miércoles, 13 de junio de 2018

El Arcángel


Eso parecía el día de su boda con la Infanta Cristina.  Nadie se hubiera por entonces atrevido  a pensar lo que pasaría después, los chanchullos, los robos de guante blanco, todas las burradas que haría el que por entonces llegó a yerno del rey y duque de Palma.
No tenía prácticamente que hacer nada, solamente hacer feliz a la infanta y tener hijos. Tenía estupendos yates a su alcance para jugar a los barquitos, pero al chico no le gustaban ni el mar ni las regatas. Podía irse con su flamante esposa a recorrer el mundo, pero los viajes no le ilusionaban.  Tampoco ir a fiestas y salir en las revistas del papel couché.
Vamos, que se aburría el pobre. No le debía gustar leer. Ni la TV, ni ver el fútbol. Y eso que había sido deportista profesional.
El aburrimiento es la madre de todos los vicios. Podría haber tenido una vida regalada, pero parece que lo único que le motivaba, al fin, era ganar dinero.
Qué gran verdad es que la avaricia rompe el saco. Podría haber tenido una vida fenomenal, y nadie se lo hubiese reprochado. Pero no.
Además, tenía cuando se casó pinta de arcángel, pero todo era falso. El gachó era (con perdón para su madre), un completo hijo de puta.  Cuando la infanta Cristina se encaprichó con él, nadie supo ni ningún periódico tampoco  dijo, que en Barcelona tenía novia formal, una chica catalana.  La pobre se enteró de que le habían quitado el novio por la tele. Desde luego, el disgusto y el asombro debieron ser de antología.
Y como todo se paga en este mundo, el Arcángel paga ahora sus putadas. El rey Juan Carlos le avisó varias veces que abandonase sus turbios negocios, pero no hizo caso. Y así le luce el pelo.
Por tonto y por cabrón.


Esta foto es, claro, un montaje. El que iba preso ese día era un ladrón de los normales, de los honrados. Le llamaban El Lute

Aquí las cosas le empezarían a ir mal




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