jueves, 18 de abril de 2013

La familia de Serafín Pérez - novela (¿o no?)


                               LA FAMILIA DE SERAFIN PEREZ

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Esto que voy a escribir no sé si será un cuento,una novela (me parece que no)o yo qué sé qué. Porque lo que les pasa a esta familia es tremendo. Una historia cruda de hoy día, en la España de la crisis y la pérdida de los valores morales. Estos son sus principales personajes:

SERAFÍN.- El padre. Peón caminero jubilado y sin embargo facha hasta los tuétanos y añorante de la dictadura franquista.

AGUSTIN.- Hermano de Serafín, militante del PSOE

ESCOLÁSTICA, mujer del anterior y muy beata. Tiene un bar, heredado de su padre.

DELFIN.-Hijo mayor. Anarquista. En paro.

ERUNDINA.-Hija. De ideas avanzadas. Trabaja en un puticlub.

LAS VECINAS. LAS TESTIGAS DE JEHOVA, LA LOCA,EL SEÑOR VIUDO DEL ATAUD, ETC.

AVISO: Cualquier parecido con la realidad es purísima coincidencia.                                                  ****************

 



Esta mañana está Serafin jugando al dominó con los amigotes en el bar que hay debajo de su casa. Vive en un barrio obrero de casas destartaladas y  calles llenas de baches. El Alcalde solo se preocupa de que estén limpias las calles del centro, donde pasean y hacen fotos los turistas, pero como a la barriada de Serafín no llega un turista ni por equivocación, las calles están hechas una porquería y cuando llueve los socavones de varias profundidades se llenan de agua y así están hasta que sale el sol y los seca.

Pero nadie se enfada por esto. Ya están acostumbrados. En este barrio vive gente cuyos abuelos llegaron de los pueblos huyendo del hambre de la posguerra y de la represión franquista, y ahora viven mejor que sus antepasados. Por eso unos charcos de agua sucia, unos contenedores de basura bastante guarros y unos servicios sociales cada vez más escasos y malos no bastan para ponerles de mal humor.

Los jugadores de dominó colocan con gran estrépito las fichas encima de la mesa de metal, con tanta rabia como si estuviesen golpeando a su peor enemigo.

                -¡¡¡PLAAASSSSS!!!!.........¡¡¡¡PLAAASSSS!!!!!

Esto desahoga mucho cuando no se puede hacer encima de la cabeza de según quien.

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Serafín fue peón caminero, y ahora está jubilado. Vive de una pequeña pensión y del bar de su mujer, Escolástica, que heredó de su padre.Es militante del PP y siempre se está peleando con sus clientes, que, como buenos obreros, son de izquierdas.

Escolástica fue hija única, pues su madre quedó imposibilitada para tener hijos al enfermar de la sífilis que le había contagiado su marido, que era muy putero. Este marido putero había sido falangista durante la guerra civil y después, y se había cargado a unos cuantos. Pero Escolástica admiraba a su padre, que tenía una colección de medallas muy variada que había heredado a su muerte. De vez en cuando las sacaba del cajón del armario, donde las guardaba como si fueran el Santo Grial y las bruñía con una gamuza para que reluciesen siempre.

Escolástica era muy beata, pues su madre le imbuyó el culto a los santos y sobre todo a Santa Rita de Casia, patrona de los imposibles, a San Martín de Porres (con quien se sentía muy identificada, pues como él, se pasaba el tiempo barriendo el bar. Bueno, San Martín barría el claustro, pero vale…)y sobre todo a San Pancracio, patrono de todo aquel que tiene un pequeño negocio a pie de calle (eso que los franceses llaman “avoir pignon sur rue”). Su San Pancracio era bastante grande, así como de dos palmos, y lo tenía detrás del mostrador, en medio de las botellas de Martini, coñac, vinos finos, aperitivos, y al lado de la del ron (claro…)y de la piña colada . Bebidas éstas que ella consideraba que debían ser las de más agrado del Santo, que era negro y americano.

                           
Simbolos anarquistas
                                   
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Serafín tenía un hermano que militaba en la Asociación del PSOE del barrio, cosa que molestaba particularmente al primero, y que respondía al nombre de Agustín. Siempre se estaban peleando por motivos políticos, y algunas veces llegaban a las manos. Cuando discutían los gritos se oían en toda la barriada, sobre todo en verano, que estaba todo abierto. El hijo de Serafín, Delfín, se ponía de parte de su tío y contra su padre, pues era anarquista y por la noche se dedicaba a hacer pintadas muy logradas con sus compañeros ideológicos. Cosas como “La Pantoja for President”, debajo de otra pintada facha que ponía “Falange en pie” ellos escribían “Pueden sentarse”, y cosas así. Los ácratas siempre han tenido mucha imaginación para los graffiti, y Delfín era un grafitero prestigioso.

Pues cuando se ponían a gritar los tres armaban tal escándalo que siempre acababa por aparecer la patrulla de la Policía de Barrio a ver qué pasaba. Al ver que no sacaba nadie ninguna navaja se iban, pues los gritones eran harto conocidos en el barrio.

A Serafin le dolía en el alma tener un hijo  de extrema izquierda, y al hijo le repateaba tener un padre pepero. Le decía:

-¡¡¡Es que no hay nada más aberrante que ser un obrero de derechas!!

-¡¡¿Qué sabrás tú, mocoso??!!!. ¡¡Otra guerra tendrías que pasar, como yo!”!!

El “mocoso”, que tenía diecinueve años, siempre decía:

-¡Es que soy un desgraciado!. ¡Un padre facha y una madre meapilas!...¡qué vergüenza…!

-¡ Pues si no te gustamos vete, que en casa comes, y si te vas por ahí serás un muerto de hambre, como tu tío Agustín!

Siempre había por allí algún alma buena, que iba a repetirlo al tio. Venía y ya la tenían armada:

-¡¡Fascista de mierda!!!

-¡Desgraciado!!

-¡¡Meacolonias!!!

-¡¡Asesino!!

-¿¿¿¡¡¡Asesino yoooooo????!!!. ¡Mira quién habla! Hijoputaaaaaa…..

-Eso lo serás tú, rojo de pacotilla, ¡Mas te vale callar!

Cuando se ponían así, siempre olvidaban que compartían madre.

Entonces, Delfín el anarquista tenía que poner paz.

-Venga, papá, venga, tío, que no sabéis lo que decís…

Mientras, los del bar habían dejado el dominó, las cartas y la tele y estaban en corro alrededor. Esto era mucho más emocionante que Gran Hermano o Sálvame… y además en directo.

-¡¡¡Los Tines se pegan!!!- Gritaban por las esquinas. Y el vecindario acudía, a ver a Serafín, Delfín y Agustín a tortas .

Solo se disolvían –a veces- cuando oían la sirena de la Policía, que, exasperada, a veces los cogía a los tres y les hacía pasar la noche en el cuartelillo, donde seguían peleándose, con gran regocijo de las fuerzas del orden, que tenían tele en directo durante mucho rato.

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(continuará)

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