viernes, 7 de enero de 2011
El apagón eléctrico de 1977 en Nueva York
En una calurosa noche de julio de 1977, Nueva York se sumió en la oscuridad. Primero fue el silencio, más denso que la oscuridad misma. Luego, fue el estallido de cristales rotos de las tiendas, mientras los vecinos desataban un caos en el que la ira, los saqueos y el calor reinante conformaban una espiral de violencia ascendente.
Los escaparates de los comercios fueron saqueados y destruidos sin piedad. Los edificios fueron incendiados. Los coches, destrozados. Todo esto bajo la atónita mirada de la policía, que buscaba refugio en las sombras de los callejones, sin saber cómo contener la muchedumbre.
Los vecinos habían ganado rápidamente las calles tras el último giro agónico de las aspas de los ventiladores. Buscan velas y explicaciones ante algo insólito, mientras se preguntaban cuándo iba a regresar el suministro eléctrico.
Quienes podían hacerlo, escuchaban en radios a baterías alocadas noticias de brotes de violencia, saqueos e incendios. Vecindarios de bajos recursos como Harlem, Brooklyn y el Bronx eran zonas de guerra, en las cuales bullía un hormiguero humano cargando televisores, muebles o ropa de las indefensas tiendas.
En el Bronx, 50 vehículos fueron robados de un concesionario. Cuando la policía logró organizarme mínimamente, realizó 3.776 detenciones, si bien muchos miles escaparon antes de ser capturados. Los bomberos combatieron 1.037 incendios, seis veces la tasa promedio, pero fueron más las falsas alarmas que sacaron las autobombas a la calle, 1.700.
Los cinco condados de Nueva York, así como las áreas al norte del condado de Westchester, se encontraban sumidos en la oscuridad tras cuatro rayos eléctricos que habían paralizado la ciudad más grande de Estados Unidos. Las luces no se encendieron en algunos barrios sino veinticinco horas después.
El apagón se produjo durante 1977, un momento duro para la ciudad de Nueva York, para la Gran Manzana, cuya economía tambaleaba, forzando a los funcionarios a recortar los servicios municipales. Estos recortes repercutieron más fuertemente en las comunidades pobres de Nueva York, ya que muchos se basaron en los servicios públicos para aliviar las dificultades financieras. El aumento de la delincuencia, que se había incrementado dramáticamente en la década anterior, también se agregaba a la crisis.
El verano de 1977 era conocido como el “Verano de Sam“, llamado así por los crímenes del asesino serial David Berkowitz, quien firmaba su macabra obra como “El hijo de Sam“, y mantenía a la ciudad en un estado de miedo constante al borde del pánico.
Cuando las luces se apagaron el 13 de julio, la conjunción de pobreza, criminalidad y la posibilidad que el vecino fuera un asesino despiadado, se combinaron para una catarsis nocturna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario