía en que, mientras estabas diciendo una mentira de viva voz, por lo bajini o de pensamiento, pensabas "pero esto no es así", o cualquier chorrada parecida.
Acabé detestando, por no decir odiando, a la Iglesia Católica, a aquellos curas reprimidos y libidinosos que en el confesonario nos preguntaban, babeando, que "cuántas veces...", y cosas por el estilo. Y aquellos Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola, en los que un cura cabrón nos decía (sic): "¡Ahora, en este mismo momento, si os murieseis, todas, pero todas vosotras irías al infierno!". Esto nos lo dijeron de verdad en la capilla, no exagero un pelo. Nunca lo olvidaré. Llantos, una niña débil cayó al suelo, desmayada, y yo pensando que esta vez se habían pasado una barbaridad, porque me dí cuenta de que aquello era un disparate. Pero otras muchas cosas me las creía, y no podía desahogarme con nadie. El día de mi Primera Comunión, que fue en una capilla castrense, y con un cura castrense (como mi boda)fué uno de los días más tristes de mi vida, porque estaba convencida de que había comulgado en pecado mortal. Supongo que esto hara sonreír a muchos, pero para mí fué un drama, que arrastré muchos años. En las fotos de ese día se ve a todas las niñas invitadas al chocolate ,la mar de sonrientes y contentas, menos yo, que parecía el cordero pascual que llevaban al sacrificio. Vaya cara que pongo... ahora cuando miro esas imagenes me acuerdo de esa fecha: 18 de Julio.Nada menos. Hacía calor en la Base Aérea de Son San Juan, y yo con una cara de llevar a cuestas a todo el mal del Universo. Qué putada.
Iba a misa todos los domingos y fiestas de guardar, porque en mi casa íbamos todos. Yo iba con mi abuela. Ya estaba acostumbrada, y luego me llevaba a un kiosco de periódicos donde yo compraba algunas revistas que me gustaban, como "Florita" y "Hazañas Bélicas".
Cuando me casé dejé de frecuentar iglesias católicas, sobre todo desde que en una de ellas y yo confesándome, un cura me hizo proposiciones deshonestas. Recuerdo bien que ese día llevaba yo una tarta enorme, que había comprado antes de entrar en misa, porque no recuerdo qué celebrábamos. Bueno, pues yo con mi tarta me arrodillo en el confesonario, y empiezo a soltar trapo. Pues cual no sería mi sorpresa, que el cura empezó a decirme que él me consolaría si me encontraba sola, y hasta me citó para el día siguiente a las cinco de la tarde en la misma iglesia.Yo, que podía ser un poco idiota, pero aún no del todo, pensé: -"¡Este payo me quiere enredar!¡Si me está tirando los tejos!". Como, repito, estaba idiotizada por tanta religión católica en dosis masivas, no me levanté y me fuí enseguida con mi tarta,que hubiera sido lo suyo, sino que aguanté todo su rollo diciéndole a todo que sí, y, cuando terminó la misa, salí de aquel templo con mi tarta y mi dignidad.
No volví nunca a entrar en una iglesia católica. Aquella fué también mi última confesión.
Me casé, y como en la familia de Paco eran unos rojos descreídos, nunca volví a misa. Entonces ya mis padres no me controlaban, que si se entera mi madre, me monta un pollo que salimos en la prensa.
