sábado, 19 de enero de 2013
Como dice Antonio Gala:"Gracias a Dios, yo no soy católica". Me converti al Islam hace más de 10 años.
´La Iglesia es la mayor de las dictaduras que existen, la más perfecta y cruel´
Jaume Santandreu i Sureda, director del Refugio de excluidos sociales de Can Gazà, conocido como el cura gay y el cura de los pobres, colgó los hábitos hace unas semanas
"A esta edad ya no cambiaré a la Iglesia ni ella a mí", dice Santandreu. En la imagen sentado frente a Can Gazà. manu mielniezuk
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MAR FERRAGUT. PALMA Jaume Santandreu (Manacor, 1938) ha sido durante 50 años el cura atípico. Hace dos semanas colgó unos hábitos que en realidad nunca había llevado como los demás sacerdotes. Contó en un libro cómo de niño fue abusado por un religioso. Habla abiertamente de su homosexualidad. Y cada mañana se levanta pronto, se arremanga, y se pone manos a la obra en Can Gazà, refugio de los marginados y excluidos de la isla. Polémico, ´incómodo´ para algunos e incoherente para otros, pero también trabajador, humilde y sencillo. Un hombre que se declara "enamorado de Jesús" y totalmente contrario a los postulados de la Iglesia.
– ¿Cómo es su vida ahora fuera de la Iglesia?
– Era una mínima parte de mi vida, un pequeño servicio que hacía a unas personas muy determinadas que me pedían que compartiese con ellos alguna fecha señalada, pero el hecho de que hace muchos años el Obispo no quisiera darme ninguna parroquia ni cargo hacía que mi papel fuese más simbólico. Aunque la gente me miraba como un cura y de una forma u otra tenía que aclarar esta figura, porque te identifican con una institución, con la parte alta, con la que no sólo no tienes ni el más mínimo contacto si no que está en contra de todo lo que tu vives y piensas.
– ¿Por qué dejarlo ahora después de aguantar 50 años yendo a contra corriente?
– Yo actúo por impulsos. Si el cuerpo me lo pide, yo me tiro. Es como si esto fuera un divorcio. Cuando una pareja está divorciada pero no se separa, no lo escenifica, no lo hace público, y es por que hay razones, como pueden ser los hijos. Yo me mantenía por los cientos de miles de personas que me pedían servicios, pero el último año ya era desesperante y llegó un momento en que dije: "No quiero hacer esto". Hacía servicios libres, fuera de las iglesias y muy personificados. Me iba bien esto porque veía que gente me necesitaba y no sabía decir que no. Intenté dejarlo un par de veces y no pude. Y ahora ya he agotado las fuerzas físicas y morales, porque la cosa se había hecho tan grande que yo no estaba a gusto. Y siempre me he caracterizado por una cosa, hago las cosas con mucha pasión y tan pronto como dejo de creer en algo lo dejo. Por ejemplo, hice cursos de Cristiandad, pero en un momento vi que aquello no me funcionaba, no había vertiente social. El Hospital de Nit también lo dejé. Y ahora el sacerdocio. El último empujón me lo dio el Obispo de todas formas.
– A finales de noviembre apareció en el programa Salvados: Otra Iglesia Católica es posible de La Sexta y el Obispo Murgui le convocó a una reunión. Su renuncia llegó poco después, ¿qué pasó en esa reunión?
– No fue ni agradable ni desagradable, fue una cosa muy distante, muy fría, impersonal... Vinieron a hacerme una citación aquí, que parecía la Gestapo. Y me hicieron ir como de mala manera. Me esperaba el Obispo con los dos vicarios generales. Todo vino porque leyeron en el diario que yo saldría en el programa de El Follonero. Querían que suprimiese el programa. Yo les dije que era imposible, ya estaba hecho, ya había firmado que podían utilizar mi imagen. Pero es que entonces todavía no sabían lo que diría. Lo que vieron en el diario que salía en el anuncio del programa y que les molestó fue una frase que luego no salió en el programa: "Son muy hipócritas porque mientras firman un manifiesto en contra de los gays tienen la mano en la entrepierna del secretario". Esto por lo visto les impresionó. Yo le dije: "Obispo, ahora ya sé qué tengo que hacer para hablar con usted: salir por la tele, porque hace cinco años que no me habéis dicho nada". Hablamos como una hora, los dos vicarios no decían nada. Y al final yo vi claro que me tenía que ir. Necesitaba escenificar mi ruptura, mi actitud. Porque yo en la Iglesia ya no estaba, aunque la gente me tenía. Y me hacía daño porque cuando acababa las ceremonias me decían: "Ah, si todos los curas fueran como usted yo iría más a la iglesia". Y yo pensaba que estaba haciendo el efecto contrario, porque lo que yo quería que me dijeran era: "Iría más al Evangelio".
