viernes, 18 de enero de 2013

"De senectute", de Cicerón, o quien no se consuela es porque no quiere.

Todo esto está muy bien, pero Cicerón era rico, tenía tierras y servidores, una salud de hierro y además sabía leer. Así, cualquiera. *MARCO TULIO CICERON DE SENECTUTE, DIÁLOGO SOBRE LA VEJEZ*
Marcus Tulius CICERO, teorizador de la elocuencia romana Autor de la RE PUBLICA y de CATO MAIOR DE SENECTUTE – DIÁLOGO DE LA VEJEZ. Trata de cuestiones éticas: la religión, la política y la moral. Es ecléctico. SPQS EL SENADO Y EL PUEBLO ROMANO 749 a. C. – 476 d. C. ¡ROMA, CAPUT MUNDI! *DIOSA SOFÍA – SABIDURIA: “LA VERDAD SE CORROMPE TANTO CON LA MENTIRA COMO con EL SILENCIO”. MARCUS TULIUS CICERO (106-76 a. C. ARPINO (LACIO). Cónsul año 63, descubre la conjuración de CATILINA. Los soldados de Marco ANTONIO le cortaron la cabeza y la mano derecha. CICERÓN, Escritor epistolar: Numerosa correspondencia suya ha llegado hasta nosotros. Sus epístolas no fueron escritas para ser publicadas; a diferencia de las PLINIO EL JOVEN, por ejemplo, se destinaban únicamente al corresponsal de cada caso, no a posteridad. Conocemos 900 cartas de CICERÓN. Esta correspondencia tiene tres aspectos: histórico, porque nos da a conocer personas y hechos de un momento de la Historia romana; psicológico, pues nos ayudan a comprender e interpretar los caracteres de las personas que viven en torno a CICERÓN e incluso el del propio autor; y finalmente, literario, pues gracias a ellas conocemos su manera de escribir más despreocupada y más intima. CICERÓN es el escritor más importante de la literatura latina, no sólo por el número y la variedad de sus obras, sino también por la pureza de su lenguaje y su gran talento estilístico. Durante su vida, el valor de CICERÓN no fue justipreciado, pero después de muerto se comprendió todo su mérito literario. Ha sido siempre el autor latino estudiado con más afán y más imitado. Desde el punto de vista literario, CICERÓN es la figura central de este período clásico: ÉPOCA DE CICERÓN, y aún de toda la literatura romana, manteniéndose su fama de ORADOR a través de los siglos, al lado de DEMÓSTENES. Sus obras y el testimonio de sus contemporáneos pintan a CICERÓN como hombre romano de vasto saber, tal SOFÍA , viva inteligencia, viva imaginación, amante del bien y de la justicia; adoleció de cierta debilidad de carácter, que le impedía decidirse en los momentos críticos de su vida, acaso por exceso de intelectualismo. En sus obras resplandece un dominio tan magistral de su lengua latina, que en todos los siglos la prosa ciceroniana ha sido estimada como MODELO de la perfecta LATINIDAD. SOFÍA=SAPIENTIA: fem. SAPIENTIA, conocimiento profundo de las ciencias. Ser docto, supere, magna eruditione pollere. Saber, sust. n. sapientia, scientia, prudentia, rerum cognitio. O memoria complecti, memoriam alicu rei tenere. CICERO. Continuaremos con CICERÓN, más aún…
*MARCUS TULIUS CICERO* CATO MAIOR DE SENECTUTE *DIÁLOGO SOBRE LA VEJEZ* 1. “OH TITO!, si de algo te sirve mi ayuda y logro aliviar la continua inquietud que ahora agita y llena de angustia tu corazón ¿Tendré alguna recompensa? Muy bien puedo, en efecto, saludarte con los mismos versos con que “Aquel hombre, no poseedor de grandes riquezas, Pero si rebosante de probidad”, se dirige a FLAMININO, aunque sé de un modo cierto que “Tú no permaneces día y noche en agitación constante, TITO” Como le ocurría a FLAMININO, porque conozco la serenidad e imperturbabilidad de tu espíritu, y sé que tú no has traído de ATENAS solamente tu sobrenombre de ÁTICO, sino también la formación y sabiduría griegas. Y no obstante, sospecho que de vez en cuanto también tú te sientes profundamente conturbado por los mismos sucesos que a mí me preocupan, más tales inquietudes no solamente requieren un consuelo más efectivo, sino que para encontrarlo hemos de esperar tiempos mejores. Ahora por tanto me he limitado a escribir para ti algo sobre la vejez. (2) Me propongo en efecto hacer que nos resulte más ligero este peso que llevamos en común, el de una vejez que, o ya nos abruma, o al menos amenaza con llegar; si bien yo sé de cierto que tú la soportas y continuaras soportándola con la misma serenidad y sabiduría con que has sobrellevado todas las demás molestias de la vida, pero al proponerme escribir un ensayo sobre LA SENECTUD, tu persona