sábado, 30 de enero de 2021

¿Cómo era físicamente Jesús?

 



"Quisiéramos ver a Jesús" (Juan 12:21). Estas palabras dirigidas por unos griegos al apóstol Felipe siguen expresando el anhelo de todos los cristianos de conocer personalmente a Jesucristo, el objeto de su fe. ¿Quién de nosotros no se ha preguntado alguna vez cómo era físicamente Jesús?

Los artistas cristianos de todas las épocas han intentado representar a Cristo y lo han hecho de múltiples maneras, proyectando sobre él la encarnación de sus supremos ideales religiosos y humanos.

Y así cada generación, cada pueblo, cada artista, ha tenido su Cristo: el Cristo de los bizantinos es el juez del "juicio final, vencedor, majestuoso, casi aterrador. El Cristo medieval es el gran Rey de reyes, hierático y solemne, emperador de cuerpos y almas, suprema jerarquía el orden social y del universo. El Cristo barroco es un Cristo sufriente, patético, representado más veces muerto o agonizante, que vivo o resucitado; más sangrante y vencido que vencedor. Más tarde vendrán esas representaciones edulcoradas que todos conocemos de un Jesús de largas y onduladas melenas, y femeniles túnicas, lánguido e impotente.

Nuestro siglo será testigo de una explosión de intentos gráficos por captar a Cristo bajo otras ópticas: desde el Cristo cósmico de Teilhard de Chardin, eje y motor de la evolución, al Jesús estético, poético y ausente de DaJí, pasando por todos los Cristo s torturados, casi caricaturescos, del expresionismo, neorrealismo, y de una larga serie, aún inconclusa, de muchos otros "ismos”.

Los jóvenes de hoy se han inventado un Cristo como ellos, joven, rebelde, a la vez mítico y desmitificador. Para unos, se tratará de un Jesucristo "American look", guapo galán anglosajón, "hippy", "Superman" o "Superstar", o bien el "Jesus clown" jovencito, divertido, e ingenuamente amable de "Godspell". Para otros, su Jesús será un revolucionario social, el Cristo guerrillero de mirada firme y rencorosa, con sus manos crispadas no sobre a cruz sino sobre un fusil ametrallador, buscado y perseguido por las fuerzas del orden.

¿Por qué este desacuerdo? ¿Por qué estas diferencias? será Cristo un diamante de infinitas facetas, tantas que nunca será abarcable por un hombre en una sola vida humana, ni por toda la humanidad de todas las generaciones?


¿Podemos tener algun dato preciso acerca físico de Jesús?

Los evangelistas no se han preocupado de satisfacer nuestra curiosidad sobre el físico exterior de Jesús. Los Evangelios aluden a la infancia y formación de Jesús en el seno de una familia de artesanos, hecha al duro trabajo de cada día. Solamente Lucas, el médico, insiste en que el niño "crecía [y se fortalecía] en sabiduría y en estatura, y en gracia" (Luc. 2:40 y 52), quizá para precisar que Jesús alcanzó un equilibrado desarrollo físico. Es indudable que la vida dura del taller y las correrías por las colinas circundantes de Nazaret robustecieron el cuerpo de Jesús, preparándolo para las duras jornadas de su vida pública, pasada en su mayor parte a la intemperie por las calcinadas rutas de Palestina. Sabemos que en un día recorrió no menos de treinta kilómetros por el empinado camino que sube de Jericó a Betania (Juan 11:1 ss.).

"Se ha querido encontrar un indicio en el relato del publicano Zaqueo, quien, habiendo llegado Jesús a Jericó, trataba de ver a Jesús (por saber) quién era, y no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura; y corriendo adelante se subió a un sicómoro para verlo, porque iba a pasar por allí Luc. 19 :3-4). De estas palabras se ha querido inferir que Jesús era pequeño de estatura. Esta interpretación, ya sugerida hace tres siglos, es pura divagación sin fundamento alguno, aunque la haya renovado recientemente R. Eisler".