– ¿Pero la decisión última de irse fue suya o ´le invitaron´ a irse?
– Hombre, me abrieron las puertas. Cuando acabamos la reunión los tres me acompañaron a la escalera y el Obispo me dijo "vaya alerta con esta escalera" Yo en ese momento me dije "no pienso volver a subirlas nunca más"
– ¿Murgui está lejos de su comunidad?
– Cuando le envié mi renuncia me mandó una carta de una frialdad... Mi carta estaba muy pensada, era muy personal. Le decía: "Humildemente pienso que con este divorcio la iglesia mallorqunia pierde pluralidad y dialéctica pero tanto ella como yo mismo saldremos ganando en coherencia y libertad". Y en ella le recordaba que en la reunión cuando me convocaron al palacio y con los dos vicarios generales me hicieron la promesa de que buscarían e investigarían la denuncia que hice de niño cuando sufrí abusos sexuales por parte de unos de los hermanos de La Salle. Él me mandó una carta muy fría, en la que ya me apea de mi tratamiento de sacerdote y me habla de tu. Después de 50 años de servir a los pobres, el Obispo me recuerda que no puedo administrar los sacramentos. También me dice que "otras cuestiones concretas de tu carta están en estudio". Más que frío, es gélido. Parece imposible que puede haber personas con una frialdad tan grande. Al menos con el otro obispo te podías pelear, con este nada.
– ¿La gente tiene miedo al Obispo?
– Pero si es más una ausencia que una presencia. Que renuncie, que se vaya, que haga lo que quiera, pero que no ocupe un cargo tan importante como el que tiene.
– ¿Ve la Iglesia como una dictadura?
– Es una dictadura perfecta y cruel. La más grande que hay. Y no sólo te hacen hacer lo que quieren, te hacen pensar lo que quieren. Y yo no puedo estar en una Iglesia con la que no estoy de acuerdo en nada. Cuando veo a Rouco Varela hablando me entran ganas de ir al baño. Va en contra de mi gente.
– ¿Qué cree que pensaría Jesús de todo este tinglado?
– Creo que le daría mucho coraje, como cuando fue al templo. Dentro de esta Iglesia hay una parte de gente que sigue el Evangelio y a Jesús, y estos son muy dignos de respeto. Pero esta gente de una forma u otra debería mostrar signos de que no está de acuerdo con esta Iglesia del poder, del mando, de la vanidad... Esto es un escándalo y la Iglesia de abajo debería rechazarlo. Pero no hay actitud crítica. Mira, Teresa de Calcuta. Ayudaba a los pobres, pero nunca criticó a los ricos de la Iglesia, ni habló de controles de natalidad. ¿Cómo puedes estar en la India con millones de habitantes y con un crecimiento diario de la miseria sin enseñarles a controlar? Toda esta gente es de base, pero no es crítica porque cuando hay un crítica, te echan fuera. Es una dictadura, y encima, una dictadura en nombre de Dios, que es lo que me mata.
– ¿Todavía hay demasiados armarios en la Iglesia?
– Yo le dije al Obispo: "Alerta, que los armarios os explotarán". Así como de pederastas hay pocos, religiosos homosexuales hay muchísimos. Más de la mitad lo son. Y es por una razón sociológica. Por desgracia la sexualidad propia no se vive de manera abierta y se ha de justificar. La gran justificación para quedar soltero es hacerse cura. Eres célibe, misógino, no vas con mujeres y nadie te pide nada. Era el gran refugio. Ahora intentan que no se hagan, pero, o sea, ¿pueden ir al ejército americano y no pueden ir al ejército de la Iglesia?
– ¿En la política también hay muchos armarios?
