domingo, 27 de septiembre de 2009
La muerte de Carlos
Mi primo Carlos tenía el pelo negro y largo, una pequeña barba, piel blanca y los ojos azules. Un aire hippie, o de Cristo sonriente y pensativo.
Cuando se habla de la muerte de alguien, lo que más me impresiona es este posesivo, “de”. Y es que cada muerte es propiedad de cada uno, algo personal, intransferible e inevitable. Carlos deseaba SU muerte, pues la vida se le había hecho demasiado dura e insoportable. Los fantasmas de su cerebro le torturaban . Me hubiera gustado conocerle mejor, estar a su lado en sus últimos tiempos y quizás poder ayudarle.
Cuando decidió morir no paró hasta conseguirlo.
La primera vez se encerró en su habitación y prendió fuego al colchón y las sábanas. Pero el humo y el olor alertaron a la familia, que derribaron la puerta. La segunda intentona la hizo estrellándose en su coche contra un árbol, y saliendo milagrosamente ileso.
A la tercera lo consiguió. Se fue a dormir, se despidió de su familia y se tomó todas las pastillas que tenía en su mesilla de noche. A la mañana siguiente sus padres lo encontraron tieso y frío en la cama.
La versión oficial fue que había tomado por equivocación la medicación dos veces. Nunca lo creí. Nadie se muere por eso. Hay que tomas mucho más. Y él lo hizo.No podía más.Era demasiado sufrimiento.
Murió joven como un Cristo hippie de pelo negro, piel blanca y ojos azules.
Vivió su propia muerte, o murió su propia vida.
Descansa en paz, Carlos. Que la tierra te sea leve.
Que hayas encontrado la paz que tanto necesitabas.
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