Hoy forman parte del paisaje de un buen número de pueblos españoles, como emblema de que fueron villas que podían administrar su propia justicia, pero muchas de esas columnas rematadas en una especie de capitel evocan un negro pasado de escarnios públicos. Serafín Fanjul lo recordaba este martes en su periódico.
«Las Partidas de Alfonso X recogen como una parte de la punición de los delincuentes su exposición a la vindicta pública en la picota o el rollo, a veces en fragmentos, después de descuartizados o decapitados en casos graves o, en los leves, enteros pero desnudos y bien enmelados y emplumados para que casi se los comieran las moscas y sujetos a los garfios y argollas encastrados en el rollo», explicaba el prestigioso arabista y académico de la Historia antes de añadir que «al daño físico se agregaba el escarnio del condenado que, por supuesto, quedaba estigmatizado y apartado de por vida, caso de conservarla».
El origen de su nombre es paladino, porque viene -no de las estupendas cerezas-, sino de pico, pica, algo aguzado y que hacía daño.
En el cancionero del s.XVI -que es bastante bestia- había un cantar que decía:
"Si se cumpliese, marido,
lo que esta noche he soñado:
que si estuviéseis subido
y en la picota emplumado.
Yo con un mozo garrido
en la cama, a mí costado,
y tomando aquel placer
del cual vos sois ya cansado..."
Picota en la plaza de Palazuelos, guadalajara |
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