sábado, 1 de noviembre de 2014

¡Ay de los vencidos! (Vae victis)

El año 390 el galo Breno atacó Roma y a pesar de que ésta poseía un fuerte ejército, lo derrotó completamente en la batalla de Allia. Sin perder un instante se dirigió hacia la capital, a la que puso sitio. Defendiéronse como pudieron los romanos, pero no lograron impedir que los soldados de Breno asaltasen todas las murallas e invadiesen toda la ciudad menos el Capitolio.
Mientras las tropas de  Breno se dedicaban al pillaje y a la destrucción , los romanos refugiados en el Capitolio resistían los embates del enemigo pero al cabo de siete meses de asedio no pudieron hacer otra cosa que rendirse.


La Colina Capìtolina, en la actualidad. El suelo está hecho de manera que se pudiera subir arriba sin descabalgar



Breno exigió a los vencidos un gran rescate pagado en monedas de oro. Los romanos reunieron todo el oro que pudieron y empezaron a pesarlo en las balanzas que había aportado el jefe galo, pero se dieron cuenta que las pesas de Breno había hecho poner en la balanza estaban  falseadas , por lo que protestaron. Breno por toda respuesta puso su espada sobre las pesas protestadas, con lo que inclinó aún más la balanza a su favor, y exclamó:
-¡VAE VICTIS! ¡Ay de los vencidos!
Y los romanos tuvieron que inclinarse ante el vencedor
Han pasado siglos desde entonces, pero las palabras de Breno continúan vigentes. Guerras y más guerras se han sucedido y siempre el vencido ha tenido que pagar sus culpas mientras el vencedor quedaba libre de las suyas.
Recuérdese la II Guerra Mundial. Los vencidos pagaron los crímenes de Coventry, los campos de concentración y demás desmanes. Dresde, Katyn, Hiroshima, Nagasaki, quedaron impunes. Y muchos más.
Y no hablemos de la guerra de España.








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