sábado, 15 de junio de 2013

La Fiesta

  • Nieta de la miseria y de la ignorancia.
    Hija de braguetas marcando complejos y algodón.
    Concubina de proxenetas con despacho, escaño, abono a la sombra y subvención.
    Hermana de la violencia, del sufrimiento, de la mentira, del asco... Hermana mayor de la mayor aberración.
    Padre de su miedo y de tu vergüenza, madre de mi rabia y de nuestro dolor.
    ... Huérfana de empatía, abandonada allí donde La Virgen de la Macarena y Nuestra Señora de la Inclusa visten mantos bordados con hemorragias, cosidos con estertores y adornados con mutilación.

    Nunca una criatura tan malnacida dispuso de tanto tiempo y de tantas comadronas para parir tanta agonía y tantos muertos, rompiendo sangres a ritmo de pasodobles, de "olés" y de "va por uztede" del "mataor".

    La antroponimia de los toreros se escribe con faltas de ortografía éticas en las gramáticas del progreso, con errores en la inteligencia y la compasión.

    Como la del político que los alimenta, como la del escritor que los ensalza y la del poeta que les canta, como la del maestro que los enseña y la de los padres que no lo impiden.

    Como la tuya si te ofende, como la tuya si te duele y callas.

    Como la mía si callo yo.

    No dedico estas frases a la tauromaquia aunque sea ella a la que describo. Se las entrego al toro que, ajeno a mis palabras y ajeno sus razones, padece y expira en lo que para él no es ni mi poesía ni el arte o la tradición de sus verdugos.

    Para el toro es tan sólo su tortura y su ejecución.
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