– Diría que sí, aunque no estoy muy vinculado. Ha venido algún cura de buena voluntad a verme y yo le he recomendado que no salga del armario, porque no compensa. Yo he salido porque la vida y la lucha me ha llevado. Por que si tu quieres llevar una vida de denuncia no tienes que tener nada escondido, nada que perder, porque si no te pueden hacer chantaje. Pero este cura, que tiene una parroquia, le dije que tenía que ser comprensivo, saber que Dios le ha hecho así para que entienda a los demás, que defienda a los humildes... Nadie tiene obligación de salir del armario. A mí lo que me hace daño son esos que están en el armario y critican. Ahora, muchos curas que han salido últimamente tienen mucha pluma y ha habido muchas movidas por los pueblos. En las últimas hornadas de curas han salido curas homosexuales por un tubo y ahora tienen el mando de la Diócesis. Hay un pueblo con una circunstancia muy especial: el alcalde es homosexual, vive con su pareja, todo el mundo lo sabe, la gente lo adora y no hay problema; el rector también es gay, cae mal y está de escondidas todo el día y todos lo saben por que su armario tiene unas ventanas... pero ¿cómo se puede querer así?
– ¿Qué opina de las manifestaciones contra los matrimonios homosexuales lideradas por religiosos?
– Me parece de una falsedad total y una negación de uno mismo, da hasta lástima. Imagínate, que sé bien cierto que hay gays en la curia, ¿cómo pueden negar su esencia? ¿negar a los suyos? ¡Se hacen y hacen un daño enorme! Ésa es una de la razones por las que me voy. Puede que entre los míos haya gente que no me gusta, pero son los míos. La Iglesia siempre sale a protestar por lo mismo. No han salido contra la guerra, ni contra el decreto que baja la pensión, ni contra la pobreza. Sólo salen cuando les tocan el tema del sexo. Es el handicap de la Iglesia. Ahora le ha tocado el siglo del sexo, de reconocer el cuerpo y demás, y se han negado. Y cuando les tocas este tema es que se vuelven locos. Y esto ya viene de la antigua. Todos los pecados que implican tocarse, tener pensamientos impuros, deseos... son pecados mortales. Tienen una auténtica obsesión, están enfermos del sexo y se lo deberían hacer mirar. En el sexo hay dos extremos: los reprimidos y los depravados, y en medio están los realizados. Y la represión es tan perversa como la depravación. Por que la sexualidad es parte de la persona.
– ¿Puede cambiar la Iglesia o está demasiado anquilosada?
– Cuando esté entre la espada y la pared supongo que no tendrá otro remedio. El problema es que la Iglesia se sustenta en cuatro sectas fanáticas, como el Opus, los Legionarios, o los ´kikos´ y la Iglesia ya es en sí una secta. La ONU debería prohibirla. No puede ser una institución sin democracia, en la que la mujer no puede ocupar ningún puesto, en que sus dirigentes se han de someter a una ley antinatural como el celibato, que tiene un patrimonio extraordinario y que aún así pretende vivir de limosnas.
– ¿Qué papel le queda a la mujer?
– La imagen de la misa del Papa en la Sagrada Familia lo dice todo: todo solemnidad y en un momento dado aparecen las mujeres, las monjitas, para poner el mantel y preparar la misa y luego desaparecen. Eso es la Iglesia. Si los anglicanos tienen ahora la gran discusión de si una lesbiana puede ser obispo o no. En estos momentos la única iglesia cristiana que no tiene a la mujer en el puesto que toca es la católica.
– ¿Se arrepiente de algo?
– Si cuando me arrodillé en la Seu para recibir la ordenación me hubieran dicho 'escribe lo que te pasará' , quitados los tres primeros años, no hubiera adivinado ni una. ¿Lo volvería a repetir? Todo, excepto los sufrimientos inútiles. He tenido una vida muy original, llena y abierta pero he pagado un precio desproporcionado en sufrimientos. Y esta es la última razón de abandonar la Iglesia: ella me estaba creando mucho sufrimiento y yo a ella. Y es inútil porque yo a la Iglesia no la cambiaré. No la cambiará ni Dios. Y a esta edad ya sé que la Iglesia tampoco me cambiará a mí.
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