Cartel de la película
Retrato "Príncipe de la paz", que el pequeño Todd reconoció como el Jesús que él había visto
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Entre los productores de la película figura el obispo afroamericano Thomas Dexter Jakes, líder de una megaiglesia protestante de Dallas, Texas y estrella mediática. Ha supervisado el guión hasta el más mínimo detalle: ”Todd me lo dejó muy claro: no quería verse en la situación de que su hijo Colton viera la película y le dijera «Papá, yo no dije eso», explica Roth, así que hemos cuidado el diálogo para mantener las palabras exactas de Colton.”
La América profunda
En El Cielo es real todo es normal, aparentemente normal, con personajes corrientes como nosotros, con los que podemos identificarnos en su lucha diaria por salir adelante.La película nos acerca, por otra parte, a esa América profunda de un pueblo agrícola de Nebraska, llamado Imperial, de apenas dos mil habitantes, donde se acepta un sistema, sus normas y sus valores, entre otros el patriotismo o la religión.
Pero no nos engañemos. Estamos más cerca del mundo idílico que nos ofrece Capra en ¡Qué bello es vivir! y muy lejos, por tanto, de otras propuestas más comprometidas como Las uvas de la ira (1940) de John Ford o más recientemente Nebraska (2013), de Alexander Payne, el viaje iniciático de un hijo y su padre, una anciano, con signos de demencia, que creer haber ganado un premio en un concurso.
Un rostro inquietante
La película empieza con una niña en un desván. Pinta un rostro, empezando por los ojos. Está segura del modelo, aunque no está presente ante ella. Sus trazos son seguros. No duda y demuestra una madurez impropia para su edad. El retrato titulado El príncipe de la Paz lo veremos ya terminado al final de la película. El pequeño Colton, el niño protagonista de nuestra historia, le reconoció sin duda alguna. ”Era Jesús. Así era Él. Así eran sus ojos. Ojos verdes… como los de mis padres”.Es una forma de unir las historias del pequeño Cotton con la de esta niña, de ocho años, llamada Akiane Kramarik, pintora prodigio, hija de una familia no creyente, educada sin religión en Idaho (aunque su madre es de Lituania).
Los dos, Cotton y Akiane, no se conocen, nunca se han tratado, pero de forma inquietante y sorprendente comparten las mismas experiencias espirituales sobre ese Jesús de ojos verdes, que rompe con toda la iconografía tradicional.
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