Hoy es 20 de julio, estamos en la mitad del Ramadán y hace
un calor espantoso.
Yo no puedo hacer el ayuno, ni casi nada de lo preceptivo,
porque tengo que medicarme para la depresión y otros alifafes propios de locos
y además el médico me ha dicho que duerma mucho. Esto me ha gustado, porque
dormir me encanta. Mi madre me decía que se perdía media vida, pero a mí me
parece que se gana. Muchas veces al
despertar me parece que la realidad era cuando soñaba, y el sueño y lo irreal
empiezan al abrir los ojos.
Despertares tremendos los que tengo, pues abro los ojos, veo
la vida y ésta me coge por el cuello y tengo un gran ataque de angustia que me
atenaza hasta que se pone el sol. No sé por qué, pero las mañanas nunca me han
gustado. Odio los amaneceres. Es cuando más gente muere, a los reos se les
ejecuta al amanecer. En la guerra es la hora de los fusilamientos.
Para mí el amanecer, y las primeras horas de la mañana, son
de pesadilla. Peores que las de la noche. Además, de noche nunca las tengo, las guardo todas para el amanecer.
Paso temporadas mejores y peores, pero ahora estoy en una de
las malas de verdad.
Mucha gente cuando haya empezado a leer esto lo habrá dejado
enseguida, pues mis batallitas no interesan a nadie, y además el título lleva
una palabra despreciada en Occidente y la oyen y juzgan de lo que no saben.
A mí eso me da igual, nunca he tenido la pretensión de
cambiar a las personas. La gente no cambia, y opina de lo que ha oído decir por
ahí a cualquiera.
Me gustaría hacer un Ramadán bien hecho, pasando hambre y
sed de día, y romper el ayuno al caer el sol. Me gustan los atardeceres. Me
siento mejor, tengo menos ansiedad y parece que toda la naturaleza se prepara
para el sueño o el amor, para romper el ayuno y para charlar.
En Ramadán, dice el Corán, que mientras que en campo abierto
no se pueda distinguir un hilo blanco de uno negro, ya se pueden hacer las
cosas prohibidas de día: Comer, beber y hacer el amor. Cuando amanece, todo eso
queda para la siguiente noche y empieza el terrible día. Trabajar sin beber ni
comer, con un sol de justicia debe ser tremendo. La Cuaresma de los católicos
es una feria comparado con lo que debe ser un Ramadán bien hecho. Yo porque no
puedo dejar de tomar mis pastillas no puedo hacerlo, aunque las tomo no por gusto, sino porque las necesito. Están exentos
del ayuno, entre otros, los que deben tomar medicinas de día, los enfermos, las
embarazadas, los niños, los que están de viaje y los viejos.
Para mí el mes de Ramadán es un poco humillante; yo quisiera
hacer como mis correligionarios, pero no puedo. Yo he nacido católica y comeduras de coco, sobre todo en el aspecto
sexual, he tenido todas las que he podido soportar. Los cristianos hablan mucho
de sexo, pero nada de amor. Los musulmanes son más prácticos.
Muchas de las neuras
que padezco tengo que agradecérselas a la Iglesia Católica, los curas, las
monjas y la familia. Me han dejado
bastante tarada, y ahora y toda mi vida he recogido los frutos amargos. Pero
como no soy idiota a pesar de haber nacido entre cristianos, hice lo que pude
cuando pude y disfruté la de vida y de los goces que los puñeteros curas y
monjas me negaban, y la asquerosa sociedad en la que me crié. No voy a contar
nada más.
También hice cosas malas, pero cuando me tomaron juramento en
la mezquita para convertirme en musulmana (“Assadhu Allah inch Allah ua asshadu
Muhamed rajul Allah”)
Que quiere decir: “Doy testimonio de que no hay más que un
solo Dios y que Mohamed es su Profeta” .
Fue Amina quien me lo tomó, y estaba Abdullah de testigo. (ambos
españoles).
