lunes, 9 de mayo de 2011

A veces escribo cuentos de miedo...que son muy reales

Hostes antica...estas dos palabras le obsesionaban. En latín querían decir: "El enemigo antiguo", y era la forma que tenían los romanos para designar a los demonios. El los conocía desde niño, cuando aún no sabía quienes eran, pero los distinguía, aunque no era ésa la palabra adecuada, los sentía y veía alguna cosa que hacía que supiera que "ellos" estaban allí. Sobre todo en aquella época en que era un niño de poco más de seis años y estaba muy enfermo en cama. Veía cosas que los demás no podían, y cuando se refería a "ellos" era obligado a callar o le miraban con preocupación. "Aquello" supo después que no eran alucinaciones , o precisamente sí, porque ¿qué otra cosa que esa presencia temida, de la que no se osa hablar, son las alucinaciones de alguien que está prometido a la muerte?.
Ahora era un hombre y sabía qué había sido aquello que le había aterrorizado en aquella noche en que su vida se jugaba, en que estuvo a punto de entrar en el túnel oscuro, de subir a la barca que atraviesa la laguna negra.
Estaba delante de la máquina de escribir y trataba de concentrarse en plasmar en el papel un montón de sensaciones, de vivencias viejas y nuevas, pero que eran siempre variaciones sobre el mismo tema, la hostes antica. No recordaba muy bien su latín del bachillerato, las declinaciones se le habían olvidado un poco, y no estaba seguro de emplear los casos como era debido.
Sabía muchas cosas sobre estas fuerzas que la gente pretende ignorar. A él siempre le habían atraído, no sabía por qué. Y de adolescente y de adulto, al leer libros sobre estas materias, había descubierto con sorpresa que lo que en ellos se decía él ya lo sabía, sin que nadie se lo hubiese enseñado. Ahora reía cuando pensaba que había creído, o mejor dicho sentido, que este conocimiento le venía incluso de antes de su nacimiento. De que había tenido encuentros tremendos con esas potencias mucho antes de ser quien era. ¿Y por qué no? ¿Por qué se ha de reír de semejante posibilidad?. Nada sabemos. Las posibilidades del Universo son infinitas y solo vemos una parte pequeña. Pero él sabía que veía, o mejor dicho conocía, más que el común de la gente. Esto a veces le asustaba,y siempre le enorgullecía. Mas nunca traspasó la frontera peligrosa de las cosas invisibles y potentes tantas veces presentidas. Excepto una vez, y luego le ocurrieron cosas que siempre pensó que habían sido consecuencia de aquella imprudencia.
Seguía delante de la máquina de escribir , y las ideas que hacían mover sin vacilación sus dedos, como si alguien los dirigiese, no venían. Solo podía pensar en aquellas vivencias que no se podían contar a nadie, a riesgo de le que le tomasen por loco. La gente solo ve lo que quiere ver, y lo que le desagrada lo rechaza o lo ridiculiza. Pero él quería ver, más de una vez había abierto la caja de los truenos y le había costado serios disgustos y problemas que a nadie podían ser contados.
El miedo era lo peor. En el sentido que era lo único que le hacía vulnerable ante el enemigo antiguo. Y éste lo sabía. Y era más viejo que él, muchísimo más viejo, y rondaba alrededor de su máquina de escribir impidiéndole expresarse y construir una emocionante y complicada historia, que interesaría a cuantos la leyesen.
De pronto le invadió el pánico. Un ruido procedente de la cocina le pareció un aviso para que cesase aquel ¿peligroso? ejercicio.Asustado, quitó el papel de la máquina con gesto rápido y decidió dejar para mejor ocasión , preferiblemente con luz de sol, la construcción de su cuento de miedo. Pero ¿acaso pueden escribirse relatos de terror con luz de sol?.¿Y por qué no?. La hueste no duerme ni de noche ni de día, y puede estar debajo de una flor de la misma forma que en el más oscuro rincón. La única forma de acorazarse es no tener miedo, se decía, con los codos apoyados en la máquina de escribir, y sin haber podido ni imaginar un título para su relato, contrariado, pues normalmente se le ocurrían varios muy buenos cuando hacía cuentos de otro tipo.
Pero esta vez era distinto.
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Video no apto para menores o para mayores impresionables.
(Pero la verdad es que es una chuminada)
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