jueves, 15 de septiembre de 2016

Madame du Barry

 
Madame Du Barry fue la última de las amantes y favoritas que tuvieron los reyes de Francia, antes de perder la cabeza en la guillotina.
 El rey de la Du Barry era Luis XV, -antecesor del apático  Luis XVI- un señor libidinoso y putero donde los hubo, que como  rey y señor bastante guapo, conseguía lo que quería.
Los franceses -que, como todo el mundo sabe, son unos sinvergüenzas- gustaban de que sus reyes exhibieran a sus amantes y estuvieran en la Corte como una más, a diferencia de los reyes españoles, ellos siempre muy católicos e hipocritones, que las ocultaban.
Tenían un estatus peculiar, el de "Maîtresse en titre" , o "Amante titular", lo que les daba derecho a tener su palacete, sus sirvientes y los hijos que tuviera con su real amante, todo pagado por éste.
Estas amantes solían ser preferentemente mujeres casadas, para que al rey no le diera la ventolera de abandonar a la Reina y matrimoniarse con ellas.
La Du Barry era hija del pueblo, pero poseedora de unos enormes y preciosos ojos azules, y un rostro todo él armonía.
Nació en Vaucouleurs (Lorraine), hija de una costurera y un fraile. Este asunto causó mucho escándalo, teniendo que trasladarse la costurera con la niña a París, lo que fue un acierto, pues en la capital encontró un marido y un padre para su hija.  Esta fue internada en un colegio pero era demasiado guapa para no llamar la atención y a los 15 años dejó los estudios, para ocupar el puesto de lectora de una tal Mme. Lagardère, que tenía una nuera lesbiana que escandalizaba mucho a la gente. Ésta intentó seducir a Jeanne, que así se llamaba la hija del monje, pero ésta, como mujer decente, prefirió caer en brazos del marido de la nuera de su señora.
Fue despedida y se encontró en la calle, pues el escandalazo fue tal que hasta su madre la repudió.por lo que tuvo que buscarse la vida en distintos oficios. Fue bordadora, modista y sombrerera entre otras cosas, pero su verdadera vocación era seducir hombres, no cualquiera: Militares, banqueros y cortesanos.
Cuando era dependiente en casa de una modista conoció a Jean-Baptiste Du Barry,  que como noble con poco dinero, se dedicaba a hacer de celestino entre chicas guapas y miembros de la corte.
El enseñó a Jeanne las normas esenciales del protocolo, el saber estar, y la chica, que no era tonta y además tenía un aspecto refinado, en poco tiempo se le fue el pelo de la dehesa y estaba preparada para que cualquier hombre de alta cuna cayera rendido a sus pies. La presentó en sociedad, y entonces Du Barry  empezó a ganar dinero a espuertas.
La oportunidad de su vida se le presentó cuando murió Mme. de Pompadour, la última amante oficial de Luis XV. Éste quedó absolutamente desolado y Du Barry se fue a la Corte con Jeanne pensando hacer  buenos negocios. 
El rey quedó hechizado por Madame Du Barry. Pronto corrió por la corte la noticia de que el rey tenía una nueva amante, y muchas cortesanas envidiosas empezaron a hacerle la vida imposible. Se enteraron de su pasado escandaloso y lo propalaron a los cuatro vientos. Entonces ella se casó con el hermano de Du Barry y recuperó algo de decencia en una corte licenciosa donde las hubiere. El hermano de marras cobró un buen dinerito por prestarse a ello, y todos contentos. Como el nuevo señor Du Barry no tenía ganas de ser nombrado Cornudo Mayor, se fue de París y se retiró a sus dominios de Toulouse.
Y Mme. Du Barry se instaló en Versalles.
Para ser presentada en la Corte se necesitaba una madrina, y para ello se recurrió a una viuda aristócrata y arruinada, que por una golosa cantidad de dinero ejerció de tal.
Mme. Du Barry cuando iba sencillita
 
Luis XV


Desde ese momento, Mme. Du Barry fue la estrella incontestable de la Corte. Pronto, con su belleza y simpatía. se hizo amigos y admiradores. Agradaba a muchos, pero no a todos. La esposa del Delfín, Maria Antonieta, enseguida le cogió una rabia tremenda.


 
En la primavera de 1774 Luis XV cayo enfermo de varicela. La Du Barry corrió a la cabecera de su lecho, pero le negaron el paso.
Lo que había sucedido era que, el rey, viendo que se moría, se confesó y arrepintió de su vida licenciosa, dando orden de no permitir acceder a su amante a su habitación. La dejó en ridículo y le dio un golpe fuerte a esta mujer que le había querido y amenizado los últimos años de su vida.Fue un golpe bajo.
Jeanne, el mismo día de los funerales, fue conducida por la Guardia Real a la Abadía de Pont-aux-Dames, en las afueras de París, donde estuvo once meses recluída sin ninguna comodidad. Luego se le permitió, con expresa prohibición de volver a la Corte, salir de su encierro. Se instaló en Louveciennes, donde tuvo su último amante, el Duque de Brissac, gobernador de París.
Pero empezó la Revolución Francesa  y los revolucionarios, como iba mucho a Londres, la acusaron de evasión de capitales y de ayudar a los contrarrevolucionarios y  la condenaron a morir en la guillotina.-
Sus últimas palabras fueron para esta vida ten amada:
- Un momento aún, señor verdugo ....
 
 
 
 

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