En el lago, duerme en la nave, mientras los discípulos luchan ansiosos con el temporal; esto puede ser un interesante indicio de que Jesús tenía un sistema nervioso muy sano, que le permitía un pleno relajamiento aun en situaciones adversas. Podemos contrastar esta complexión sana y equilibrada de Jesús con la de otros fundadores de religiones, en particular con los desequilibrios nerviosos de Mahoma y con el agotamiento físico de Buda, que, vencido por la vida, predica una religión pesimista y negativa. La actitud de Jesús en los momentos de la Pasión es la de un hombre extraordinariamente dueño de sí mismo. En medio de las reacciones desquiciadas de sus jueces y acusadores, Jesús no tiene ni un gesto, ni un grito incontrolado; ni siquiera -lo que sería tan humano en los estertores de la muerte. Sus últimas palabras en la cruz, ofreciendo el perdón a los enemigos, son eco de la inigualable paz interior de su espíritu.

Las Primeras Descripciones del Físico de Cristo

Apoyándose en la profecía del Mesías sufriente de Isa. 53:2,3, los padres de los siglos II y III se representan a Cristo y lo describen como teniendo un aspecto miserable, sin ninguna belleza.

Según Justino mártir, Jesús era deforme [aeidous]. Según Clemente de Alejandría era feo de rostro [ópsin aisjrón]. Según Tertuliano carecía de hermosura y su cuerpo no tenía ningún atractivo ni perfección ("nec humanae honestatis corpus fuit").

San Efrén de Siria le atribuye una estatura de tres codos (1,35 m). Orígenes parece ratificar la afirmación de Celso de que Jesús era pequeño, feo y desgarbado. También nos transmite la extraña afirmación, que parece compartían muchos cristianos de su tiempo, de que Jesús parecía feo a los impíos y hermoso a los justos. Hay quienes llegaron a decir que Jesús estuvo leproso, e incluso que fue cojo (esa es la tradición que se refleja en algunas cruces rusas).

En los siglos IV y V, y apoyándose esta vez en el Salmo 45:2,3, proliferan, yéndose al otro extremo, las descripciones que hacen de Jesús el más bello de los hombres: San Juan Crisóstomo, Agustín, Jerónimo, también Ambrosio, Teodoreto, Gregorio de Niza.

Esta tendencia será la que va a predominar hasta nuestros días. Es en la Edad Media cuando vamos a encontrar las primeras descripciones detalladas de los rasgos físicos de Jesús, llegando a constituirse un verdadero retrato literario, estereotipado, fuente de las representaciones pictóricas de Jesús, que se harán en su mayoría teniendo en cuenta las líneas de este arquetipo.

Los Antiguos Retratos de Cristo

Andrés, metropolitano de Creta, hacia 710, dice que Jesús era "de cejas unidas [súnofrun]), de ojos bellos, con el rostro alargado, un poco encorvado OV [ep¡Rufon ]), de buena estatura (euélika])...

San Nicéforo, y una carta reputada apócrifa de Juan Damasceno, dicen que Jesús, "lleno de majestad en su porte, inclinaba un poco al caminar, su elevada estatura. Sus ojos eran hermosísimos. Sus cabellos rizados caían en grandes bucles sobre sus hombros, su rostro pálido, aceitunado, rematado por una espesa barba negra. Sus dedos largos y delgados. Su profunda mirada respiraba sabiduría, paciencia y bondad". San Epifano, monje griego, hacia el año 800 en Constantinopla, decía que Jesús tenía seis pies de alto, (aprox. 70 m), ojos verdes, nariz larga, tez trigueña, cejas negras, no del todo arqueadas, cabello rojizo o rubio, levemente ondulado, y presentaba una ligera inclinación el cuello, de modo que su figura no era del todo derecha, y remata su descripción diciendo que era el vivo retrato de su madre (sic). El retrato más conocido generalizado es el contenido en la famosa carta atribuida a un tal Publio Léntulo, presunto gobernador de Jerusalén, pero que según todos los indicios, fue elaborada en torno al siglo XIV.