se ofreció a mi imaginación como la más digna de un obsequio que reportaría a cada uno de nosotros igual utilidad. Y ciertamente para mí la composición de este libro ha resuelto tan gran tarea, que no sólo ha hecho desaparecer todo lo que de gravosa tiene la vejez, sino que me ha hecho considerarla incluso como una cosa suave y grata. Por tanto nunca serán bastantes los elogios que tributemos a la filosofía, que premia a los que siguen sus consejos con una vida libre de cuidados en todas las edades. (3) Pero de los demás períodos de la vida humana, ya hemos hablado muchas veces y volveremos a hacerlo en otra ocasión; este libro que ahora te dedico trata exclusivamente de la edad provecta. Ahora bien, no he querido poner mi disertación en los labios de TITONIO, como lo hizo ARISTÓN de CEOS, porque un mito me parece ofrecer poca autoridad; para dar mayor fuerza a mi argumentación he fingido que quien habla es M. CATÓN cuando era ya un anciano. Como interlocutores ha hecho intervenir a LELIO y a ESCIPIÓN; que expresan a CATÓN su extrañeza por la facilidad con que parece soportar SU VEJEZ y CATÓN responde a sus objeciones. Y si acaso os parece que CATÓN razona con más erudición de lo que solía hacerle en sus propios escritos, atribuido a la literatura griega, a la que se sabe se entregó con pasión en la última época de su vida. Pero ¿a qué más preámbulo? Ya el propio CATÓN va a exponer en su disertación lo que yo pienso sobre ancianidad. II.- 4. ESCIPIÓN .- Muchas veces LELIO y yo comentamos con admiración la no común y perfecta prudencia de que das muestras en todos tus actos, CATÓN, pero sobre todo lo que más nos admira es que jamás hemos advertido que consideres la vejez como gravosa para ti, mientras que, por el contrario, para la mayoría de los ancianos resulta hasta tal punto odiosa, que dicen hallarse soportando una carga más pesada que el monte ETNA. CATÓN.- Me parece, ESCIPIÓN y LELIO, que os admitáis de una cosa muy sencilla; en efecto, todas las edades de la vida son penosas para quienes no cuentan con sus propias posibilidades para llevar una vida sensata y feliz; ahora bien, para los que buscan todos los bienes en sí mismos, no puede parecer malo nada de lo que la necesidad de la naturaleza figura en primer lugar la vejez; todos los hombres desean alcanzarla, pero una vez alcanzada, no hallan sino motivos para quejarse de ella. ¡A tal punto llega la necedad humana en su ligereza y extravagancia! Arguyen que la vejez se desliza furtivamente antes de lo que habían pensado. Más, en primer lugar, ¿quién les obliga a hacer una falsa suposición? ¿Es que acaso la edad senil sucede a la adolescencia más rápida y subrepticiamente que ésta a la niñez? Además ¿acaso les parecería menos enojosa la vejez si llegarán a cumplir ochocientos años en lugar de ochenta?; porque la vida pasada, aunque haya sido larga, no puede, una vez transcurrida, endulzar con ningún consuelo una ancianidad insensata. (5) Y así, si admiráis mi prudencia – que ojala fuera digna de la opinión que tenéis de mí y del sobrenombre que se me ha otorgado -, sabed que mi SABIDURÍA consiste en seguir fielmente los preceptos de la naturaleza, NUESTRA GUÍA inmejorable y en obedecerla como si fuera un dios; porque no juzgo verosímil que, habiendo ordenando a la perfección lo restantes períodos de la vida, haya descuidado, a la manera de mal poeta, el último acto de ella, sino que a pesar de todo fue absolutamente necesario que la vida humana tuviera un término y, como ocurre con los frutos de los árboles y los productor de la tierra, el hombre se encontrara como marchito y dispuesto a caer una vez pasada su sazón de madurez; hecho que el sabio debe aceptar de buen grado; puede resistirse a las leyes naturales ¿qué otra cosa es, sino intentar, a la manera de los gigantes, combatir con los dioses? (6) LELIO.- Pues bien, CATÓN, nos proporcionarás un placer gratísimo, para hablar en nombre mío y en el ESCIPIÓN, si, puesto que esperamos y firmemente deseamos alcanzar una edad avanzada, aprendemos de ti mucho antes la manera de poder soportar más fácilmente el peso de los años. CATÓN.- Lo haré en efecto, LELIO, sobre todo si, como dices, los dos encontráis placer en ello. LELIO.- Si no es para ti una molestia, CATÓN, puesto que tú has recorrido ya, por así decir, un largo camino que nosotros debemos también emprender, deseamos que nos expliques cómo es esa meta de la vida humana que tú ya has alcanzado. III.