La primera vez que oí hablar de Dolores fue cuando iba al colegio. Tuve la desgracia de “educarme” en las Teresianas, de infausto recuerdo, y a veces les gustaba contarnos las atrocidades que habían vivido ellas o sus familiares a manos de “las hordas rojas”. A mí estas historias de batallitas me encantaban y como odiaba cordialmente a mis profesoras me alegraba de que las hubiesen puteado, y pensaba que era una lástima que no las hubiesen fusilado y así no hubiera tenido que aguantarlas.
Pero cuando se ponían rojas de santa cólera es cuando nos hablaban de un demonio llamado “La Pasionaria”. –Mujer mala- decían. Todas sabíamos lo que estas palabras implicaban. Y nos describían una señora melena negra al viento, arengando a los milicianos en las trincheras, sedienta de sangre y con el fusil al hombro.
A mí este cuadro me parecía de lo más atractivo, pobre niña de posguerra aburrida, maniatada, censurada y amordazada. Tanto tiro y tanta melena al viento y tanta sangre me parecía una aventura fantástica, y pensaba que qué pena que aquella gente tan marchosa hubiese perdido la guerra y la hubiesen ganado las momias conservadas en naftalina que tenía que aguantar a diario.
Alguien dijo que los más bellos elogios a Pasionaria los hicieron sus enemigos, y creo que es cierto. A veces a las palabras del odio se les sale el tiro por la culata y en vez de un insulto les sale el retrato más hermoso.
Cuando vi, años después, un retrato de la verdadera Dolores, no me desilusionó. Supuse que se desmelenaba en privado, pero el moño no se parecía en nada al de las Teresianas (ahora se llaman del Padre Poveda…), o así yo lo veía, y su cara mucho menos. Entonces comprendí que me habían robado la juventud, la infancia y otras cosas irrecuperables.
Dolores Ibarruri sufrió, pero estaba viva. Mis repugnantes Teresianas no sé si sufrían o no, me traía al fresco, pero estaban ya muertas en vida. Cuando se ha tenido una existencia como la de Dolores se puede morir en paz. Cuando se lucha por algo no se deprime uno. Cuando se cree en algo no se droga uno. Y cuando se pasa mal por eso se está vivo, que es lo más importante. Pero ella tuvo la suerte de estar viva cuando estaba en este mundo, y de seguir estándolo ahora, porque pertenece a la Historia.
¡Qué privilegiada!
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