Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros
Empezó a escribir sus primeros poemas a los 15 años y al poco empezó a publicar
en diarios locales y, posteriormente, provinciales. En 1933 se editó su
primer libro “Perito en lunas” y a partir de este momento su vida se
vinculó más estrechamente a Madrid, donde conoció a poetas de su época
como Pablo Neruda, Vicente Aleixandre o Rafael Alberti.
Comprometido con la Segunda República, participó en las misiones
pedagógicas y se alistó en el Ejército Popular con el estallido de la
Guerra Civil, donde fue nombrado Comisario de Cultura.
Si por algo es conocido Miguel Hernández es por su lucha incansable en pro de la libertad y por sus firmes convicciones. De hecho, algunas de sus imágenes más conocidas lo representan recitando poemas a los soldados en el frente. Estas firmes convicciones lo llevaron a la cárcel una vez concluyó la contienda y, aunque tuvo la oportunidad de hacer una declaración pública en contra de sus ideales y librarse del presidio, él siempre se negó. Finalmente, falleció de una enfermedad respiratoria agravada por la tuberculosis en 1942.
Franco no quiso hacer de él un mártir como Federico García Lorca, y por eso no lo fusilaron, sino que dejaron que muriera tísico en la prisión de Alicante en unas condiciones horribles.
Miguel Hernández fué verdaderamente un poeta del pueblo, porque salió de él, de una familia de jornaleros analfabetos y él aprendió a leer y escribir, y mucho más que eso, a escribir unos poemas bellísimos, como Andaluces de Jaén, Nana de la Cebolla y muchos otros, que muchos han sido convertidos en canciones por Serrat, Sabina y otros cantautores.
Miguel Hernández fué verdaderamente un poeta del pueblo, porque salió de él, de una familia de jornaleros analfabetos y él aprendió a leer y escribir, y mucho más que eso, a escribir unos poemas bellísimos, como Andaluces de Jaén, Nana de la Cebolla y muchos otros, que muchos han sido convertidos en canciones por Serrat, Sabina y otros cantautores.
Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!
Pablo Neruda
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