- (7) CATÓN.- Lo haré lo mejor posible, LELIO. Muchas veces, en efecto, he escuchado las lamentaciones de personas de mi misma edad (pues, según reza el antiguo proverbio, los hombres gustan de reunirse con sus iguales). C. SALINATOR por ejemplo y SP. ALBINO, que habían ejercido en otro tiempo el consulado y contaban aproximadamente los mismos años que yo, solían lamentarse, bien por privarse de placeres, sin los cuales no podían concebir la vida, bien creían ser tratados despectivamente por aquéllos que antes solían colmarse de atenciones. Pero a mí me parece que éstos no señalaban lo verdaderamente censurable. Porque si todos esos inconvenientes fueran imputables a la VEJEZ, también yo los sufriría e igualmente afectarían a todos los demás ancianos, y yo conozco a muchos que han soportado sus años sin una queja, que no lamentaban verse libres de la tiranía de las pasiones ni eran tratados con desprecio por sus amigos. Y es que el verdadero motivo de todas estas quejas hay que buscarlo en el carácter dulce y apacible soportan fácilmente su vejez, mas el carácter áspero y difícil hace intolerable cualquier edad. (8) LELIO.- Así es, CATÓN, más quizá alguien te podría objetar que a ti tu prestigio, tus riquezas y la elevada categoría social de que disfrutas, te hacen parecer la vejez muy tolerable; pero no todos pueden encontrarse en estas mismas circunstancias. CATÓN.- Ciertamente, LELIO, eso supone bastante; pero de ninguna manera consiste en eso todo. Y así, podemos recordar aquí la respuesta que según se cuenta dio TEMISTOCLES a cierto serifio que en el curso de una disputa le había acusado de haber conseguido su fama, no por méritos propios, sino por la gloria de su patria: “Por HÉRCULES, repuso, ni yo hubiera llegado a ser ilustre si fuera natural de Serifo, ni tú habrías logrado celebridad aunque hubieses nacido en Atenas”. Y esto mismo puede decirse a propósito de la vejez; en la extrema indigencia no puede ser ligera ni siquiera para un sabio, mas para un necio ha de resultar forzosamente una carga, aún disfrutando de la mayor opulencia. (9) Las armas más convenientes para la vejez son, ESCIPIÓN y LELIO, la AFICIÓN A LAS LETRAS y LA PRÁCTICA DE LAS VIRTUDES, que, si se cultivan en todas las edades, en el transcurso de una vida larga e intensamente aprovechada producen frutos admirables, no sólo porque nunca nos abandonan, ni siquiera al final de nuestra vida – y esto es ciertamente su mayor elogio -, sino también porque NO HAY GOZO COMPARABLE DE UNA VIDA BIEN CUMPLIDA y AL RECUERDO DE LAS BUENAS ACCIONES REALIZADAS. IV.- (10) Yo cuando era joven profesaba a Q. MÁXIMO (en que rescató Tarento), entonces ya anciano, el mismo afecto que hubiera podido sentir por una persona de mi misma edad. Había en efecto en el carácter de aquel hombre ilustre una mezcla de GRAVEDAD y DULZURA que los años no habían alterado, si bien cuando yo comencé a tratarle no era todavía exactamente un anciano, sino tan solo avanzando en edad; en efecto había sido cónsul por primera vez al año siguiente de mi nacimiento yo, entonces en mi primera juventud, marché con él a Capua donde a sus órdenes me inicié en la carrera de las armas. Cinco años más tarde le acompañé a Tarento y cuatro años después fui nombrado cuestor durante el consulado de TUDITANO y CETEGO. Entones él, ya de edad muy avanzada, apoyó activamente la promulgación de la ley CINTIA sobre dones y regalos. Este hombre insigne no solamente hacía la como si fuera un joven, a pesar de ser ya completamente anciano, sino que con su calma lograba apaciguar el juvenil ardor de ANIBAL. De él dijo a maravilla nuestro amigo ENNIO: “OENUS HOMO NOBIS CUNCTANDO RESTITUIT REM. NON ENIM RUMORES PONEBAT ANTE SALUTEM. ERGO POSTQUE MAGISQUE VIRI NUNC GLORIA CLARET”. “UN SOLO HOMBRE HA LOGRADO, CONTEMPORIZANDO, SALVAR A LA REPÚBLICA PORQUE ANTEPONÍA EL BIENESTAR DEL ESTADO A LOS RUMORES DEL PUEBLO. POR ESO LA GLORIA DE ESTE HÉROE RESPLANDECE AHORA Y SEGUIRÁ AUMENTANDO MÁS Y MÁS CON EN TRANSCURSO DEL TIEMPO”. *Fuente: Marco Tulio Cicerón, DE SENECTUTE, Diálogo sobre la Vejez por AUREA MARÍA MARTÍN TORDESILLAS, catedrático de Latín, Editorial Gredos, Madrid, 157 páginas. *

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