'Apareció en nuestros días y vive aún un hombre de gran poder llamado Jesucristo. El pueblo le llama profeta de verdad, y sus discípulos, Hijo de Dios. Resucita a los muertos, cura a los enfermos. Es, de estatura, un hombre de talla más bien elevada y bien proporcionada. Tiene un rostro venerable, de modo que los que lo miran sienten a la vez amor y respeto. Sus cabellos son de color avellana, lisos hasta las orejas, pero por debajo, ondulados, con un ligero reflejo azulado y brillante, flotando sobre sus hombros. Están divididos en dos sobre la cabeza, al estilo de las gentes de Nazaret. Su frente es lisa y serena, y su rostro sin arrugas ni manchas, embellecido por una tez ligeramente rosada. Su nariz y su boca son sin defecto. Su barba es abundante e intacta, del color de cabellos, corta y dividida en dos en la barbilla. Su aspecto respira sencillez y madurez; sus ojos son cambiantes y brillantes. Es terrible cuando reprende, dulce y amable en sus reproches, agradable sin dejar de ser grave. No se le ve reír nunca, pero a veces llora. Su porte es esbelto y firme; sus manos y sus brazos son bellos. Su conversación es grave, rara y modesta. Es el más bello de los hijos de los hombres".

¿Existió alguna Vez un retrato autentico de Cristo?

"La primera generación cristiana, procedente en su mayor parte del judaísmo, no podía tener motivo ni deseo de transmitir una efigie de Jesús... Por eso las más antiguas figuraciones que nos han llegado de' Cristo son en Occidente las de las catacumbas (II-III siglo) y en Oriente las pinturas bizantinas (IV siglo), ninguna de las cuales reproduce rasgos .históricos, sino que dependen exclusivamente de motivos ideales y son creaciones de la “fantasía". Sin embargo hay antiguas leyendas acerca ese deseado retrato: una de las más conocidas es la del rey Agabo de Edesa. Ireneo, dice que ya en su tiempo era desconocido y no se sabía dónde estaba. Eusebio, también hace una alusión a él. Agustín dijo algo muy interesante: "La imagen de Cristo según la carne varía al infinito y' puede suceder que la que nosotros nos formamos diste mucho de la realidad (...) No la conocemos". Mucho más se ha hablado acerca de la impresión sangrienta que habría dejado el rostro de Jesús en el velo de Verónica (hay muchos ejemplares de la Santa Faz, “¡auténticos!"), o en el sudario de Nicodemo. Se hablado incluso de una estatua de Jesús costeada por hemorroisa en gratitud por su curación y enviada por esta a Paneas. También se tiene mención de otra estatua colocada en el oratorio de Alejandro Ireneo junto a los bustos de Abraham, de Orfeo y de Apolonio, hacia años 203-235.

Las pinturas más antiguas que se conservan, las de las catacumbas de los siglos II y III, representan a Jesús casi siempre bajo los símbolos del, pez o del cordero. Algunas es Jesús es representado como el Buen Pastor. Pero no hay ninguna intención de retrato; es la efigie de un adolescente según los cánones del efebo griego, imberbe, con el cabello corto y rizado, llevando a hombros un cordero.

