sábado, 1 de enero de 2011
La Gran Manzana
Nueva York, la ciudad con más habitantes de los EEUU, es conocida también con el sobrenombre de La Gran Manzana, The Big Apple. Curioso, ¿no?
Pero, ¿cuál es el origen de tal apelativo? La Wikipedia (y detrás de ella un montón de páginas más) nos da el nombre de John J. Fitz Gerald en el contexto de las carreras de caballos a principios de los años 20. Ahora bien: ¿esta información es correcta?
Durante mucho tiempo el origen del curioso apodo ha estado envuelto en brumas, siendo objeto de una serie de teorías a cual más absurda. Pero algunas investigaciones han rastreado las crónicas periodísticas de décadas pasadas, descubriendo que la primera referencia (o una de las primeras referencias) a Nueva York como la Gran Manzana databa del año 1921.
Detrás se encontraría la pluma de el mentado John J. Fitz Gerald, en el New York Morning Telegraph, en medio de informaciones referidas, como hemos dicho, a las interesantes carreras de caballos que tenían lugar en la ciudad.
Sin embargo, esta explicación está incompleta. Nos dice quién fue el primero en poner por escrito el apodo (lo que, en general, implica ya un uso más o menos extendido del término en el ámbito oral), pero no nos dice si el periodista crea la fórmula o se limita a recogerla del medio.
Y es aquí donde podemos completar la historia recordando que en la jerga de los músicos afroamericanos de jazz, por aquellos mismos años veinte, “manzana” se empleaba como sinónimo de ciudad. De hecho, clasificaban a las manzanas/ciudades al menos en tres clases diferentes: little apples, big apples y rotten apples (¡las ciudades podridas!).
Esto significa que en los USA de la época había otras manzanas, algunas de las cuales sin duda era también grandes manzanas, como Chicago, Los Ángeles o la siempre fascinante Nueva Orleans. Pero únicamente Nueva York pudo convertirse, en la jerga común, en La Gran Manzana.
Porque al amparo de esa vibrante dinámica que alborea con el siglo XX, bien reflejada en la gran literatura yanqui de la época, surgen también grandes clubes de jazz, donde acabarán tocando las estrellas del momento.
Y más pronto que tarde, debido ya a las crónicas de un Fitz Gerald, ya al boca oreja de los negros, la expresión se hizo muy popular en un par de lustros. En la década de los treinta estaba perfectamente consolidada hasta se creó un baile con el mismo nombre para honrar la urbe que define la esencia de América mejor que ninguna otra siendo, a la par, la ciudad menos americana.
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