Gibraltar
Y otra cosa que le agradezco a la novela de Don Arturo, es que haya lavado un poco la honra de los italianos haciéndolos aparecer en el libro como hombres valientes. Que seguro lo eran. Mi padre tenía mala opinión de ellos, porque en la guerra de España Mussolini envió refuerzos, y casi todos estaban en Guadalajara, donde también estuvo entonces mi progenitor. Y los pobres chicos, que debían estar desmotivados, cuando vieron llegar al enemigo se quitaron las botas para correr más deprisa. Desde luego, no fué una acción de guerra muy gloriosa, pero la cosa dió pie a todo tipo de chascarrillos por parte de los dos bandos, que recuerdo todos eran españoles. Hasta los rojos cantaban coplas diciendo cosas como "los franquistas porque son españoles son valientes" y cosas así. Mussolini, por lo visto, cuando se enteró del ridículo que habían hecho sus muchachos se puso furioso. Mi padre , cuando yo era pequeña, me decía: "-Tú, cuando veas a un italiano, dile "¿Guadaaaaaalajara!" y verás como rabia...
Yo no le hacía caso, claro, no admitía estos consejos tan bestias y me escandalizaba para mis adentros.Mi padre no podía tampoco ver a los ingleses, "porque son muy sucios en política".
Cuando terminó la guerra mundial España se llenó de italianos y alemanes. Recuerdo que mi padre tenía amigos de estos dos tipos, y a veces los veía cuando me llevaba con él al pabellón de oficiales de Son San Juan, en Palma de Mallorca, que entonces era Base Aérea. Allí yo disfrutaba, porque había un pequeño bosque, y enmedio una superpiscina donde me paasaba toda la mañana nadando, y cuando tenía hambre tocaba un timbre y aparecía un soldado, y yo le pedía que me trajera un bocadillo de jamón y un batido de chocolate, y al poco venía con todo y yo me ponía las botas. Entonces en España mucha gente, después de la guerra, pasaba hambre.Los militares no, porque teníamos un Economato.Franco era un hp, pero a los que le ayudaron a ganar la guerra los trató muy bien. Recuerdo a un oficial rumano que se apellidaba Eviricu, y que para ir a hacer deporte bajaba de su habitación por una cuerda con nudos que había puesto en su balcón. A mí me encantaba verlo. También me acuerdo del general Ansaldo, un señor mayor y muy guapo, que parecía un príncipe,con las sienes canosas. Cuando me veía me acariciaba la cara ... Desapareció en el mar con su avión. Ya he dicho que mi padre no podía ver a los italianos, que consideraba unos cobardes, y de los únicos que no hablaba mal era de los alemanes. A los franceses pasaba de ellos olímpicamente. Yo creo que el mayor disgusto que le hubiera podido dar era haberme echado un novio italiano, porque, además de cobardes, decía que eran unos sinvergüenzas. Una cosa extraña que hizo mi padre fué que cuando salí del colegio, a los 16 años, me llevó un día a Puntiró, un valle donde había un polvorín y del cual era el jefe, pues era el jefe del Servicio de Armamento, donde yo empecé a trabajar enconces, en un laboratorio de explosivos. Pues mi papá me llevó a Puntiró, y abajo en el valle había unos blancos. Entonces sacó una pistola que llevaba, del 9 corto, y me enseñó a cargarla y a disparar. Me advirtió que fuera con cuidado, pues más de uno, en su afán de no matar a nadie, la empuñaba hacia abajo y se había j... un pie. Yo procuré que no me pasara eso y apunté con todo cuidado a uno de los blancos de abajo. ¡PUM,PUM,PUM! y les dí, y mi padre se puso muy contento. Mientras yo me ejecutaba, él me hacía fotos. Y luego sacó, no recuerdo de dónde, una metralleta Star Z45, la cargó con munición real (como la pistola) y me dijo cómo tenía que apoyarla en el hombro y sostenerla fuerte para que no se encabritase demasiado. Yo me lo estaba pasando bomba, nunca mejor dicho. Y después, para final, disparé con un fusil Mauser. Lo que más me llamó la atención de todo este tiroteo fué la manera como se encabritan las armas, lo que hacía que fuera difícil hacer puntería. Y entonces me dí cuenta de que las armas se habían hecho para unas manos masculinas.
************ Yo, después de 10 años en el colegio de Las Teresianas, que ahora se llama Pedro Poveda, que fué el cura fundador, me quedé tan harta de beaterías que me afilié al Partido Comunista. Pero eso ya es otra historia, que diría Kipling.
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