miércoles, 23 de marzo de 2011
Reflexiones bobitas en una tarde de primavera
La primavera ha venido y yo sí sé por qué ha sido: Porque ya ha pasado el 21 de marzo, que es el equinoccio de primavera. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan, y la sangre se altera. ¿Por qué será que los tópicos son siempre verdad?. Supongo que por eso son tópicos.
Todo lo anterior no es más que una forma boba como otra cualquiera de empezar a escribir algo que no sé como voy a continuar y menos cómo lo terminaré. Pero yo a veces lo hago. Me entra la furia escribidora aunque no tenga mucho que decir, y a veces, escribiendo y ensuciando papel salen cosas. Me ocurre a veces que no puedo acudir al ordenata y apunto las ideas en un cuadernito, pero si pasa el momento, aquello que anoté ya no significa nada para mí. No sé que escritor, decía que la inspiración tiene que cogerte escribiendo, pero no estoy muy de acuerdo. Solo en parte. Porque a mí cuando se me ocurre algo siento ese ramalazo interno que me acucia para ponerme a teclear,y si no tecleo enseguida, la ocasión está perdida. El momento mágico pasó y con él lo que pudiera haber sido algo interesante, y los dos se van al limbo de las frases perdidas, de los escritos que pudieron haber sido pero abortaron antes de nacer. Yo muchas veces, y aunque no venga mucho a cuento, pienso en qué habría podido escribir García Lorca si no lo hubiesen asesinado. O tal vez tenía que ser así. Que dejase lo que dejó. Quizá fué perfecto que solo escribiese lo que escribió.
Yo creo en el destino, y de ninguna manera en la casualidad. Creo que todo lo que sucede, ocurre porque así debe ser. Todo está escrito en el Gran Libro.
Me choca y me da risa y pena cuando leo u oigo a alguien quejarse de que las ilusiones de su juventud no se han cumplido, que se va de este mundo -como decía el plasta de Gil de Biedma- (lo siento, no me gusta ese señor, por muy izquierdoso que fuera), como decía, el Gil,prosigo, que cuando joven tenía ilusión y quería hacer grandes cosas en la vida, pero en su ocaso se daba cuenta de que la vida no había sido más que una mala obra de teatro, y él un extra pasajero. No lo dice con estas palabras exactas, pero vaya. Se le entiende todo.
Pues yo no puedo decir lo mismo. Primero, yo nunca me hice ilusiones respecto a nada. Cuando era pequeña lo único que hacía era sobrevivir,en un ambiente desfavorable, con unas educadoras nefastas y era bastante desgraciada. Solo en verano, cuando iba al mar, me sentía feliz. Y cuando leía novelas. Pero no tuve una niñez dichosa y no me daba cuenta. Yo creía que la vida era así, un valle de lágrimas, como dice la Salve. Además, la mayor parte del tiempo lo pasé enferma, sin amigas y mi único consuelo eran los gatos y los libros. Por eso les tengo tanto cariño a ambos.
Tampoco tuve nunca vocación de nada. Todas mis compañeras de colegio, o querían ser monjas, o azafatas o madres de familia. Yo, nada de nada. Las únicas vocaciones que tuve me estaban vedadas entonces: Me hubiera gustado mucho ser marino mercante o farero. Cuando se lo decía a mi padre ,lo de ser marino-a me decía que no podía, porque había que saber mucha trigonometría. Y yo para los números soy un desastre. Y lo de farera era como imposible. Cuando fuí algo mayorcita yo sólo le pedía a Dios que encontrase un buen marido, que estuviese bueno y cachas y que me quisiese, pero de hijos nada. Mi fibra maternal ha sido siempre escasa y paupérrima.Esto debo haberlo heredado de mi madre. Yo cuando leía aquello que decían las feministas al principio de "¡Hijos sí, maridos no!", es que no podía entenderlo. Me parecía que tenía que ser al revés. Bueno, la verdad es que mis amigas feministas siempre me han dicho que yo era una feminista de pacotilla, y tienen razón. No me gusta nada el machismo, pero los hombres una barbaridad. Las que no me gustan nada son las mujeres. Yo siempre he pensado que si hubiera nacido chico hubiera sido marica, pues ésos sí tienen buen gusto para los hombres, más que las mujeres. A los gays les gustan cachas, como a mí. Y a la mayoría de mis amigas de entonces le gustaban los chicos con los que se podían sentir maternales, cosa que a mí no me ilusionaba nada. Hélas, hélas, hélas...
Pues sí, como nunca he tenido ilusiones, la vida no me ha desilusionado nada, sino al contrario: Me he divertido muchísimo. He tenido una vida entretenida, y espero que también lo sea el cacho que aún me queda. Que sea light, porfa, Dios. Yo ahora solo aspiro a la tranquilidad. Cuando era más joven me chiflaba meterme en líos políticosociales, y de todo tipo. Ahora, después de pasar por el quirófano unas cuantas veces, y de casi quedarme viuda por un infarto de Paco, solo le pido a la vida paz.
Pero la vida es una caja de sorpresas hasta el final...
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