lunes, 8 de agosto de 2011

Las lenguas de doble filo...


Los monárquicos piden a don Felipe que ponga a Letizia en su sitio o que se cambie la Constitución para que reine Elena.

Su Majestad el Rey Juan Carlos I está cansado. La operación a la que fue sometido en Barcelona le dejó muy mermado. Aquejado de sordera, no sólo debe seguir un régimen severísimo, sino que le han prohibido fumar, lo que peor lleva. El tratamiento al que le someten es duro y la dieta que le marcan resulta imposible de soportar. Y todo ello, naturalmente, habiendo dicho adiós a la caza, el esquí y la navegación, sus diversiones más queridas.

Conclusión: casi a escondidas del interesado, se preparan cambios en la Casa Real que, cada vez más, será más la Casa del Príncipe. La agenda de Felipe de Borbón y Grecia, heredero al Trono, se potenció tras el otoño. Y todo ello sin que hayan mejorado las relaciones entre padre e hijo, desde el matrimonio del heredero con Letizia Ortiz Rocasolano. Este es el verdadero problema. Doña Letizia no es que haya desbancado a SM la Reina, doña Sofía, es que no se entiende ni con el Rey ni con sus cuñadas, las infantas Elena y Cristina.

El verano pasado fue el peor que recuerda el Rey. Letizia Ortiz no permite que sus hijas Leonor y Sofía vean a sus primos. Cuando se enteró de que llegaban la infanta Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarín, acompañada de sus cuatro hijas, se llevó a las infantas Leonor y Sofía a Madrid y volvió para hacerse la foto con Michelle Obama, una instantánea que la esposa del heredero no se habría perdido por nada del mundo. En otras palabras, con su altanería, Letizia Ortiz ha traído la crisis a la Monarquía. La situación es cada día más insostenible.

Quienes predijeron que doña Letizia podría convertirse en una nueva Lady Di, verdadera carcoma de la Corona británica, aciertan cada día más. En primavera lo dejó claro ante un círculo que era algo más amplio que el de la amistad: “Yo seré la Reina de España, y mi hija me sucederá”. Un gran error, dado que ella será la Reina consorte, su hija Leonor, sí será la titular del Trono… si es que su madre no lo malogra.

Primer síntoma: doña Elena y doña Cristina han dejado de formar parte de la agenda de la Zarzuela. No sólo eso: a medida que se aproxima el momento de la sucesión, doña Letizia se apoya más en el Grupo PRISA, su principal valedor y filtra las noticias que le interesan a través de la agencia EFE, donde cuenta con una amiga personal.

Eso no es incompatible con su maltrato a los periodistas que cubren la información de la Casa Real. Cuando uno de ellos le preguntó qué tal pasaba las vacaciones, respondió: ¿A ti te parece esto unas vacaciones privadas? Al parecer, SAR ha olvidado que para ser Reina de España debe renunciar a su privacidad.

No sólo eso. La asturiana parece no tener miedo en repetir la historia de Lady Di: reina consorte, centro de atención, a pesar de estar divorciada del Príncipe Carlos. De hecho, una vez ha dado dos herederas al Trono, su estatus está protegido.

Que doña Letizia manda ya en palacio no es ninguna noticia. Sí lo es que haya expulsado de La Zarzuela a sus cuñados y sobrinos.

A partir de ahí, los monárquicos han reaccionado por una doble vía. Algunos, hartos de la arrogancia de doña Letizia se han vuelto elenistas, partidarios de que sea la primogénita, la Princesa Elena, quien sea nombrada sucesora. Si la prevalencia del varón debe ser eliminada de la Constitución, que se elimine ahora mismo. Sería una reina más popular que su hermano, sin duda. La conocida como Sentencia Pedro J. Ramírez, por la que su esposa, la diseñadora Agatha Ruiz de la Prada, ha recibido el título nobiliario de su hermano menor.

Para otros, no hay que forzar un cambio constitucional: se trata de que don Felipe de Borbón meta en vereda a su esposa, es decir, le explique lo que es: una futura reina consorte. Entre los que promueven esta salida figura Esperanza Aguirre. Su editor favorito, Julio Ariza, ha aprovechado su semanario Época para lanzar una andanada contra doña Letizia en agosto, que se quedará en minucia con el número que se prepara para septiembre.

Políticamente, a Rajoy la monarquía le importa un pimiento, mientras Zapatero, como toda la progresía, está encantado con la preponderancia de doña Letizia y la sumisión de don Felipe, porque su cada vez más próximo acceso al Trono prefigura una monarquía marcada por el laicismo. Ya se sabe la impronta que, ya como heredero, ha dado Felipe de Borbón a su gestión: la señal de su mandato consistirá en alejarse lo más posible de la Iglesia, con todo tipo de gestos, que ya practica, como el de suprimir la presencia de sacerdotes en todos los actos públicos que preside. Para don Felipe, influido por su esposa, ésta es la única forma de que las nuevas generaciones acepten una institución que él mismo cree caduca: la monarquía.

Estas fueron las ‘meteduras de pata’ de Letiziaz en 2010:

-”No, es que a mí me traen las sales de Japón” (en un stand de productos de cosmética de alta gama)

-”Vaya, todo el mundo mirando en lugar de trabajar” (en el mismo sitio)

-”Sí, para que me manchéis el pelo de grasa” (cuando le ofrecían un tratamiento de estética)

-”No nos hacemos fotos” (a la entrada de una función teatral).

-”Mis hijas lo entienden todo porque hablan un inglés perfecto” (en la misma función)

Hace unos días, Letizia Ortiz amonestó públicamente al principe consorte cuando se paró a saludar a un concejal de La Coruña: “Si te paras con cualquiera, no vamos a acabar nunca”, le espetó la ex periodista ante la incredulidad del edil coruñés.

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