Se sabe que algunas sectas gnósticas, conservaban juntos retratos de Cristo, Pitágoras y Aristóteles. Un extraño texto de Ireneo dice que el retrato de Jesús provenía de un original debido a Pilato. Parece que se han encontrado dos de estas imágenes. La una, de tierra, representa a Cristo de perfil, como un joven imberbe, con la inscripción Xristos y el pez simbólico. La otra, sobre una especie de medallón, lleva en hebreo el nombre de Jesús y representa al Señor con cabellos partidos sobre la frente que le cubren las orejas y le llegan hasta los hombros (28). Mención especial merece el extraño negativo del famoso "Santo Sudario de Turín". Las características faciales de la figura de la sábana parecen ser las propias de la raza judía: nariz larga y fina, ojos grandes y hundidos, cabellos largos y abundantes, peinados con raya en medio, bigote y barba partida ligeramente en dos, labios finos. Este lienzo muestra huellas que han sido interpretadas como las de un hombre crucificado, flagelado, muerto. Este hombre es alto (1,75 m), andador (los músculos de las pantorrillas son muy fuertes), trabajador manual (los músculos de las manos, brazos y hombros, sobre todo el derecho, bien desarrollados). Pero, ¿qué certeza podemos tener de que se trate del "retrato de Jesús"?

¿Que podemos saber Seguro?

Aparte de las escasas indicaciones indirectas de los evangelios, poco más podemos saber seguro. Incluso E. G. White guarda silencio acerca de los rasgos del físico Jesús. Todo lo que hemos podido encontrar acerca de ese tema, se resume en las siguientes palabras:

"La encarnación de Cristo en carne humana es un misterio. El podía haber venido a la tierra con una apariencia insigne, diferente a los hijos de los hombres. Su semblante podía haber brillado con gloria, y su forma podía haber sido de una gracia considerable. Podía haber mostrado una apariencia como para embelesar al espectador; pero esto no estaba de acuerdo con el plan trazado en las cortes de Dios. Había de ostentar las características de la familia humana y de la raza judía. En todos los aspectos el Hijo de Dios había de exhibir los mismos rasgos que otros seres humanos. No había de tener tal belleza personal que lo hiciera singular entre los hombres. No había de manifestar ningún encanto maravilloso por el que atrajese la atención hacia sí mismo. El vino como n representante de la familia humana ante el cielo y la tierra. Había de vivir la vida de la humanidad de tal forma que contradijese la aserción que Satanás había hecho de que la humanidad era su posesión perpetua, y que Dios mismo no podría librar al hombre de las manos de su adversario". Antes de que Cristo dejara el cielo y viniese al mundo a morir, era más alto que todos los ángeles. Era majestuoso y bello. Pero cuando su ministerio comenzó, era sólo un poco mayor que el tamaño corriente de los hombres que entonces vivían sobre la tierra". Que Jesús no llamaba la atención por su belleza, que llevaba en su rostro los inconfundibles rasgos de la raza judía, que era un poco más alto que la media, que llevaba barba , que era fuerte y sano, que irradiaba la belleza de la santidad en su expresión, eso es poco más o menos todo lo que podemos saber seguro, acerca de la apariencia corporal de Cristo.

Podemos imaginamos el porte de Jesús majestuoso, atrayente, amable, reflejando en sus ojos su extraordinaria superioridad espiritual, porque el rostro es el espejo del alma. Muerto en plena juventud, su figura queda permanentemente vigorosa y joven a través de las generaciones. Como cristianos debemos vivir la fe en el Cristo histórico, pero sobre todo, en el Cristo resucitado.

Esta misma indeterminación evangélica en cuanto a lo exterior debería servirnos para estimular nuestra fe y nuestros deseos de contemplarle un día, glorioso, a la diestra del Padre.

Parafraseando a Pablo podríamos decir que "ahora vemos a Cristo oscuramente, mas un día lo veremos cara a cara. Ahora le conocemos en parte, pero entonces le conoceremos como fuimos conocidos" (véase 1 Coro 13: 12).

Mientras tanto, debemos esforzarnos por reflejar su carácter, pues su conocimiento según la carne es mucho menos importante que su conocimiento personal, por la comunión en su espíritu. Mientras tanto debemos perseverar en esta esperanza (2 Coro 5:16) "hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efe. 4:13).

Sólo así, un día tendremos el privilegio de ser contados entre aquellos que "verán su rostro y su nombre estará en sus frentes" (Apoc. 22:4).

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