domingo, 6 de mayo de 2012

Jaime I El Conquistador


Heredero de la Casa de Aragón y del Imperio de Bizancio, también heredó los condados de Cerdaña y Rosellón y el Vizcondado de Fenolledas en Francia. Con tan sólo 6 años ya fue jurado como Rey de Aragón en el año 1213, siéndolo, además, más tarde, en el 1229, de Mallorca, y en el 1239, rey de Valencia, así como Conde de Barcelona, entre otros títulos.
Conquistó la isla de Mallorca a los árabes y repartió la isla entre sus caballeros.Los mallorquines son descendientes de éstos, y de árabes y judíos. Jaime I también legó a los mallorquines la lengua catalana, que con el tiempo ha variado en algunos vocablos y además tiene más influencia italiana que el catalán que se habla en Cataluña, pero es el mismo idioma. Como el español que se habla en España y el de Méjico, por ejemplo, con distinto acento y algunas palabras diferentes, pero el mismo idioma.La lengua mallorquina ha conservado algunos vocablos que en Cataluña se han perdido, y en este sentido es algo más rica. Debido al aislamiento, claro.
Muy pronto el Rey Jaime dejó testado su deseo de ser enterrado en el Monasterio de Poblet junto a su padre Pedro II el Católico. Sin embargo, cuando murió, en el año 1276, sus restos fueron dados sepultura en la catedral de Valencia para dos años después ser trasladado y vivir su eterno descanso en la cripta del Monasterio de Poblet… o al menos así se pensaba, porque no fue ni mucho menos su último sepulcro ya que el Monasterio fue saqueado durante la Guerra de la Independencia española en el año 1809 por las tropas napoleónicas.
Después de su derrota, sin embargo, aquellos monjes fueron exclaustrados, y el monasterio acabaría por quedar abandonado, tiempo que aprovecharon los bandoleros y vecinos de territorios cercanos para hacerse con las escasas riquezas que en él quedaban y para abrir las tumbas de quienes allí estaban con la idea de que aquellos grandes monarcas tuvieron que ser enterrados con sus joyas.
Jaime I fue uno de los más perjudicados, pero junto a él otras tumbas fueron abiertas y exhumados sus restos. Unos y otros quedaron esparcidos por toda la iglesia, y sus restos mezclados.
Años después, bajo gobierno republicano, todos aquellos restos fueron recogidos y depositados en cajas de nogales, algunas de las cuales fueron llevadas a la catedral de Tarragona, como los del propio Jaime I, los de Fernando I de Antequera y los de Alfonso II el Casto. Allí permanecieron hasta que en 1952 fueron devueltos por orden de Francisco Franco al Monasterio de Poblet.
No obstante, cuando se abrieron los ataúdes, y en concreto, cuando se abrió el de Jaime I, el cuerpo estaba acompañado de dos cráneos. Ante la imposibilidad de saber cuál era la suya, finalmente se decidió volverlo a enterrar con los dos cráneos en el ataúd, y así permanece hasta el día de hoy, a pesar de los esfuerzos que se siguen haciendo por conseguir el permiso para investigar los restos y determinar a ciencia cierta, a quién pertenece cada uno de ellos.

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