martes, 18 de enero de 2011

Cosas que pasan y se ocultan












Marisa era soltera y tenía una muy buena relación con su padre, que era su mejor amigo y confidente. Hasta que el padre murió, a las 8 de la tarde, hace ya varios años.
Al día siguiente del entierro, a las 8 de la tarde, Marisa sintió con gran intensidad la presencia de su padre, representado por un neblina inquietante que invadía el piso. Este inexplicable fenómeno se prolongó durante 40 días. Marisa, angustiada, salía siempre de casa porque creía que su padre se la quería llevar con él.
Un día, una llamada telefónica despertó a Marisa a las tres de la madrugada. Al descolgar el auricular, Marisa reconoció la inconfundible voz de su padre. "Marisa", llamó el padre. "Papá, ¿cómo estás?" , le preguntó ella. "Estupendamente bien", le contestó su padre, utilizando una de sus expresiones preferidas.
A continuación, su padre intentó tranquilizarla con un tono de voz y unas palabras que, a juicio de Marisa, eran genuinamente suyas y no admitían imitación posible. Marisa recuerda que lo que le impresionó más fue el silencio de fondo que percibía en el lugar desde donde llamaba su padre. "Era un silencio lleno, un silencio inmensamente profundo, un silencio sonoro".
"¿Quieres que despierte a mamá?", le preguntó ella. "No, deja dormir a tu madre. Me encuentro perfectamente", contestó el padre. Entonces a Marisa se le ocurrió pensar: "¿Dónde?". Y el padre, como si pudiese oír sus pensamientos, le contó: "Es un lugar muy hermoso, indescriptible, inimaginable". A continuación, su padre le dijo que tenía que marcharse y la voz calló.
Marisa siguió un buen rato conectada a aquella inmensidad silenciosa y densa que se extendía al otro lado del auricular. Lo que recuerda Marisa a continuación es que se le cayó el teléfono de la mano. Pensó que se había vuelto loca y dejó el teléfono descolgado, mientras se metía en la cama y se cubría la cabeza con las sábanas. Al día siguiente, al despertar, el teléfono seguía descolgado, como prueba de lo ocurrido el día anterior.
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Pues a mí me pasó una cosa muy parecida con mi abuela, pero no la pongo porque nadie me iba a creer.
Estas cosas sucenden con más frecuencia de lo que la gente cree, pero todos callan para que no se rían de ellos o los tomen por locos. Yo conozco varios casos de personas que recibieron este tipo de mensajes, y me lo contaron porque sabían que no me reiría.

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