jueves, 1 de agosto de 2019

Una historia de España: Almanzor (Mohamed-beni. Abiamir)-XXI

Estatua de Mohamed-ben-abiamir (Almanzor,), erigida en Algeciras a los 1000 años de su muerte 
En efecto, el joven inspector corría grandes peligros en este sentido. Había sido muy generoso con sus amigos, pero lo había sido a expensas del Tesoro, y como su rápida fortuna había creado muchas envidias, sus enemigos un día le acusaron de malversación ante el califa. Obligado a ir sin dilación a Palacio, para presentar sus cuentas y el dinero que se le había confiado, prometió hacerlo, pero fué a ver a su gran amigo el visir Ben.Hodair y le explicó francamente el apuro en que estaba metido. Ben-Hodair le prestó enseguida la suma necesaria para cubrir el "déficit" . Entonces Ben-abi-Amir se fué a ver al califa y le enseñó sus cuentas y el dinero, cosa que echó por tierra la trampa de sus enemigos, quienes quedaron a la altura del betún.
Meses después le nombró cadí de Sevilla y Niebla.

Niebla. Murallas

Castillo árabe- Niebla (Huelva)
Sevilla. Plaza de España

Sevilla. Catedral. Se irguió donde la Gran Mezquita, pero conservó el minarete, que para cristianizarlo un poco le pusieron algunos adornos barrocos. En Marrakech está su doble, tal como era en Sevilla


Habiendo muerto el joven Abderrahman, le nombró intendente de los bienes de Hixem, que presuntamente era heredero del trono.
Los árabes eso de las dinastías no les preocupaba mucho, y a veces el califa era el hijo del anterior, pero a veces su hermano, u otro.
Y también fué nombrado jefe de la Policía (año 972)
A los 32 años acumulaba varios cargos muy importantes, y como tenía un carácter alegre y simpático caía bien a casi todo el mundo. Además, era noble y muy inteligente , sabía tratar a las personas y todo el mundo lo alababa, aunque llevase un tren de vida fastuoso, como un príncipe. En su casa podía entrar quien quería, y había mesa franca.
El estudiante de Torrox había llegado a una elevada fortuna; pero aún quería subir más, y para esto buscó amigos entre los generales. Los asuntos de Mauritania le proporcionaron los medios.
En este país, las luchas entre fatimíes y omníadas no había cesado ni un solo instante, pero con cambios, pues Abderrahman III había combatido a los fatimitas para preservar a su patria de una invasión extranjera. En la época de que hablamos los fatimitas habían vuelto sus armas contra Egipto. En el año 969 lo habían conquistado, y el califa Moiz se fué a vivir a orillas del Nilo. Como ya no había peligro para los musulmanes de España, pero le resultaba muy caro sostener sus posesiones africanas, que además poco le rentaban,las dejó.
Pero los musulmanes africanos no dejaban de pelearse entre sí, hasta que se convirtieron en un peligro, y entonces el califa llamó a su mejor general, el valiente Gálib.
-Parte, Gálib,l le dijo ; procura volver como vencedor, y piensa que solo podré admitir tu derrota si mueres en el campo de batalla. Usa todo el oro y las riquezas que quieras para sobornos.
Pero Gálib tomó al pie de la letra las recomendaciones del califa, y gastó una barbaridad de oro y regalos suntuosos como dagas incrustadas de piedras preciosas y otras bagatelas por el estilo. El califa se mosqueó bastante, pues pensaba que Gálib había metido la mano en tanta riqueza.
Decidió el califa Al-Hakim enviar un Interventor General de Hacienda , que no fué otro que Ben-abi.Amir, de probada honradez. Le nombró cadí supremo de Mauritania, y todo el mundo tenía que consultarle antes de hacer algo o gastar dinero.
A Beni.abi.Amir el nombramiento la gustó, pues se iba acercando a sus propósitos de estudiante, pero era peligroso, porque tenía que compartir vida y batalla con los generales, a quienes no les hacía ninguna gracia que les estuviese controlando. Pero era lo que él siempre había deseado, estar entre los militares, aunque en otras circunstancias.
Su tarea era muy delicada. Su ambición le inducía a atraerse a los generales, pero estaba allí para vigilar . Gracias a su destreza, que solo él sabía como emplear, supo salir del apuro y conciliar su interés con su deber. Cumplió su cometido al entero gusto del Califa, pero lo hizo con tantos miramientos hacia  los oficiales, que éstos, en vez de cogerle odio, no paraban de alabarlo.
Se amistó, además, con los príncipes africanos y los jefes de las tribus berberiscas, amistades que en el futuro le fueron muy útiles, y confraternizó con los soldados, que quizás vieran en aquel hombre un jefe guerrero.
(Continuará)

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