sábado, 8 de enero de 2011
El Corán, las mujeres, los árabes y los musulmanes
En Occidente se hacen un lío considerable con el Islam, sus costumbres, las mujeres y el Corán. Es que no tienen ni idea, vaya, y todo el mundo se permite opinar sin saber de qué está hablando ni lo que está diciendo. Seguramente alentados por los USA, que nunca se han distinguido por su cultura ni imparcialidad. El Corán no dice que las mujeres sean inferiores, ni que deban ser maltratadas, al contrario; y en custión de herencias y derechos civiles, el advenimiento de Mohammed (Mahoma, el Profeta) y el Corán supuso la liberación de la esclavitud de las mujeres, equiparando sus derechos a los de los hombres. Pero ¡CUIDADO!. Así como los cristianos no suelen seguir las enseñanzas de paz y amor de Jesús, tampoco muchos musulmanes lo son como es debido, porque son unos machistas, y actuando de modo impropio de un musulmán, cometen acciones reprobables contra sus mujeres, que son las que dan tan mala fama al Islam.(Las acciones, claro)
Tampoco lo son esos fanáticos que se autoinmolan llevándose por delante un montón de gente inocente. Esto está muy mal visto por los buenos musulmanes, pero la gente no lo sabe, y se cree que todos son como los talibanes. Por cierto, la pañabra "talibán" viene de "taalib", que quiere decir "estudiante", o sea, que los fanáticos de llaman a sí mismo "estudiantes del Corán". Talibanes es el plural de talibán.
La palabra Islam viene de salaam, que quiere decir paz.
Cuando leo la prensa y veo que cada día hay una mujer en España víctima de su compañero o marido, y que el numero de las mujeres asesinadas va en aumento, siempre pienso que todas son cristianas. Por algo será. Y es que el español ya de cierta edad es tan machista como el árabe más machista de todos.
En el Corán dice, por ejemplo, que si una mujer quiere relaciones sexuales con su marido, éste no puede negarse, y viceversa. El amor fuera del matrimonio se paga caro, pero dentro de éste se puede hacer lo que se quiera. Dice el Corán: "Las mujeres son vuestra labranza, id a vuestra labranza como queráis". Más claro, blanco y en botella.No como en la España católica de tiempos de Franco, para poner solo un ejemplo, en la que los curas decían a las mujeres que si sentían placer al hacer el acto sexual con sus maridos eran poco menos que unas prostitutas, con lo que crearon varias generaciones de frígidas, que aburrían al marido y éste se iba de putas. Y se comprende.Yo recuerdo haber visto camisones de mujeres "bien", de clase alta de principios del s. XX, que a la altura del sexo tenían una abertura que se cerraba con unos botoncitos de nácar, para que el marido pudiera acceder a su "intimidad" con el menor placer posible para ambos.Estas mujeres morían sin que sus maridos las hubiera visto nunca desnudas.Le cuentas esto a un árabe y se le abrirán los ojos como platos.Y a sus mujeres también. Además, los musulmanes casan pronto a su juventud, para que así no se vayan de picos pardos y evitar tentaciones peligrosas, como embarazos no deseados, el sida, y otras enfermedades y problemas. Resulta una juventud más sana que a la que yo tuve la desgracia de pertenecer, que me chupé todo el maldito franquismo, donde los curas imponían su ley. ¡Ya me hubiera gustado a mí tener una buena madre musulmana que me hubiera buscado un buen mozo para retozar, en vez de tener que hacer tantas tonterías para pillar novio...!
Y otra cosa: Ni todos los árabes son musulmanes, ni todos los musulmanes son árabes. Por ejemplo, los turcos son musulmanes, pero no son árabes: Son turcos. Y hay en Oriente Medio muchos árabes que son cristianos. Como el famoso poeta Jalil Gibran, árabe libanés.
A ver si nos vamos enterando.
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La mujer y el Corán: la igualdad dictada por Allah
El Islam, como última de las religiones monoteístas reveladas, reúne todas las tradiciones sagradas y las dota de unidad.
De esta manera, las tradiciones sagradas reveladas, ‘religiones del Libro’, que forman el background o ‘herencia sagrada de occidente’ —monoteísmo, judaísmo, cristianismo— son recogidas en el Corán e integradas en un mismo proceso: el reconocimiento y la adoración del Dios Único, de Sus mensajes y de Sus mensajeros. Este proceso se refleja, se explica y se completa con el Corán.
El Corán es una recitación, de modo que podríamos denominarlo ‘libro de sonidos’.
Fue revelado al profeta Muhammad, la Paz y las bendiciones sean con él, durante veintitrés años, entre el 610 y el 632 de la era cristiana; esta recitación, transmitida oralmente por un profeta árabe que no sabía leer ni escribir, fué recogida y puesta por escrito en el año 658 d.c. por el tercer califa, Uzmán.
Podríamos decir que el Corán tiene rango de Constitución Islámica, puesto que contiene no sólo normas con efecto espiritual o religioso, sino también todo el conjunto de normas sociales y políticas que configuran un modelo de Estado.
El Corán se ha conservado sin la más mínima modificación desde su puesta por escrito en el siglo VII, y es aceptado como ley suprema con efectos morales, jurídicos y sociales por todos los musulmanes sin excepción.