Pasaron los años, y hace unos cinco o seis -no recuerdo bien- estaba yo una calurosa tarde de agosto en mi actual casa, cuando, de repente, se me metió en el cerebro la idea de que me quería hacer musulmana. Nunca entenderé porque me dió ese repente, pues fué eso, un repente. No tenía nada planeado. Desde luego, conocía mejor que la mayor parte de la gente qué era el Islam, pero es que de siempre me había interesado mucho la historia de las religiones, y había pasado una época taoísta. Pero yo siempre había admirado a los musulmanes, sobre todo, por su fe de piedra berroqueña y su rabioso monoteísmo. A mí los católicos, con sus santos milagrosos, sus imágenes de vírgenes, unas más milagrosas que otras, e idem de idem con los cristos...aquí el Palma hay mucha devoción (bueno, ahora solo por parte de cuatro beatas)por el Cristo de la Sangre, y solo a ése, que está en la iglesia del Hospital. La devoción y la fe la tienen puesta en ése, y si es otro, no les sirve. Lo mismo que los aragoneses, mis paisanos, con la Virgen del Pilar, o los catalanes con la Virgen de Montserrat, etc.etc... pues a mí estas cosas me parecían barbaridades, y todos los adoradores de virgenes, cristos y santos, unos idólatras de tomo y lomo. Yo sabía bien que esto también lo pensaban los musulmanes, que además, a lo largo de la historia habían tenido el buen gusto de prohibir cualquier imagen, no ya de Dios, sino del Profeta Mohamed (Mahoma).Y se evitaron el que la gente se cachondeara del pobre Jesús, en aquellas estampitas de mi niñez en las que aparecía con el pelo y la barba rubia y rizada, labios pintados y mejillas sonrosadas..¡Qué espanto!.¡Aquelló SÍ que me escandalizaba a mí!. Y sin embargo, pensaba, los musulmanes no tienen de qué avergonzarse en este sentido...les envidiaba, hasta que decidí dejar de envidiarles y me convertí en una de ellos. También me gustaban porque las chicas no tenían que pasar por la degradante etapa de "pescar novio", que tenía castaña... Lo bien que me hubiera venido a mí tener una madre musulmana que me hubiera buscado un chico majo y moreno, que los árabes, muchos de ellos, están de toma pan y moja...En el Islam no hay solteronas. No hay que aguantar como antes risas y burlas porque no habían tenido la habilidad de "cazar" un novio...menos mal que el que cacé yo estaba muy bien y me ha dado buen resultado, pero fué porque Dios así lo quizo, cosa por la cual le estaré eternamente agradecida...
Y por si fuera poco, los musulmanes creen que los animales tienen alma, El papa polaco también lo dijo en una ocasión, pero como hay muchos intereses creados en que esto no se divulgue (peleteros, carniceros, etc.), estas declaraciones ocuparon solamente una casi invisible noticia en los periódicos.Y además, es pecado comerse corderos lechales y todo animal lechal.Casi como si se comiera uno a un recién nacido, que es lo que son. Recuerdo una cena de amigas, en que yo tenía delante a una muy gorda y tragona, que pidió una pierna de cordero lechal y a mí me dio la noche, porque ver aquello tan pequeño, me parecía un infanticidio. Ahora hace tiempo que no como tampoco solomillo de ternera, y carne, solo de pollo y poca. Porque no me agrada comerme un trozo de un animal que haya tenido ojos con los que hubiera podido mirarme...
Por todas estas cosas y muchas más, yo estaba destinada a convertirme el Islam, donde uno de los peores pecados, -que me sorprendió mucho al enterarme- era hablar mal de los ausentes. Vaya, igual que con las chicas cristianas, que cuando te dabas la espalda, ya te estaban desollando viva...como que entre las féminas que van a la mezquita y donde tengo buenas amigas, eso está muy mal visto y nadie dice nada de la que se va, una se puede marchar con la seguridad de que no te estarán despellejando.
Esto podría ser más largo, pero creo que ya he expresado muchas cosas. Pero quizás la más importante por la que me convertí en musulmana, es que yo estaba perdiendo la fe y la confianza en Dios, cosa que no me sentaba nada bien y que mis amigos ateos, si me leen, nunca entenderán. Pero yo sabía que la fe es contagiosa. Por eso,entre los musulmanes la he recuperado, y contentísima que estoy. No voy aquí a explicar cosas que solo las guardo para mí,pero la verdad es que me ha ido y me va mucho mejor todo desde aquella tórrida tarde de agosto, en que llamé a la puerta de la mezquita, solicitando convertirme al Islam. Salió Abdul, que es algo así como el sacristán, que se cuida del templo, y una mujer, Amina, que ahora es mi amiga. Me tomo el juramento. Nos pusimos las dos de rodillas la una frente a la otra, con Abdul como testigo, y yo dije en árabe: "Doy testimonio de que no hay más que un Dios y Mohammed es su profeta".
Ya estaba. Me dijeron: "Con este juramento te son borrados todos los pecados de tu vida pasada".
Yo me fuí a casa más contenta que unas pascuas, por decirlo de alguna manera.
Algunas amigas creyeron que lo hacía para ser extravagante, y otras me insinuaron que había pecado gravemente.
Jajajajaaaaaaaaaa.....
Buenas!!!
ResponderEliminarEl que quiere opinar, opina y punto, pero el que opina bien, es el que ha recogido la mejor información. Visitanos.
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