domingo, 18 de septiembre de 2016

Los jóvenes empobrecen el castellano

Para hablar, los jóvenes utilizan sólo 240 palabras

CAMBIOS EN EL LENGUAJE
Es un 25% de lo usual. Lo asegura un estudio de la Academia del lenguaje. Hay especialistas que lo ven como un peligro, pero hay otros que afirman que eso no implica riesgo alguno.




 
 

Para hablar, los jóvenes utilizan sólo 240 palabras

CAMBIOS EN EL LENGUAJE
Es un 25% de lo usual. Lo asegura un estudio de la Academia del lenguaje. Hay especialistas que lo ven como un peligro, pero hay otros que afirman que eso no implica riesgo alguno.

 
Un notero de un programa de entretenimientos entrevista a Leito, líder del grupo Wachiturros
– ¿Qué hobbies tenés?
– ¿...?
– ¿Cuáles son tus hobbies preferidos?
– Ehhh, no sé qué quiere decir.
– ¿Qué hacés en tu tiempo libre?
– Ahhhh, tiro facha con la moto...
Siempre se dijo que el idioma español es un organismo vivo: en su uso diario anida su fortaleza y su crecimiento. De acuerdo a un cálculo de la Academia española de la lengua actualizado al 2010, mientras “un ciudadano medio utiliza entre 500 y 1000 palabras” del español para comunicarse cotidianamente, los jóvenes usan un 25%, “algo más de 240”. El castellano cuenta con casi 100 mil vocablos, o sea que, de ese gran abanico de posibilidades, utilizan un 0,03%. Ahora bien, ¿qué determina esto? ¿Los jóvenes empobrecen su lenguaje y, con ello, su pensamiento? Más aún: ¿está asociado esto directamente con la capacidad de reflexionar? ¿O simplemente ese recorte significa una simplificación y no una derrota cultural?

Las opiniones están repartidas. No hay duda de que manejar un número mayor de vocablos favorece una mejor expresión. Ya lo dijo Roberto Fontanarrosa en su histórico discurso durante el Congreso de la Lengua en 2004 en Rosario. Luego de defender el uso de “malas” palabras como “pelotudo” y “carajo”, el fallecido dibujante dijo que “cuantos más matices tenga uno, más puede defenderse, para expresarse, para transmitir. Por eso hay palabras de las denominadas malas palabras, que son irreemplazables, por sonoridad y fuerza”.

Acaso en las antípodas de ese pensamiento, hace casi dos meses, en un reportaje en La Nación, Pedro Barcia, presidente de la Academia Argentina de Letras, fue categórico y alarmista: “Cuando no hay capacidad de expresión se achica el pensamiento. Lo vemos todos los días con jóvenes que no leen, que no saben escribir correctamente y terminan con un lenguaje empobrecido. Y ese empobrecimiento intelectual y verbal –arriesgó Barcia– le hace muy mal al sistema democrático”.

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