Respecto al asunto concreto de la configuración coránica o ‘constitucional’ del status de la mujer, vemos cómo el Corán viene a rellenar una gran laguna que constituía una gran injusticia; en efecto, hasta su revelación, los anteriores textos sagrados de nuestra tradición —Torah y Evangelios— asignan a la esencia femenina una naturaleza contraria e incompatible con la Esencia Divina, a la que se asignan figura y rol masculinos.
Baste recordar que la existencia del alma de la mujer fue objeto de una negación encarnizada por los cristianos, que dió lugar a una votación en el concilio de Trento donde se aprobó que la mujer tenía alma tan sólo por un voto de diferencia. De este modo, la tradición sagrada occidental ha excluido a la mujer de la perfección espiritual, expresada en el sacerdocio, tolerándola como ‘remedio de la concupiscencia’.
Es en la segunda mitad de este siglo, en el seno del Estado Social de Derecho, cuando los movimientos de mujeres de Europa y América del Norte arrancaron a los legisladores civiles el reconocimiento de la igualdad de la mujer, de manera que su status se ha visto ‘aliviado’ en la práctica social y política, no así en la tradición sagrada cristiana, que perdura anclada en los principios de jerarquía sexista que comentábamos antes, status privilegiado que los hombres han ‘cedido’ a favor de la mujer.
Por el contrario, el Corán dota a la mujer de un status jurídico propio como Sujeto Individual de Derecho, y por primera vez en la historia de occidente, la mujer tiene derechos espirituales, sociales, económicos y políticos dictados por Dios.
El mensaje del Corán se dirige a equilibrar el status de las mujeres y el reconocimiento de su igualdad con respecto al hombre.
En este sentido, es paradigmático el sura 33, que en su ayat 35 proclama diez veces la igualdad espiritual del hombre y la mujer:
”Dios ha preparado perdón y una magnífica recompensa para los musulmanes y las musulmanas, los creyentes y las creyentes, los devotos y las devotas, los sinceros y las sinceras, los pacientes y las pacientes, los humildes y las humildes, los que y las que dan limosna, los que y las que ayunan, los castos y las castas, los que y las que recuerdan mucho a Dios."
Este enunciado general informa las relaciones particulares, como las que refleja el sura 16, ayat 147, y el sura 4, ayat 78, las instituciones del derecho de familia, como el pacto matrimonial, regulado entre otras en el sura 4 ayat 21, y en el sura 2, ayats 221, 223, 234 y 235, como el divorcio o repudio, regulado entre otras en el sura 2, ayats 224 y 226, mantienen un exquisito equilibrio, al determinar los efectos de posiciones sociales diferenciadas por las distintas funciones asignadas a los dos sexos.
Sin que estas diferencias supongan una discriminación, están valorando estas diferencias e integrándolas positivamente en una división de funciones que se valoran por igual. Este sutil equilibrio entre diferente función pero igual valoración es uno de los máximos logros del sistema islámico.
Ahora bien, en la práctica, la evolución del reconocimiento de los derechos de la mujer es paradójica, puesto que mientras en una tradición como la judeocristiana, cuyos textos sagrados no reconocen igualdad a las mujeres, éstas han obtenido avances jurídicos y sociales muy significativos que configuran su status de igualdad en las leyes civiles; en los países de tradición islámica.
Por el contrario, las mujeres, que gozaban de este status desde la revelación del Corán, han visto cómo se imponían en la práctica las costumbres misóginas y discriminadoras que estos países tenían antes de la llegada de Islam, y que el Islam trató de erradicar.
Esta evolución, o mejor involución de los derechos de la mujer, tiene un exponente ejemplar en el caso del divorcio sin causa y a instancia o por iniciativa de la mujer, concedido en el sura 2, ayat , y recogido en un hadiz del profeta Muhammad, la Paz y las bendiciones sean con él, que divorció a una mujer —Yamilah— que acudió a él en demanda de divorcio de su marido —Zabit— al cual reconocía su bondad y altura espiritual, pero con el que no podía observar sus obligaciones de esposa.
El profeta, la Paz y las bendiciones sean con él, le preguntó si estaría dispuesta a devolver a su marido la dote (un huerto), y como ella aceptara la devolución, llamó a su marido y la divorció de él por una sola vez.
En la actualidad, la mayor parte de los países tradicionalmente islámicos, sólo reconocen este tipo de divorcio al hombre, hasta el punto de que el repudio —así se le conoce— se predica como un derecho sólo del hombre, cuando la realidad es que el repudio también está concedido a la mujer —divorcio al-hal— y no puede ser derogado por prácticas o costumbres contrarias, porque está en el Corán y fué practicado por nuestro profeta Muhammad, como antes dijimos.
Las mujeres musulmanas pueden sentirse orgullosas de tener como código supremo al Corán donde se establece claramente su igualdad con respecto al hombre, dictada directamente por Dios, y de seguir a un profeta defensor de los derechos de la mujer, de su igualdad y de su dignidad.
Debemos luchar para que se implante en la Ummah la práctica de nuestro profeta con las mujeres, evitando que las costumbres de la época de la ignorancia —Yahiliya— donde la misoginia y el machismo imperaban, se mezclen e impongan por encima de su claro mensaje de igualdad.
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