sábado, 28 de julio de 2012
Una compasión infinita
Cuando veo imágenes como éstas se me desgarra el corazón. Poca gente tiene piedad de los débiles y los indefensos. Me da igual que sean personas o animales, pues yo creo que todos los seres vivos tenemos un alma. No me importa que se rían de mí por escribir esto, es que a veces a fuerza de ver fotos horrorosas me entra una desesperación y una compasión infinita por todos estos seres machacados, torturados, vejados... Hace poco en el Facebook ví una foto de un burro viejo, me parece que era en Grecia, que estaba uncido a una carreta. Su amo debía estar ausente en ese momento, y el animal aprovechaba para descansar un poco, de pie, y se apoyaba como podía en la pared de cal, con un cansancio de siglos en sus ojos. Pobre bestia. Y quién sabe cuanto tiempo le quedaría aún de mala vida hasta que la muerte, compasiva, viniera a librarle de su esclavitud. La muerte no es mala, a pesar del miedo que le tiene la gente. A veces es un bálsamo maravilloso, una madre compasiva.
Yo no sé llorar, me es imposible físicamente. Mi padre, militar, me enseñó a tragarme las lágrimas. Cuando era pequeña y volvía del colegio donde tan mal lo pasaba, no lloraba porque no podía. Mi padre me había dicho, y mucho que se lo agradezco: "-Fuera , no llores nunca. Espera a estar en casa y entonces aquí llora lo que quieras." Yo siempre le he agradecido esto a mi padre, pero a veces es salutífero ponerse a llorar a mares. Yo quisiera poder hacerlo, pero lo que más quisiera es que mis infinitas lágrimas no se quedaran estancadas en mi corazón, sino que sirvieran de lluvia aliviadora a tanto sufrimiento como hay en esta tierra.
Los hombres no buscan la felicidad. No sé realmente lo que buscan. Quizá el poder, o el dinero, la verdad es que no lo entiendo. Porque el dolor del mundo es producido por los mismos humanos, que se ceban con los más desheredados.
Los animales entre ellos no se tratan así. Si se matan unos a otros es por comer y defenderse, o porque están asustados. Pero el sufrimiento como diversión o como medio para conseguir algo, esto es inherente a la condición humana.
La condición humana no me gusta nada. Desde luego, pienso como mucha gente religiosa que "el demonio es el príncipe de este mundo". No lo puede hacer mejor.
El catolicismo habla de caridad, pero menos de compasión. No es lo mismo. La caridad es cuando se hace el bien a alguien que sufre, pero nosotros nos mantenemos íntegros en nuestro bienestar. La compasión, la misma palabra lo dice- es con-pasión, o sea, sufrir-con. Los budistas distinguen muy bien las dos cosas, y prefieren sin duda a la última. Aunque yo no sé si sirve de algo...
El Profeta Mohammed (Mahoma para los asociadores) era un hombre esencialmente compasivo, que podía ponerse en el lugar incluso de sus enemigos y compadecerlos y comprender su sufrimiento. Isa bin Mariam (Jesús para los asociadores), en muchas partes de los Evangelios, demuestra que padecía con los que padecían, como cuando fué a visitar a su amigo Lázaro y encontró que lo acababan de sepultar. El Evangelio dice: "Y Jesús lloró".
Una anécdota que me gusta mucho, y que parece que no tiene mucho que ver con la compasión, pero sí, la voy a escribir ahora aquí.
San Juan de la Cruz, místico cristiano y para mí el santo más grande que ha tenido la Iglesia, conjuntamente con Francisco de Asís (qué diferencia con santos de pacotilla, como el Escrivá...), pues San Juan, llamado despectivamente por sus contemporáneos Juan Miseria, porque se dedicaba a cuidar de los leprosos, locos, y otros enfermos de los más miserables, estaba una vez meditando en el claro de un bosque.
Estaba de pie, absorto en sus pensamientos, cuando vió llegar una liebre corriendo asustadísima, perseguida por los cazadores. El animal, nada más ver al santo, se refugió debajo de su hábito. Entraron en el claro los cazadores con perros, pero el santo no se movió ni un poquito, y la jauría pasó, y la liebre se salvó.
Esto no me parece un milagro, sino una demostración más de las muchas que he vivido personalmente de que los animales saben bien quién es su amigo. Las tres gatas que tengo en casa, las tres fueron ellas las que pidieron ser adoptadas. La última, una negra de pura raza callejera, cada vez que yo volvía a casa, me seguía hasta la puerta. Si me marchaba, me acompañaba hasta la esquina. Menos mal que unas buenas vecinas, mujeres compasivas de la que la gente se suele burlar, alimentaban a este grupito gatuno al que pertenecía la negrita. Yo un día se lo dije a Paco, quien me contestó que la subiera a casa... Bajé enseguida, y allí, enmedio de la acera, me estaba esperando, y cuando me dirigí hacia ella, saltó a mis brazos. Me la subí a casa, y hace tres años que vive con nosotros y con las dos "hermanas" mayores.
Ahora que tanta gente, por las vacaciones, abandona a perros, gatos y otros animales domésticos (me niego a llamarles "mascotas". Mascota lo era el oso Micha de las Olimpiadas de Moscú, o el horrible "Naranjito" de unos mundiales de fútbol...)y en las carreteras se ven a perros buscando el rastro del coche del amo que lo tiró por la ventanilla, y que acaban atropellados muriendo en las cunetas o con las patas ensangrentadas intentando seguir el rastro de sus malos amos, cuando tantos gatos agonizan debajo de los coches, pienso que el dolor del mundo es inmenso, el dolor de los niños hambrientos por guerras hechas por dinero, empezadas por gente sin escrúpulos y sin corazón.
Ojalá haya una justicia para los parias de la tierra, y un castigo para sus verdugos.Yo creo que sí, porque el mundo, aunque parezca un caos, realmente está muy bien organizado y todo tiene un por qué.Esto en mí no es una cuestión de fe, sino un conocimiento empírico.
Ojalá Dios, si existe, que pienso que sí(¡por favor, existe!)ponga a cada uno en su lugar.
Amén, amín.Salaam, shalom.
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