domingo, 15 de abril de 2012

No saben vivir sin pegar tiros


El rey celebra a su manera el Día de la República, rompiéndose la cadera por tres sitios en una cacería de elefantes.
Poco ejemplar.
Mientras, su nieto, Froilán del Todos los Santos, también está ingresado en una clínica por destrozarse un pie de un disparo de escopeta. Poco ejemplar.
Urdangarín dice que es inocente, y que no sabe nada. Poco ejemplar.
¿Pero qué les pasa a los Borbones que no pueden vivir sin pegar tiros, a sí mismos o a otros?. Hace tiempo, cuando el rey era muy joven, trasteando con una escopeta, se cargó a su hermano menor.Entonces se dijo que habia sido un accidente de caza, pero no era verdad. Jugaban con una escopeta que el inconsciente de su padre, D. Juan., había dejado a su alcance. Parecido a lo que hizo el Marichalar con su chico, dejando que un niño manipulase una escopeta cargada.
¿Es que no escarmientan?
Esta mañana, la infanta Elena, ha ido de clínica en clínica, visitando a su hijo y a su padre, ingresados por tiro de escopeta el primero, y rotura de cadera por tiro de rifle al matar un elefante y dos búfalos cafre.
¿Quiénes son aquí los cafres?
¡Viva la república!
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La bala del calibre 22 que acabó con la vida del hermano del rey Juan Carlos
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La bala del calibre 22 que acabó con la vida del hermano del rey Juan Carlos
El rey Juan Carlos junto a su hermano, en 1951 (I. C.) (De "Vanitatis")

Juanito llevaba tres meses en la Academia de Zaragoza, donde le acababan de explicar en clase (...) la técnica del uso de las pistolas. Y alguien le regaló una Long Automatic Star de calibre 22, un arma preciosa que parecía de juguete y que se consideraba inofensiva a una distancia prudencial.

Fue precisamente esta "inofensiva" pistola la que cercenó la infancia de don Juan Carlos, "aquel niño sin niñez", según desvela en Despídete de tu madre y serás rey el periodista Abel Hernández (autor, entre otros, de Suárez y el Rey o Don Juan y Juanito). Aquel Jueves Santo de 1956, en Villa Giralda, moría su hermano pequeño, Alfonso. "Es un capítulo de su vida que se ha contado muchas veces. Se sabe que el arma la tenía el rey, que fue un accidente y que nunca fue igual en esa familia a partir de aquel momento.

Cuando ocurre aquello, ninguno de los dos hermanos es ya un niño, pero se comportaban aún como niños, con juegos y peleas de niños (...). Juanito, con mucho sigilo, le enseña a su hermano pequeño la preciosa pistola que lleva en el bolsillo. A partir de entonces, se convierte en un objeto de culto y verdadero objeto del deseo para los dos (...). En Villa Giralda, no paran de pelearse en aquellos días lluviosos y aburridos, hasta el punto de que don Juan les suelta más de una bofetada cuando se ponen inaguantables y les quita el arma.

En este punto, Abel Hernández aclara que el padre del actual monarca trataba a Juanito con una "dureza extrema. Lo hacía a propósito. Y aunque nunca se rompe el afecto entre ellos, sacrifica a su hijo, que se convierte en el peón de Franco y Don Juan y busca continuamente la figura de su padre. Lo hizo con la mejor fe, pero es cierto que Don Juan le educó en una dureza especial y sin pedirle opinión jamás. Debería haber sido más humano. Con Alfonsito era diferente, porque sentía una especial debilidad por él porque era muy listo y congeniaban muy bien. Además, como no tenía el peso de la responsabilidad, vivía más libremente", reconoce.

Alfonsito se las arregla para comprar balas en una armería, sin sospechar que compraba su propia muerte (...). Pero el peligroso entretenimiento dura poco (...). Don Juan, muy enfadado, les quita la pistola y la esconde bajo llave en un cajón de su despacho (...). Piden insistentemente la pistola a Doña María. "No es para disparar, mami, sólo para verla". Harta de tanto ruego, busca la llave del secreter en la chaqueta de su marido y se la da (...). La bala le entró a Alfonsito por la nariz y le alcanzó el cerebro(...). Margarita, a pesar de su finísimo oído, no oyó el disparo. Los padres tampoco. Pilar sí, y nunca olvidará aquel ruido sordo.

Después llegaron los gritos, el juramento de que no lo había hecho a propósito, los lamentos, el dolor y los rezos. A Don Juan, que arroja con rabia después del entierro la maldita pistola al mar, le revuelve las tripas la sola presencia de su hijo, no lo puede aguantar. Le hace jurar que complirá su deber con la monarquía y le ordena que regrese inmediatamente a la Academia de Zaragoza, aunque esté aún cerrada por vacaciones.

Un trágico episodio al que, no obstante, no se hace referencia por primera vez en el libro de Abel Hernández. El escritor y militar en la reserva Amadeo Martínez Inglés también ha tratado el tema en obras tan polémicas como Juan Carlos I, el último Borbón. Las mentiras de la monarquía española, en la que deja entrever que Don Juan dudaba de que el disparo no hubiera sido intencionado al tiempo que revela que ni hubo acta de defunción ni la policía se personó en Villa Giralda. Más recientemente, Pilar Urbano, en su último libro, El precio del trono, hace asimismo un repaso por el drama familiar que marcó la infancia del monarca patrio.

Un niño disléxico, zurdo, y al que le costaba pronunciar la erre

Éste y otros episodios bien podrían explicar la tensa relación que se instaló entre Don Juan y su hijo, un niño que nació ochomesino y que "tenía los ojos saltones. Era feo, feo ¡como un dolor! ¡Era horrible! Menos mal que enseguida se arregló", había dicho la dama de honor de María de las Mercedes al verlo. Su partida de bautismo tenía errores de bulto. Su madre figuraba como doña Luisa, la misma que aparecía en lugar de doña Sofía como la mujer con la que había contraído matrimonio en 1962.

Mucho antes de aquella boda, Juanito y Alfonso entraron en el Palacio de El Pardo. Allí, su hermano pequeño protagonizó otra de las anédotas que formarían parte del imaginario del monarca. Antes de presentarles a doña Carmen, su mujer, Franco le preguntó a Alfonsito: "Y tú, ¿qué vas a ser de mayor?". "Yo, rey", le contestó, "cuando se muera éste". La respuesta provocó la risa de Franco, pero al que no le hizo gracia la visita fue precisamente a Alfonsito (...) "Franco parecía un sapo... ¿Por qué tenemos que hacerle tantas pamemas? ¡Lo que tenemos que hacer es darle una patada en el culo para poner a papá!", le había comentado a su madre después de esa visita.

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Fotos: La familia del rey, con la madre de éste en el centro, Doña María de las Mercedes, taurófila de pro. El rey, niño, con su hermano pequeño Alfonso. Y el rey, con varios militares y cara de cabreo.

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