El efecto placebo es la influencia benigna de un tratamiento que carece de valor médico. A veces, inyectar a una persona enferma agua salada o darle una pastilla de azúcar hace que se sienta mejor. Esto sucede sobre todo en afecciones diagnosticadas subjetivamente, como las migrañas, el dolor de espalda o la depresión. El efecto placebo puede estar detrás de gran parte del valor terapéutico que atribuímos a los medicamentos.
En lo que se refiere a medicamentos para el dolor, este fenómeno se ha explicado al menos en parte como fruto de la química del cerebro. Cuando éste experimenta dolor, libera endorfinas (una sustancia química que actúa como la morfina de forma natural para paliar el malestar). Los estudios con imágenes cerebrales han demostrado que cuando una persona toma un placebo, se le disparan las endorfinas. Neurológicamente, es como si hubiera tomado un medicamento.
También existe el efecto nocebo, menos estudiado e igual de poderoso. A menudo, cuando al paciente se le dice que va a experimentar los efectos secundarios negativos de tomar un medicamento, los siente de verdad incluso aunque no haya razones médicas para ello. En un estudio, se les proporcionó a varias personas pastillas de azúcar y se les dijo que en realidad eran píldoras para inducir al vómito. El 80% de ellas vomitaron. De igual forma, otra investigación concluyó que las mujeres que creen que van a morir de un ataque al corazón son cuatro veces más propicias a sufrir este destino que aquellas con su mismo perfil médico pero a las que no preocupa tanto la cuestión. Creerse enfermo puede llevar a enfermar.
En ciertas esferas del tratamiento médico el efecto placebo parece ganar cada vez más importancia. En los estudios con antidepresivos la tasa de respuesta a los placebos se ha ido incrementando un 7% cada 10 años. En 1980, el 30% de los pacientes de depresión a los que se les suministraba un placebo mejoraban sin otro tratamiento ulterior; en el año 2000 la cifra había aumentado al 44%. Siempre eran en casos de depresiones no profundas. Esto puede deberse a la omnipresencia de la publicidad y las elevadas expectativas que provocan los medicamentos. En general, la gente tiene más fe en la medicación psiquiátrica ahora que hace 20 años, lo que aumenta el poder de los placebos.
El color de las pastillas puede tener también efecto sobre algunos pacientes. Un estudio italiano aseguraba que los placebos azules resultaban ser un excelente somnífero para las mujeres y tenían efecto contrario en los hombres.
Las inyecciones dolorosas pueden tener un efecto terapéutico mayor que aquellas que duelen menos,.
En lo que se refiere a medicamentos para el dolor, este fenómeno se ha explicado al menos en parte como fruto de la química del cerebro. Cuando éste experimenta dolor, libera endorfinas (una sustancia química que actúa como la morfina de forma natural para paliar el malestar). Los estudios con imágenes cerebrales han demostrado que cuando una persona toma un placebo, se le disparan las endorfinas. Neurológicamente, es como si hubiera tomado un medicamento.
También existe el efecto nocebo, menos estudiado e igual de poderoso. A menudo, cuando al paciente se le dice que va a experimentar los efectos secundarios negativos de tomar un medicamento, los siente de verdad incluso aunque no haya razones médicas para ello. En un estudio, se les proporcionó a varias personas pastillas de azúcar y se les dijo que en realidad eran píldoras para inducir al vómito. El 80% de ellas vomitaron. De igual forma, otra investigación concluyó que las mujeres que creen que van a morir de un ataque al corazón son cuatro veces más propicias a sufrir este destino que aquellas con su mismo perfil médico pero a las que no preocupa tanto la cuestión. Creerse enfermo puede llevar a enfermar.
En ciertas esferas del tratamiento médico el efecto placebo parece ganar cada vez más importancia. En los estudios con antidepresivos la tasa de respuesta a los placebos se ha ido incrementando un 7% cada 10 años. En 1980, el 30% de los pacientes de depresión a los que se les suministraba un placebo mejoraban sin otro tratamiento ulterior; en el año 2000 la cifra había aumentado al 44%. Siempre eran en casos de depresiones no profundas. Esto puede deberse a la omnipresencia de la publicidad y las elevadas expectativas que provocan los medicamentos. En general, la gente tiene más fe en la medicación psiquiátrica ahora que hace 20 años, lo que aumenta el poder de los placebos.
El color de las pastillas puede tener también efecto sobre algunos pacientes. Un estudio italiano aseguraba que los placebos azules resultaban ser un excelente somnífero para las mujeres y tenían efecto contrario en los hombres.
Las inyecciones dolorosas pueden tener un efecto terapéutico mayor que aquellas que duelen menos,.
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