Luego me dijo ella: “-Ahora te han sido perdonados todos tus
pecados”
Esta frase me emocionó, pero como no se llorar, no solte ni
una lagrimita, e hice el propósito de ser mejor persona, cosa harto difícil,
pero me quedé como perro sin pulgas después de aquello.
El otro día me encontraba francamente mal, con un ataque de
angustia mañanero insoportable. Cuando me pasa esto comprendo a los suicidas,
pero no pienso imitarles. Creo que su espíritu no descansa, no sé por qué. Una vez estuve a punto, pero cuando ya me
había subido a una silla para tirarme a la calle, mirando si no había alguien o
algún coche aparcado, con lo que si me tiro encima hubiera podido no morir, sino solo romperme el
espinazo y quedar paralítica toda la vida, cosa que hubiese sido tremendo:
Depresiva y encima lisiada. ¡Madre mía!
Pero no me tiré, pues cuando ya estaba tomando impulso oigo
una vocecita:
-¡Miau!
Era mi gata Chenta.
La miré y pensé que no podía hacerle aquello a mis gatas, a
mi marido y a mis padres.
Me bajé de la silla, dí de comer a Chenta y seguí sufriendo
como una bestia.
Pasó el tiempo, con
meses y temporadas malas, pésimas, buenas y regulares.
Ahora estaba en una mala, y hablé con mi hermana (ujtii en
árabe es hermana) Leila, quien me dijo que leyera la Sura de la Familia de
Imran (casualmente, trata de la familia de Jesús, para los árabes Isa ben
Mariam, que significa Jesús, hijo de Maria, y para el Islam es un gran Profeta.)
Busqué en Internet esa sura. Todo el Corán recitado está en
Internet. La recitación del Corán es una forma peculiar de leerlo, como un
cántico que a mí me gusta mucho …
Pues pongo la sura y casi inmediatamente, a los dos minutos,
noto que mi fuerte malestar y angustia se van disolviendo como un azucarillo
dentro de un vaso. ¡Qué maravilla! . No me lo podía creer. ¿Por qué me pasaba a
mí eso?
Lo comente con Leila y me dijo que el Profeta había dicho
que habia suras curativas, y que esta era una de ellas.
Yo estoy más contenta que unos cascabeles, y se me importa
un ardite que quien haya llegado hasta aquí leyendo piense que ha sido sugestión,
chifladura o lo que tengan a bien imaginar. Yo estaba mal y ahora muy bien, y
no es la primera vez que me pasa. Hace algún tiempo también me sentía mal y lo
hice y se fue mi demonio particular, pero se me había olvidado el remedio que
no falla.
¡Qué deprisa olvidamos los favores!!
Yo nunca he sido una beata, ni de cristiana ni de musulmana,y
quien me conoce lo sabe, pero a veces pienso que Dios –que es el mismo para
todos, aunque tenga distintos nombres- nos ha dado tantas cosas buenas que aunque
estuviésemos toda la vida rezando y dándole gracias no tendríamos tiempo suficiente
para agradecerle ni una mínima parte lo que El hace por nosotros.
Y si alguien sufre y piensa que eso es injusto, está en un
error. Ni una sola lágrima cae en vano, ni, como dice Leila, nadie muere ni un
minuto antes ni un minuto después de su hora.
Me dan pena esa gente a quien se les ha muerto un hijo, un
familiar, un ser querido, y dicen que Dios les “ha robado”, o que es una muerte
injusta . No hay muertes injustas, ni existe la casualidad. Todo tiene un porqué, y algún dia lo sabremos.
El Corán dice que Dios vela también por los animales. Hay
una frase muy bonita : “Dios sabe dónde duerme el tigre”. E Isa dice: “Todos
saben que en el mercado se venden cinco pajarillos por un as. Pues bien, ni uno solo
de ellos ha caído sin que Dios lo sepa”.
Amén, amín.
Allah Akbar