R.I.P.
Yo, y los que me conocen lo saben, no soy una persona triste. Tengo mis
depres recurrentes,y a veces llamo a los amigos para desahogarme dándoles la
brasa, pero soy de carácter alegre y positivo. Pienso que siempre que me ha
sucedido algo malo ha sido para mejorar, y he sacado algún provecho de ello.
Tengo sentido del humor, a veces bastante negro, pero lo tengo. Eso me ayuda
a soportar la vida, que en mi caso es bastante buena, por ahora. Cuando estoy
bien tengo la superstición de que eso no me puede durar mucho, y que se
avecina una desgracia. Ahora, a pesar de ser primavera, este año no he tenido
depresiones excepto en el momento de despertar, ni apenas ataques de
angustia. Todo esto lo digo para el que me lea sepa que estoy bien. Puesto
que voy a hablar de uno de mis temas más apasionantes, la muerte.
A mí la muerte no me da miedo, lo que me lo da es la nada.Y la decrepitud.
Esto ya lo dije en otro capítulo de estas las mis memorias. Cuando yo era
pequeña creía que el Paraíso era como lo pintan los musulmanes, un jardín
precioso, con arroyos, casas estupendas, y conviviendo (?) con nuestros
amigos, parientes deseables y animalitos queridos. Luego, de mayor, me
pareció algo infantil y me acerqué más al nirvana budista, pero, es tan
triste... eso de convertirme en gota de agua de un inmenso océano no me pone,
la verdad. En fin, que no tengo ni puñetera idea de lo que pasará después, si
es que pasa algo. Yo he tenido, y las he ido contando, no todas, porque han
sido muchas, experiencias muy curiosas que la gente normal no experimenta, o
se las calla. Yo, como asumo que estoy bastante desequilibrada, pienso que
tengo algo de más y algo de menos que la demás gente. Ya dije que en mis
encuentros con chamanes y brujos todos coinciden en lo mismo: Que yo tengo un
canal, una vía al otro lado abierta y que si la desarrollara podría hacer
grandes cosas. Pero me da miedo, aunque me fascina. Una vez estaba yo
haciendo yoga tumbada sola en una habitación de la casa de Gilabert de
Centelles y me pude a hacer yoga de relajación. Yo había leído que así se
puede separar el cuerpo astral del físico. ¡Y me sucedió!. Ya sé que no me
vais a creer, pero lo que antes había leído en libros sobre esto se estaba
cumpliendo al dedillo. Me sentí salir del cuerpo, y volar a velocidad vertiginosa
por un túnel oscuro y estrecho. Yo pensé que ese era el túnel del que hablaba
el libro por el que se pasa antes de un viaje astral. En uno de estos viajes
puedes salir del cuerpo e irte a donde te dé la
gana, a la casa del vecino, a las cataratas del Iguazú o a no sé dónde más;
no hay guías turísticas para estos viajes. Lo bueno que tienen es que son
gratis. Pero yo, cuando estaba volando por el túnel (y no estaba dormida,
eh?), me asuste. Pensé que a lo peor no podría volver y mis familiares, ausentes
en ese rato de casa, encontrarían mi cuerpo inerte y tieso y que me moriría
irremediablemente, porque se rompiese la cuerda de plata que une el cuerpo
astral al físico, y de la que habla la Biblia (leed el Eclesiastés) y el
Libro Tibetano de los Muertos, y en la que creen también todas las religiones
orientales, budistas y demás. Todo esto está un poco embarullado, pero la
experiencia la tuve, y no me dormí. Me asusté, pensando que igual no podía
volver, y me moví. Moverse es volver ya inmediatamente al cuerpo físico. Por
eso cuando estamos a punto de dormirnos a veces notamos un sobresalto, es que
nuestro cuerpo astral durante el sueño sale un palmo o así del físico, y a
veces nos despertamos y volvemos de golpe a unirnos en los dos cuerpos y
tenemos ese sobresalto. Todo esto está muy mal explicado, pero no tengo ganas
de hacer virguerías haciendo borradores, cosa que he odiado siempre. Pues me
perdí la ocasión de hacer un viaje astral. Lo intenté después, pero ya no
pude. Otra cosa que me pasó hace años y que solo la he comentado con Paco, es
que dos veces en mi vida he tenido, aunque sueñe ridículo, una especie de
éxtasis. Una vez yendo en barco , que me daba el aire, era verano, y me
invadió una oleada de felicidad que en ese momento lo comprendí todo, es como
si estuviera en una atalaya o un punto desde el que se contemplara todo el
universo y la respuesta a los porqués, , y otra cuando, después de comer, y
sin haber tomado ningún tipo de pastilla, (y sin estar dormida, leñe, que no
me creéis), tuve un éxtasis que me duró diez minutos. Lo sé porque estaba
tumbada en el sofá delante del reloj de pared. En esos diez minutos sentí una
sensación tan grande de felicidad, que solo puedo definirla como que Dios
vino y me dio un abrazo. Porque aquello no era de este mundo. No se me
olvidará jamás, ¡Qué maravilla!, Me considero una privilegiada por haber
podido vivir aquello. Más tarde, y aunque parezca y lo sea, presuntuoso,
cuando leí una poesía de San Juan de la Cruz, que describía una experiencia
suya, era exactamente lo mismo que había yo experimentado lo que decía que le
había ocurrido a él.
Yo de santa no tengo nada, y soy bastante incrédula, pero a veces pienso si
alguien no se ha suicidado sólo por curiosidad. Pero creo que eso no debe ser
bueno; tenemos nuestra hora y ya nos llegará. Pero bueno, si alguien se
suicida, es que ha llegado su hora... Pero de momento no pienso hacerlo.
Estoy pasando una etapa buena, a pesar del cansancio crónico que no me deja.
Y no tengo ganas de dejar este mundo terrenal, en el que por ahora las cosas
me van bien.
Pero qué duda cabe que la muerte es el Gran Viaje, la Gran Aventura…y gratis.
Mª Dolores de Burgos
Katmandú-Nepal
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